¿Qué es un clásico? Si atendemos a la definición de la RAE, clásico es, relativo a un autor o una obra, algo que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia. Si sólo fuera esto, es probable que no pudiéramos tachar de clásico a 'Atrapado en el tiempo' ('Groundhog Day', 1993) porque costaría rastrear su influencia como modelo a seguir en el cine de comedia fantástica que hemos visto en los últimos cinco lustros.
Pero todos sabemos que la definición de clásico —de clásico del cine, claro— va más allá de lo estricto de una acepción de diccionario. Tanto es así, que supongo que muchos tendréis a la cinta de Harold Ramis en tal estima, sea por el constatado hecho de que es una película por la que no ha pasado el tiempo —la atemporalidad, signo de clásico— o por algo de aún mayor relevancia: que la frase "esto parece el día de la marmota" forme parte del vocabulario común de casi todas las generaciones que han ido acercándose al filme desde 1993.
Un filme al que hoy queremos rendir homenaje en Espinof, ya por la cercanía del día de ayer —el 2 de febrero es el "Groundhog Day" en Estados Unidos— ya porque el próximo 14 se celebrará, como ya apuntaba antes, el veinticinco aniversario del estreno de una comedia que, seamos francos, no podría ser más atípica ni ser mejor reflejo de las dos personalidades que la definen de manera más precisa: las de Harold Ramis y Bill Murray.
Bill Murray, enorme Bill Murray
Amigos desde siempre, comediantes de vocación y artistas de cine de profesión, sería imposible entender a 'Atrapado en el tiempo' sin ese tono casual e inevitable que Ramis y Murray aportaron a todo aquello que tocaron juntos o por separado. Siendo claro ejemplo de esto su intervención en 'Los cazafantasmas' ('Ghostbusters', 1984), es no obstante la historia de cómo un tipo desagradable, narcisista y ególatra llamado Phil tiene que repetir el mismo día una y otra vez la que mejor representa tanto a Ramis como a Murray detrás y delante de la cámara, respectivamente.
Y aún diría más: dando por sentado que la realización de Ramis es correcta y sirve a las necesidades del guión escrito a cuatro manos entre él y Danny Rubin, si hay algo que resulta completamente indispensable a la hora de valorar la enorme valía y efectividad de 'Atrapado en el tiempo' eso es, sin duda, el trabajo de Bill Murray. Es más, sabiendo que se consideraron a otros actores para el papel de Phil Connors —entre ellos, Tom Hanks— que el Dr. Venkman hace suyo, no sólo el papel, sino toda la película, es algo tan obvio como que ésta funciona cómo lo hace gracias a él.
Variación de una mayor sutileza sobre el carismático bastardo que fuera el Frank Cross de 'Los fantasmas atacan al jefe' ('Scrooged', 1988), la facilidad con la que el actor se revela como un cínico y poco agradable presentador de televisión sin necesidad de recurrir a aspavientos o levantar la voz, es superada a lo largo de la cinta por sus denodados esfuerzos por acoplarse al discurrir de la historia y alterar esa percepción inicial a la muy diferente con la que finaliza la odisea de su personaje.
De la repetición surge la iluminación
Un personaje al que terminamos adorando sin condiciones después de haberlo acompañado por el período indefinido de tiempo —hay quien habla de diez años, hay quien dice que entre treinta o cuarenta— en el que debe repetir una y otra vez el mismo día y que, a lo largo de los cien minutos de metraje, muestra tal abanico de diferentes aspectos de su personalidad, que resulta imposible no caer rendido a los pies de la sutilidad con la que Murray lo encarna.
Pasando de la estupefacción inicial a ese instante en el que habla con el personaje de Andy McDowell afirmando ser "un Dios", y llegando en última instancia a la versión más agradable y humana de alguien que se ha dado cuenta que, si para algo estamos en este mundo es para entender en toda su dimensión el egoísmo y no creer que tan malograda virtud es pensar en uno mismo sin tener en cuenta a los demás, sino hacerlo sabiendo que la felicidad de los que nos rodean empieza por la propia, es el viaje de Phil Connors uno que termina sintiéndose como personal.
Acaso la mayor de las virtudes de 'Atrapado en el tiempo', la de hacernos partícipes inequívocos de ese tránsito de la oscuridad a la luz, es el filme de Ramis uno que, sin necesidad de intentar provocar la carcajada en el respetable, se granjea nuestras más sinceras simpatías desde el primer al último minuto; quizás porque nos veamos reflejados en parte en esta parábola del mundo materialista en el que vivimos, quizás porque, como muchos líderes religiosos han querido ver, la cinta atesore una enorme cualidad espiritual que nos llena sin poder evitarlo.
La transformación de Phil en una mejor versión de sí mismo —que no en un Phil diferente— resuena en aquél que se acerca al filme con una intensidad que se ve reforzada, no cabe duda, por la determinación del personaje de Murray de construir una persona capaz de enamorar a Rita —McDowell— en un único día. Añadir esa componente romántica y nada ñoña a un filme que evita con humor las zonas más oscuras del viaje de su protagonista, no es sino la virtud que colma el vaso de este, digámoslo con autoridad, indiscutible clásico de los noventa.
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