La cartelera española tiene dos dueños claros desde el pasado fin de semana, la navidad en 3D de Robert Zemeckis y el nuevo apocalipsis de Roland Emmerich (que se ha llevado el gato al agua, como cabía esperar). Junto a estos dos carísimos productos, fabricados para arrasar, nos llegaron también otros con diferentes pretensiones, realizados con mucho menos presupuesto, y destinados más bien a un público no tan interesado por las películas de moda; o quizá no tan dispuestos a ocupar las últimas butacas vacías en una sala abarrotada. Uno de esos títulos al margen de Hollywood es '50 hombres muertos', inspirada en el libro de Nicholas Davies y Martin McGartland, protagonista real de los hechos.
'50 hombres muertos' ('Fifty Dead Men Walking', 2008) nos traslada a Belfast a finales de los 80, y se centra en la arriesgada labor de Martin McGartland como agente infiltrado en el IRA, gracias a lo cual se salvaron las cincuenta vidas a las que se refiere el llamativo título. Me encantaría deciros que ésta es una de esas películas que hay que rescatar de una cartelera poco atractiva, uno de esos títulos que merecen la pena y que aconsejo ir a ver, que es una joya mal vendida, emocionante y cautivadora. Pero no. Es una película fallida, mal construida, donde nunca llegas a sentirte implicado por lo que ocurre. Es como una de Hollywood, pero sin espectáculo.
Sé que, en cierto modo, es terrible decir esto. La película se basa en hechos reales y tenemos la historia de un tipo que arriesgó su vida para salvar las de otros. Quiero decir, de verdad, hubo alguien que hizo esto. Y aquí estoy yo diciendo que os olvidéis de la película que cuenta eso. Pero es lo de siempre; todo lo que hay detrás de la obra es totalmente secundario, irrelevante e inútil, si un director es incapaz de transmitir emoción con su trabajo. Porque estás viendo una película, en una pantalla, en un cine, habiendo pagado una entrada, no estás delante de un tipo que ha vivido todo eso y te lo está contando. Así que da igual que la historia se centre en un hombre que dio su vida por los demás o en un extraterrestre enano que tiene un acento raro y quiere volver a su planeta; lo importante es que sea creíble, y que el espectador se implique. Aquí no ocurre. Y la principal culpable es la directora y autora del guión, la canadiense Kari Skogland.
Ya desde el inicio empiezan los problemas. La película arranca con una secuencia en la que nos muestran a Martin siendo tiroteado por un matón del IRA, años después de la acción principal que nos van a narrar. Esto es, nos cuentan el final. Nada más empezar, nos dicen, primero, que el chico se infiltró en el grupo terrorista, y segundo, que no lo descubrieron hasta que ya fue tarde, pudiéndose escapar; finalmente, lo encuentran en un alejado refugio y le disparan cuatro balazos en el pecho (si muere o no, ya eso no lo cuento aquí). ¿Qué sentido tiene, si ya nos enseñaron todo esto, que luego se tomen tanto tiempo en mostrarnos cómo Martin acepta trabajar para los británicos, y cómo entra en el IRA? Como si no supiéramos que lo consigue. ¿Y cómo podemos sentirnos atemorizados por lo que pueda pasarle estando infiltrado, si ya sabemos que se salva, que no lo pillan? A mí me parece un error garrafal esta estructura, con lo fácil que habría sido contar la acción de forma lineal.
No he leído el libro de 'Fifty Dead Men Walking', así que no sé hasta qué punto se ha transformado la historia real narrada por Martin, para adaptarla a la gran pantalla; pero huele un poco mal. La forma en la que se lavan las manos en los créditos parece dar a entender (igual me equivoco, si alguien sabe algo más que lo diga) que la película se ha hecho sin contar con el principal implicado, y que es más una historia de ficción que una simulación de lo que ocurrió realmente (con las pequeñas licencias que todos entendemos como necesarias para hacer el relato más interesante, evidentemente). Lo digo porque esa es la impresión que da al verla, que han tomado lo superficial para decir que es una historia inspirada en la realidad, pero luego han hecho lo que les ha dado la gana, o lo que han podido. En cualquier caso, queda una película torpe, incapaz de reflejar el verdadero drama que debió vivir el protagonista, prácticamente solo en medio de un infierno.
Por cierto, fue el propio Jim Sturgess quien me recomendó verla. El joven actor, a quien tuve la oportunidad de entrevistar en Sitges con motivo de la arriesgada 'Heartless', y con quien pude charlar unos minutos "off the record", me habló un poco de su trabajo como Martin McGartland, interpretación que al parecer ha gustado mucho y que le ha abierto algunas puertas; entre ellas, la que da al despacho del señor Peter Weir, que se fijó en él para su nueva película ('The Way Back'). Pero, por más que Sturgess sea un tipo encantador (de esta gente que te cae bien al instante) y que es evidente que intenta componer un personaje, hacer creíble a este chico que se juego el cuello infiltrándose en el IRA, su trabajo queda desdibujado por la escasa visión de Skogland, que no sabe aprovechar lo que tiene entre manos, no logrando nunca que la acción y el drama traspasen la pantalla. Este material, con alguien hábil tras las cámaras, habría dado mucho más.
En cualquier caso, gracias a que Sturgess lo intenta, y a alguna escena aislada junto a Ben Kingsley (actor al que ya parece que le importa todo un pimiento), que interpreta a su contacto con el gobierno, la película no se hunde por completo, salvándose por poco de resultar el aburrido telefilme de descafeinada denuncia que a ratos llega a ser. Fallan también Natalie Press, como la novia de Martin, y Kevin Zegers, como el mejor amigo del protagonista, incapaces de dar vida a sus personajes, mientras que la participación de Rose McGowan es poco más que anecdótica (es rarísimo que, siendo famosa, la cámara apenas la enfoca). En conclusión, sólo recomiendo '50 hombres muertos' a los fanáticos de la historia irlandesa, a los que quieran seguir la incipiente carrera de Sturgess, y a los que les valga cualquier cosa que no sea hollywoodiense; tampoco mata del aburrimiento, vamos.