Parece que David Slade va camino de convertirse, con sólo dos películas en su haber, en el rey de la vacuidad. Sus productos son formalmente, y únicamente, impecables, e incluso podemos encontrarnos con alguna interpretación sobresaliente, como el caso de la impagable Ellen Page (va camino de convertirse en una grandísima actriz) en la sobrevaloradísima 'Hard Candy'. Con '30 Días de Oscuridad' ('30 Days of Night', 2007) se ha sumergido en un terreno más conocido y transitado, o en dos, habría que decir. Por un lado, el cine de terror, y concretamente el subgénero, por llamarlo así, de los vampiros; y por otro, el de las adaptaciones de cómic. No he leído la novela gráfica en la que está basada, 30 Días de Noche (¿por qué extraña razón no habrán titulado la película exactamente igual?), obra de Steve Niles y Ben Templesmith, así que desconozco si existe o no fidelidad a la misma. Desde luego, la idea planteada en ella, me parece simple y llanamente genial.
El argumento de '30 Días de Oscuridad' no ofrece mucha complicación: en un pueblo de Alaska, Barrow, en el que durante el verano la noche dura 30 días, aparecerán una raza de vampiros sedientos de sangre, que dispuestos a sacar provecho de una noche tan larga, se alimentarán de los habitantes. Un pequeño grupo de lugareños, intentarán sobrevivir todo el mes hasta que la soñada luz del sol pueda volver a bañar sus rostros.
La historia no se complica demasiado, va directa al grano, y no desarrolla absolutamente nada. Esto juega bastante en su contra, porque la película se toma su tiempo (un tiempo muerto) para presentarnos a los villanos de la función, a las verdaderas estrellas: unos vampiros absolutamente fascinantes, cargados de una aplastante presencia, que por primera vez no se nos presentan como seres atormentados por su maldición, ni como majestuosos caballeros con nombre rumano. Los vampiros de '30 Días de Oscuridad' son auténticos animales y como tal se comportan, algo que le infiere un carácter terrorífico verdaderamente logrado. Salvo el cabecilla, los demás no hablan, emiten sonidos, aullidos y rugidos espeluznantes que ponen la piel de gallina. No sabemos de donde vienen, no explican demasiado sobre ellos, y no interactúan demasiado (a zamparse a los humanos, y listo). Y curiosamente no lo necesitamos, nos llega con su perturbadora presencia.
Una presencia comandada por un perfecto Danny Huston, hijo de un director mítico, que borda su papel de vampiro jefe. Sería injusto no nombrar las excelencias de los maquilladores, que proporcionan credibilidad a los vampiros. Atención a esos dientes que se escapan de los típicos colmillos de toda la vida. Huston me parece lo mejor de la película, sobre todo porque es un personaje atípico en un actor tan "serio" como él, y desde luego se nota que se lo ha pasado de miedo, nunca mejor dicho, interpretando a un no-muerto. Ningún actor del reparto está a su altura, dejando a un lado que además tienen personajes mucho menos interesantes. Josh Hartnett no molesta tanto como de costumbre, pero sigue siendo buenísimo en no expresar absolutamente nada. Y Ben Foster realiza un personaje en principio importante en la trama, y luego totalmente inútil (es evidente que su personaje va a acabar como acaba, pero me parece una forma muy facilona de resolverlo).
David Slade tiene cierta mano para el aspecto visual. Además, cualquiera se resiste a un marco tan perfecto: un pueblo aislado por la eterna noche, que semeja ser un infierno bañado en blanco por esa nieve que parece separar al pueblo del resto del mundo. Hay tomas muy inspiradas en la película, como esa aérea recorriendo la localidad mientras vemos como la horda de vampiros van eliminando a los humanos. Pero no hay mucho más. Por muy preciosista que sea la puesta en escena, el film adolece de muchos fallos, como por ejemplo el no sabe situar geográficamente a los personajes con un mínimo de coherencia: en cada cambio de plano nos despistan, por lo que nunca sabemos a ciencia cierta dónde están los humanos y dónde los vampiros. Por no hablar de lo mal empleadas que están las elipsis: de repente han pasado un montón de días, cuando se tiene la sensación de que sólo han sido unas horas. Si a eso sumamos que hay personajes que hacen acto de presencia porque sí, que la atmósfera no está nada conseguida, y mucho menos el clímax de terror, y que los mejores diálogos sólo los pronuncia el vampiro jefe (antológico su "No God" a una víctima que suplica y nombra a Dios), pues no tenemos mucho donde rascar.
Al final, que tarda en llegar, porque si otra cosa de la que peca la película es que es demasiado larga, nos quedamos con el sabor de la decepción en los labios. Decepción porque aquí había una oportunidad única (no hubo que idearla) de hacer algo bueno en un género que parece haber explorado todo tipo de variaciones. Una película muy floja, que incluso aburre y roza el ridículo (esa pelea final, que termina de redondear lo mal que están realizadas las secuencias de acción), de la que sólo recordaremos esos vampiros tan bestias, y también las bestialidades que cometen los mismos, y en las que Slade no se corta ni un pelo, ofreciéndonos alguna que otra escena gore que hará las delicias de los amantes de la hemoglobina: ya era hora de que decapitar a un vampiro, o a un humano mordido por uno de ellos, costase lo suyo.