‘`71’ (id, Yann Demange, 2014) es el otro gran estreno de la semana al lado de ‘Nightcrawler’ (id, Don Gilroy, 2014) y con la que no compartirá la suerte de ser defendida, o simplemente disfrutada, por el gran público. No es que el film de Gilroy sea un blockbuster, pero sí llevará más espectadores al cine sólo por el tema y el reparto. Por la contra, la ópera prima de Demange no goza ni de gran publicidad –el mayor secreto para conseguir buenos números y distribución digna− ni de nombres ilustres en su casting.
Jack O’Connel, cuya carrera ha sufrido un cambio considerable desde los tiempos de la excelente ‘Eden Lake’ (id, James Watkins, 2008), un survival agobiante que metía sus garras dentro del terror de la mala educación, da vida al soldado británico Gary Hook, quien en los famosos enfrentamientos en Belfast entre católicos y protestantes –demostrando que la religión no es más que un invento para que los hombres se maten entre sí, tal y como sentenciaba Frank Darabont− verá cómo su vida peligra, perdido en terreno hostil, mientras Demange realiza casi una reescritura de la magistral ‘Larga es la noche’ (‘Odd Man Out’, Carol Reed, 1947).
Dándole la vuelta al citado film de Watkins, y en otro contexto, ‘`71’ casi puede apreciarse como otro survival horror, esta vez con un contenido político e ideológico que no deja lugar a dudas. Hook será una presa a cazar en un terreno que desgraciadamente no conoce, y en el que a primera vista no puede fiarse de nadie, sólo de aquellos que, con una mirada mucho más abierta que cualquier fanático religioso, ayudará al joven soldado en problemas, incluso sanándole sus heridas de “guerra”, vestigios visibles de una sociedad entonces marcada por el odio y la muerte.
Vibrante narración
Demange no sólo evoca el fascinante film de Reed en su argumento –un nacionalista irlandés huía de la policía y de la gente escondiéndose en los pocos refugios que la ciudad de Belfast le proporcionaba−, sino en el uso de una fotografía casi tenebrista obra aquí de Tad Radcliffe, que ilumina muy coherentemente una historia sombría que trascurre de noche, larga e imprevisible, la oscuridad en terreno resbaladizo, el de los enfrentamientos por la ideología. El director suma una cámara inquieta a ratos, que casi como un personaje más nos introduce de lleno en la odisea.
Existen ciertos paralelismos también con ‘Bloody Sunday’ (id, Paul Greengrass, 2002), no sólo por el tema, sino por la vibrante puesta en escena, con una diferencia fundamental. No hay duda de que Greengrass es una referencia bien visible en el film de Demange, aunque en este caso el montaje es más reposado, el plano tiene una mayor duración. Chris Wyatt, de quien podemos apreciar su labor en algunas de las películas de Shane Meadows, realiza el corte de plano en el momento adecuado, concediendo un mayor valor a la tensión, como si de una evocación en las formas de narración a esos retratados setenta se tratase.
En ‘`71’ no hay lugar para la esperanza dado su seco y contundente final, un plano largo y sostenido mientras sí lo hay para la reflexión. A nuestra cabeza regresa uno de los personajes secundarios, aquel que encarándose en varios momentos al protagonista transmite mediante su apagado rostro las dudas de utilizar o no la violencia. Y la duda se paga cara en un mundo en el que estás de un bando o de otro, y en el que si sales vivo sin tomar partido eres relegado al olvido. ¿Ha cambiado algo desde entonces?
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