Benoît Jacquot, autor de 'Las alas de la paloma' o 'El séptimo cielo', dirige a Isabelle Huppert en el film 'Villa Amalia' (2009), que se estrena el 18 de junio. El guión, basado en la novela de Pascal Quignard, nos muestra cómo Ann, una célebre concertista de piano, tras descubrir a su pareja besando a otra mujer, decide dejar atrás toda su vida y marcharse, sin un destino fijo.
El film se inventa a través de enigmáticas escenas, a las que es difícil asignarles una designio, consistentes en movimientos más o menos cotidianos o diálogos sin conclusión, que despiertan más intrigas de las que resuelven. Con mayor frecuencia, lo componen envidiables paisajes costeros, por los que parece que no hubiese pasado el tiempo. Pero no por tener poco texto y mucha bella imagen se trata de una película contemplativa que consista en hacer visitas turísticas a lugares escogidos y en disfrutar del bueno ojo para colocar la cámara y mostrar un encuadre.
En todo caso, la contemplación se hace del interior de cada uno. 'Villa Amalia' nos cuenta esta historia a base de retazos, sin ofrecernos explicaciones ante cada decisión tomada. Presenciamos los movimientos repentinos de la protagonista y la acompañamos en su recorrido, sin conocer a dónde se dirige. A través de la observación de los actos de esta mujer, llegamos a comprender qué le ha movido a emprender esta huida. La película extrae la motivación de nosotros mismos y sólo funciona si, más que entender sus sentimientos, llegamos a compartirlos. A Ann no le importa dónde acabará porque lo único que quiere es dejarlo todo atrás.
De lo que la protagonista no se dará cuenta es de que hay algo que no se puede dejar atrás y es a una misma. Ann no necesita abandonar su ciudad y a aquellos que la rodean, liberarse de una vida acomodada en la que lo tiene todo, no: lo que Ann está tratando de abandonar es a sí misma. Se corta el pelo con ganas de ser otra, de desprenderse de todos esos años que cuelgan sobre su espalda. Una vez alcanza la isla y descubre su hogar soñado: Villa Amalia, aún no se siente satisfecha y su comportamiento vuelve a ser poco comprensible. Y es que, cuando lo que se emprende es una huida, puede que la meta no exista y todas las paradas sean estaciones volantes de las que partir enseguida.
El mar se convierte en 'Villa Amalia' en un símbolo de los horizontes abiertos, de las posibilidades infinitas... pero tanta libertad también ahoga. Esas puertas y ventanas que se abren al mar y permiten todo tipo de acto escapista hacen que, como en 'La isla interior', el escenario cobre mayor sentido que los parlamentos y las acciones. El sitio al que Ann ha llegado es también un fin del mundo, ya que alguien que pretende huir de sí mismo sólo dejará de correr cuando no pueda ir más allá o cuando algo lo encierre.
Huppert es una de las actrices que más aportan a las películas, que más marcan a sus personajes. Consciente de ello, la intérprete selecciona los guiones con minuciosidad, hasta el punto de que, ignorando incluso quién haya escrito y dirigido un film, podemos saber aproximadamente qué esperar cuando encontramos a la parisina en el cartel. De esta forma, cobra una autoría que puede ser superior a la del resto del equipo artístico y a la importancia de su interpretación. Ésta, no obstante, es excelente y muy adecuada a la narración en la que no se dan pistas. Isabelle Huppert transmite todo lo que el autor busca con su simple presencia, y se mete tanto en la piel de Ann que parecería que está rodando un film autobiográfico.
En total, nos encontramos ante una cinta que lo da todo a entender sin expresar nada y que carece de aparente o comprensible argumento. 'Villa Amalia' es un film enigmático, en el que los personajes van de acá para allá, pero no geográficamente, sino en cuanto a sus vidas, y en el que el espectador debe encontrar su lugar para percibir el sentido a lo visto. Como decía, funciona si compartimos esa necesidad de echar a correr.