“¿Quieres ser el responsable de la completa extinción de la raza humana? ¿Podrás llevar esa carga?”Carl Anheuser (Oliver Platt), lo creáis o no, esperando una respuesta.
Ayer vi una de las peores películas de los últimos años. Estábamos advertidos, dice el cartel, y es cierto. Sabía que no me iba a entusiasmar, desde luego, pero cuando me senté en la butaca, con mi refresco y mis palomitas, dispuesto a intentar pasar un buen rato viendo lo nuevo de Roland Emmerich, una superproducción de 200 millones de dólares y más de dos horas y media de duración, no me imaginaba que la película iba a ser tan estúpida, que iba a estar tan mal escrita, dirigida e interpretada. No me esperaba algo tan vergonzoso, más que un espectáculo es un despropósito increíble.
Y ahora viene la pregunta del millón. La que muchos estáis pensando ahora mismo. Si es tan mala, ¿por qué ha arrasado en taquilla? Bueno, es tan simple como que ha seguido una fórmula que funciona. Por muy mal que lo hagas, si gastas una cantidad obscena de dinero en efectos especiales, actores conocidos, publicidad, y tu película ocupa dos salas de los multicines de cada ciudad, prácticamente tienes asegurado el éxito en taquilla. Al menos el primer fin de semana. Por eso es tan importante que se estrene en todas partes al mismo tiempo, haciendo el máximo ruido posible, para que todos caigan en la trampa. No suele fallar, pero una semana después, una vez que la gente habla, el castillo de arena se va descomponiendo. Vamos a ello.
La verdad es que intentar relatar lo que ocurre en ‘2012’ sin tomártelo a cachondeo (véase el tronchante artículo de Rafa Martín en Las Horas Perdidas), es una tarea que se me antoja prácticamente imposible. Sencillamente, no puedo concebir que dos personas, adultas y profesionales del cine, como son Roland Emmerich y Harald Kloser, hayan escrito un guión tan demencial, con la intención de llevarlo a la pantalla convertido en una gran superproducción. Y que después de las carcajadas de los productores a los que se les propuso la idea, no les partieran la cara, por insultar al cine, al negocio del cine y, de forma más o menos directa, al público que potencialmente iría a ver la cosa cuando se estrenara.
Pero vamos a intentarlo. La película comienza mostrándonos cómo se produce el alineamiento planetario y el crecimiento de la actividad solar que, según el guión, ya adelantaron los mayas hace siglos, lo que provocaría que el 21 de diciembre de 2012 se produciría el fin del mundo. Pero ahora estamos en 2009, así que todavía tenemos algo de tiempo. Un científico de la Casa Blanca (Chiwetel Ejiofor) descubre, gracias a un colega que trabaja en una mina en la India, que el Sol está calentando el núcleo terrestre a una velocidad alarmante. La raza humana está condenada. El científico habla con su superior (Oliver Platt) y éste le pone en contacto con el Presidente (Danny Glover, que interpreta en realidad al Presidente de todos los seres humanos). Por el momento, nadie quiere que se sepa la verdad, mientras preparan un plan, y si alguien lo descubre, da igual quien sea, se le elimina por el bien de todos (Emmerich da a entender que por eso murió Lady Di).
Pasamos ya al año clave. Emmerich ha visto el remake de ‘La guerra de los mundos’ que hizo Spielberg hace unos años y le gustó mucho el rollo familiar. De este modo, tenemos a John Cusack como el padre desastroso con dos hijos (uno de los cuales no le soporta, porque así debe ser) que es incapaz de hacer nada bien, hasta que llega la hora de convertirse en el héroe de película y, mientras da lecciones de humanidad y moralidad, salvar a todos de los constantes peligros que van sucediéndose allá por donde pasan, cada vez más escandalosos y ridículos. Tenemos una imposible huida en limusina por las calles de Los Angeles, una vez que Cusack ha convencido a todos de que el mundo se hunde (por cierto, un imitador de Schwarzenegger muere en directo), o una serie de aún más inverosímiles trayectos en avión, donde un cirujano ejerce de experto piloto. Una de las cimas es la ya típica secuencia en la que todos van a morir, a menos que alguien se embarque en una misión suicida y dé su vida por los demás, entre lágrimillas y palmaditas en la espalda (no os cuento cómo acaba, por si acaso).
A lo largo de las más de dos horas y media, Super-Cusack, que está en plena forma y no necesita ni beber agua (de hecho, la respira), se va cruzando con todo tipo de personajes que de alguna forma le conocen y/o le ayudan, hasta que puede llevar a sus dos hijos y a su mujer hasta el sitio donde los gobiernos de todo el mundo han escondido unas arcas capaces de soportar todos los desastres naturales ideados por los guionistas, incluyendo también el ataque del Air Force One, que de tanta chorrada que ha pasado a su alrededor, se le han cruzado los cables y se ha vuelto malvado (bueno, más o menos). Al final… bah, ¿acaso no sabéis cómo acaba? No, si esperas un gran desenlace desolador y pesimista, no lo vas a tener, créeme, me llevé un chasco hasta en eso.
Sé que esto da mucha pasta, pero aun así me sigue sorprendiendo que tantos actores con cierto prestigio se hayan metido en esta pesca, que hayan aceptado trabajar para Emmerich en su nuevo atentado al cine. Especialmente, me sorprende lo de las actrices, que Thandie Newton y Amanda Peet interpreten a esos personajes huecos y segundones, sin ninguna importancia, y siempre a la sombra de los hombres, es increíble. Ojo a las memorables frases en torno a los pechos de Peet, y fijaos en quiénes toman siempre las decisiones relevantes; ninguna mujer. Pero bueno, la cantidad de escenas y diálogos que alcanzan la categoría de vergüenza ajena es tan elevada, que puede suponer un gran divertimento repasarlas a la salida del cine, si es que uno aún conserva el buen humor tras el maltrato recibido por sus retinas, y la más que probable destrucción de millones de neuronas durante el visionado.
Dicho todo esto, entiendo que hay un público para ‘2012’. Sin ir más lejos, a mi compañera Beatriz le pareció muy entretenida. Pero yo no le veo la gracia a esto. Para mí un buen espectáculo debe, para empezar, ser creíble, verosímil, también contar con buenas interpretaciones y, fundamentalmente, no tomarme por idiota. En realidad, creo que es por este tipo de productos por lo que se muere el cine, no por la piratería o la falta de talento de las nuevas generaciones. Estas mastodónticas superproducciones, que consumen tanto dinero, y que lo único que dan a cambio son interminables secuencias imposibles repletas de efectos especiales, hacen daño. Dominan el mercado y amenazan con ocuparlo por completo. Por mi parte, a menos que Emmerich se dedique a otras historias, es la última suya que veo. Ni un euro más. Demos oportunidades a otros, nos piden mucho menos y nos dan mucho más.
PD: En Sitges pude ver una comedia dramática con catástrofe que deja a ‘2012’ en pañales. Se titula ‘Haeundae’. El “problema” es que es coreana y probablemente no se estrene en España antes del año… 2012.