La última en tener razón ha sido Carmen Martínez-Bordiu, a la que grabaron desayunando en la terraza de su casa. Gonzalo Miró también ha ganado su contencioso por las especulaciones que se hicieron en torno a la figura de su padre. Las fotos desnudo de Buenafuente en la playa le rentaron una buena cantidad que donó a una ONG. Pese a estos precedentes, las televisiones siguen manteniendo el formato y la filosofía de sus programas, recreándose en detalles más que morbosos y con prácticas nada honestas.
A día de hoy, La Noria tiene el dudoso honor de acumular, semana a semana, prácticas totalmente ajenas a la ética periodística, como la grabación de llamadas sin el consentimiento del interlocutor y su posterior emisión, como si fuera algo de lo más normal. Y lo mismo han hecho con determinadas imágenes recreándose en el delito, siendo el ejemplo más flagrante el especial sobre Antonio Puerta.
La justicia, que va lenta pero segura, termina condenando todos y cada uno de los casos denunciados. Lo malo del procedimiento es que son las víctimas las que tienen que hacer un esfuerzo por defenderse, mientras que las televisiones, llegado el momento, pagan y siguen a su ritmo. ¿Qué haría falta para mejorar la situación? Porque lo ideal sería que las televisiones abandonasen estas prácticas en un alarde de decencia pero no parecen dispuestas a ello. Por lo visto, cometer este tipo de delitos les resulta rentable.
Vía | Ver tele En ¡Vaya Tele! | Telecinco tendrá que pagar a Eugenia Martínez de Irujo