‘Zombis nazis’ es el cachondo título que le han puesto en nuestro país a ‘Død snø’, film noruego cuya traducción sería algo así como Muertos de la nieve o nieve mortal. A punto estuvieron de sustituir la palabra muerte por sangre, que tal vez hubiera estado más acertado. Da igual, en nuestra querida España seguiremos demostrando al mundo entero, empezando por nosotros mismos, nuestra curiosa habilidad para poner los títulos a las películas extranjeras. Cuanto más llamativo mejor, buscando evidentemente una respuesta comercial, algo que le va a hacer mucha falta al presente film, que nos llega con algo de retraso y a sus distribuidores no se les ocurre otra cosa que estrenarla el mismo día que nos llegan los últimos trabajos de M. Night Shyamalan y Christopher Nolan, los cuales acapararán la atención del público español, sobre todo el segundo.
El subgénero de los zombis ha experimentado algunos cambios desde que George A. Romero los pusiera de moda hace ya más de 30 años —y no era la primera vez que aparecían en el cine tal y como los concibió dicho director— con su mítica ‘La noche de los muertos vivientes’ (‘Night of the Living Dead’, 1968). Poco a poco los zombis han ido experimentando cambios en su tratamiento; de muertos que se levantaban de sus tumbas hambrientos por carne humana se ha pasado a infectados por un virus con la misma sed de sangre, o sin ir más lejos, los zombis de esta película dirigida por Tommy Wirkola que resultan ser soldados alemanes de la Segunda Guerra Mundial que han permanecido escondidos en unas remotas montañas de nieve.
El argumento de ‘Zombis nazis’ es prácticamente inexistente, se trata de una premisa que no se desarrolla y que sirve para dar rienda suelta a las imágenes gore que bañan la película durante su último tercio. Pandilla de jóvenes que deciden pasar unos días de vacaciones en una cabaña perdida de la mano de Dios en medio y medio de una montaña nevada y en la que harán acto de presencia unos zombis con malas intenciones. No hay más, y pensándolo bien quizá no lo necesite, al fin y al cabo hablamos de un festival de sangre, violencia y ¡oh milagro!, no hay sexo. Sólo un pequeño revolcón en un baño y no hay ni medio desnudo; una demostración por parte de los noruegos hacia los yanquis de que no hace falta meter a un grupo de cachondos y cachondas en celo en todas las películas de terror sangrientas.
Lamentablemente y por mucha frescura que ofrezca un film de terror no estadounidense, al final ‘Zombis nazis’ adolece de los mismos errores, topicazos o falta de seriedad que los aludidos. Evidentemente esa es su intención, o sea, estamos ante un film que no se toma en serio a sí mismo —aunque puede apreciarse mucha seriedad en su realización—, una parodia —tal y como afirma Jesús León en su texto— del subgénero de zombis. Pero aquí un servidor le exige mucho más al cine aunque éste esté hecho con fines de divertimento. La primera hora de la película es un suplicio estratosférico con un falsa presentación de personajes —un grupo de estudiantes de medicina— que realmente no son más que estereotipos carentes de profundidad. Repito, no busca esta película narrar una historia al estilo Shakespeare, pero tanta simpleza en sus planteamientos termina por desquiciar a uno. ‘El amanecer de los muertos’ (‘Dawn of the Dead’, 2004, Zack Snyder) es precisamente una buena muestra de todo lo contrario que es ‘Zombis nazis’, algo que la presente sólo parece entender en su último tercio, una orgía de vísceras, desmembramientos a ritmo frenético servido con cierto sentido del humor.
Y eso es precisamente lo mejor del film de Wirkola, su total y absoluta falta de prejuicios a la hora de mostrar el enfrentamiento entre todo un ejército de zombis contra dos de los personajes armados hasta los dientes. Es muy probable que aún así la película termine por volverse muy repetitiva, e incluso evite caer en explicaciones necesarias, como la del cofre con determinados objetos que despierta la ira de los zombis y que al abrirlo se ve una luz, como la famosa maleta de ‘Pulp Fiction’ (id, 1994, Quentin Tarantino) que como sabéis no era original, sino heredado de la maravillosa ‘El beso mortal’ (‘Kiss Me Deadly’, 1955, Robert Aldrich). Lo que importa no son las explicaciones, sino su espiral de violencia a lo bestia, sin embargo antes de que todo estalle en una parte final disfrutable, hay que sufrir detalles de guión lamentables como la irrupción de cierto personaje que desvela a los protagonistas —y de paso al espectador— la historia sobre los soldados nazis perseguidos en el pasado. Dicho personaje aparece única y exclusivamente para eso, tal y como se deduce de su destino final, que por cierto está muy bien planificado.
Dejo para el final lo que más me ha gustado de esta flojísima película, la situación de su historia en un escenario nevado. Esos zombis vestidos con sus uniformes saliendo de la tierra blanca y el contraste de colores que se produce cuando la sangre sale de los cuerpos como si la rociasen con una manguera. Cierto es que su director podía haber experimentado más con las posibilidades dramáticas del entorno —¿tengo qué decir qué otra película de terror europea utiliza la nieve de forma magistral?— pero parece más preocupado en impactar de una forma más directa, a través de multitud de órganos desmembrados, sangre a raudales, mientras llena el guión de estupideces —empiezo a pensar que intencionadas, pero al fin y al cabo estupideces— como la de la moneda que da lugar a ese final previsible.
Un día de éstos me veo la de ‘Nueva York bajo el terror de los zombis’ (‘Zombi 2’, 1979, Lucio Fulci) y os la comento, pero cuando tenga el estómago a prueba de balas.