‘A todos los chicos de los que me enamoré’ fue uno de los grandes éxitos de Netflix en 2018. La plataforma incluso lo dijo públicamente cuando es conocida por no dar datos concretos prácticamente nunca y ya ha cerrado un acuerdo para hacer una secuela basada en el segundo libro de la trilogía literaria escrita por Jenny Han.
¿Qué es lo que tiene de especial ‘A todos los chicos de los que me enamoré’ para haber seducido a tantos clientes de Netflix? Por lo pronto podríamos decir que viene a llenar un vacío en Hollywood, ya que hace unos años sí abundaban las comedias románticas en esta línea con una base de espectadores bastante fiel, pero es que además tiene la suficiente frescura para verla con agrado por mucho que no se aparte de los mecanismos habituales de este tipo de propuestas.
Elevando un material limitado
Lo único que realmente distingue a ‘A todos los chicos de los que me enamoré’ a nivel argumental de una multitud de comedias románticas es su premisa: una adolescente ha ido escribiendo unas cartas a todo los chicos por los que ha sentido algo a lo largo de su vida sin propósito de enviarlas y, obviamente -no tendríamos película de no ser así-, acaban llegando a sus destinatarios.
El lío está servido, aunque el primer acierto es no saturar el relato con todos esos amoríos que nunca llegaron a nada más que pensamientos y centrarse en solamente dos de ellos. Eso fomenta la aparición de dos triángulos románticos que en sí mismos no tienen nada de especial, pero se sabe jugar con cómo se relacionan entre sí para que el ritmo fluya y sean los personajes -y los intérpretes- quienes saquen el lado positivo a la notable familiaridad de los hechos para el público.
Aquí conviene aclarar que no hay nada deslumbrante en ‘A todos los chicos de los que me enamoré’ a nivel interpretativo, pero tampoco tienen el material para ello ni se lo proponen. Lo que se busca concediendo el protagonismo actores como Lana Condor o Noah Centineo es encontrar ese punto de encanto especial que provoca que uno se concentre normalmente más en lo adorables que son que en lo que dicen.
La auténtica clave de ‘A todos los chicos de los que me enamoré’
La presencia de John Corbett como el padre de Condor es algo que ya invita a pensar de entrada en esa dirección, pues es algo a lo que él ha recurrido a menudo desde los tiempos de ‘Doctor en Alaska’, donde sí contaba con el material adecuado para elevar eso a otro nivel. Aquí todo resulta más cómodo, acercándose a un tipo de película idónea para disfrutar en tu sofá estando cansado y sin querer complicarte demasiado.
No obstante, incluso ahí hay que saber ofrecer algo para no ser una más y en ‘A todos los chicos de los que me enamoré’ es la capacidad de Condor para fundirse en su personaje y darle cierta humanidad. Centineo también cumple bien, pero la auténtica clave es el trabajo de ella y cómo consigue aportar frescura a un relato que en sí mismo está caduco. Con eso igual le daba para llegar a ciertos espectadores, pero estoy convencido de que ese plus lo que la ha catapultado.
Por su parte, Susan Johnson se limita a dotar a la película de un pulcro acabado visual para acercarlo más a lo que uno vería normalmente en pantalla grande a uno de esos telefilms europeos que tan a menudo encontramos en la sobremesa de algunas cadenas españolas. Aparte de eso sabe qué la clave es el personaje de Condor y pone todo de su lado –aunque sin caer en abusos gratuitos- para fomentar lo que mencionaba antes.
En definitiva, ‘A todos los chicos de los que me enamoré’ es una comedia romántica solvente que sabe cómo manejar una idea trillada para que su visionado resulte agradable. La gran responsable de ello es Lana Condor, pero el resto de ingredientes también aportan su granito de arena para nunca llegar a desfallecer.
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