Una de las muchas películas que se estrenan este viernes es ‘Tenías que ser tú’ (‘Leap Year’, 2010). En ella, la protagonista, encarnada por Amy Adams, viaja hasta Dublín para pedirle matrimonio a su novio, pues él parece que nunca va a llegar a decidirse a proponérselo a ella. Debe llegar el 29 de febrero para cumplir una tradición irlandesa que dicta que las mujeres sólo pueden declararse en años bisiestos. Pero el avión en el que viaja se desvía por culpa de una tormenta y Anna acaba en una pequeña aldea alejada de Dublín, donde debe convencer al único taxista, Declan, de que la lleve hasta la capital.
Este film incide en el manido, pero no por ello poco interesante tema de «abrir los ojos», es decir, de demostrarle a alguien que cree que es feliz y que lo tiene todo, que su vida podría ser mucho más maravillosa, justo antes de que tome una decisión tras la que será difícil volver atrás. El concepto es bueno, sin embargo, ‘Tenías que ser tú’ no consigue transmitirlo. Para empezar, la vida que lleva Anna no aparenta ser perfecta y el novio que tiene — Adam Scott, de ‘Party Down‘— no lo querría ni de saldo la más desesperada. La imagen que nos hacemos del sujeto al conocerlo debería ser la que nos transmitiese al final del metraje, pero en el inicio deberíamos verlo como un tremendo partido. Para continuar, no se produce un cambio de actitud o una evolución del personaje de ella, que haga ver que, aparte de ser más guapo, el nuevo novio le ha cambiado la vida y le ha hecho percibir que se estaba perdiendo diversiones inimaginables.
Desenlace previsible
En otras ocasiones he defendido que no supone un problema para las comedias románticas que sean predecibles, pero supongo que me refería a algo general, donde sabes, únicamente, que los protagonistas van a acabar juntos. Cuando lo que ocurre es que te ves venir cada uno de los giros y de los momentos, la cosa cambia. Y te los ves venir porque casi se han convertido en tópicos obligatorios del género, como la necesaria noche en la misma habitación, para la que siempre se encuentra una excusa.
Precisamente lo bueno de saber cómo tiene que acabar una historia es la curiosidad que se crea para saber cómo se las van a arreglar los guionistas para sacar a los personajes de los aprietos que aparentemente impiden que la cosa llegue a ese término. En ‘Tenías que ser tú’ no existe un verdadero conflicto que superar. El hecho de que ella tenga otro novio no supone impedimento alguno por el motivo que he mencionado antes: ella no necesita que le cambie la percepción para ver que el nuevo es preferible. Jamás ha demostrado sentir por él ni un ápice de amor o siquiera de compasión.
El personaje de Anna
Otra de las cuestiones fundamentales para que funcione una comedia romántica es que haya química entre los protagonistas. Sé que encontrarla o no es algo muy personal y discutible, pero particularmente en este film no veo ninguna. Es habitual en el género crear personajes que aparentan ser intratables para que luego, con el tiempo, se descubra un rasgo de humanidad que haga que el otro se enamore de ellos. Pero ya he dicho que Anna no sufre la más mínima evolución y, entre otras cosas, eso significa que no muestre ni un atisbo de encanto en toda la duración de la película. Por lo tanto, me parece tan inverosímil que él sienta algo por ella, que ni los momentos románticos me transmiten emoción alguna.
Cuando un film presenta a una protagonista que padece lo que llamo el síndrome Gollum, es decir, ansias irrefrenables de que le entreguen «el anillo», no sólo lo tendrá difícil para despertar mi empatía, sino que muy bien tendrá que caerme para que no se me antoje estúpida desde el inicio. Es posible que algunas comedias reflejen este tipo de pensamiento para hacer ver que es una idiotez, así que no siempre hay que descartarlas cuando ésa es la manera de pensar inicial de la heroína. Pero, aunque durante unos momentos pueda parecer que ‘Tenías que ser tú’ cuestiona estos criterios, al final —tras semi-plagiar una de las frases finales de ‘Cuatro bodas y un funeral‘— se demuestra que los apoya al ciento por ciento.
Matthew Goode —‘Match Point‘— es el irlandés que deberá acompañar a nuestra protagonista hasta Dublín para que complete su misión. Tanto el intérprete como su personaje son, con creces, lo mejor de la película, pero su interés desciende cuando se intenta hacer ver que es vulnerable y su transformación para llegar al forzado final no termina de ser plausible.
‘Tenías que ser tú’ es más larga de lo que necesita, ya que la historia es sencilla y carece de tramas secundarias, personajes de apoyo graciosos o de complicaciones. Durante la mayor parte del tiempo, Anand Tucker se complace en ofrecer paisajitos irlandeses que podrían despertar las ganas de visitar ese país, si no fuese porque al mismo tiempo lo presenta como el tercer mundo. El humor no está muy presente, así que al final, tanto de lo mismo se hace pesado.
Para cerrar este comentario con una conclusión, diría que ‘Tenías que ser tú’ echa mano de todos los ingredientes archivistos en las comedias románticas, pero que su fallo no está en que nos ofrezca lo mismo de siempre pues, si funcionase, no pasaría nada por repetir la experiencia. El problema es que el fondo de las cuestiones no se ha sabido retratar con acierto. Salva la papeleta Matthew Goode, motivo único de que se evite pausar la reproducción o abandonar la sala.
Mi puntuación: