‘No estoy hecho para ser amado’ (‘Je ne suis pas là pour être aimé’, 2005), de Stéphane Brizé, nos cuenta cómo vive Jean-Claude (Patrick Chesnais), un soltero de avanzada edad que lleva el negocio de cobro de impagos que le dejó su padre y cuyo único entretenimiento en la vida es acudir a clases de tango en una academia que se ve desde la ventana de su oficina. Françoise (Anne Consigny) también toma clases porque pronto se va a casar y quiere bailar bien en la ceremonia de su boda.
El desarrollo argumental es reducido y en la película se ven muchas escenas largas en las que apenas está ocurriendo nada. Sin embargo, ese tiempo no está vacío de sensaciones, pues la interpretación de Chesnais nos transmite mucho y la contemplación de su vida monótona y triste nos hace ir desarrollando un cariño hacia el personaje que ha renunciado a lo que la vida puede ofrecer. Jean-Claude piensa que para él ya no existirá la oportunidad de encontrar a nadie o de cambiar su existencia. Y está resignado a ello.
La expresión que describe muchos de los momentos de esta película es la vergüenza ajena. Efectivamente, él no está hecho para ser amado, por lo que, en muchas situaciones, duda con respecto a la manera de proceder y los instantes se hacen incómodos. La diferencia con respecto a cualquier comedia romántica interpretada por atractivos actores, cuyos personajes saben cómo comportarse en cada momento, está aquí. Las situaciones son mucho más auténticas porque en la vida real se producen esos silencios embarazosos y esas coyunturas en las que reaccionamos torpemente y sin compaginarnos a la perfección con el otro.
Como decía, Patrick Chesnais está muy bien elegido para el papel. Todo nos lo da con una interpretación minimalista en la que, más que actuar, se limita a estar ahí y transmitírnoslo todo con su aspecto. Anne Consigny también es un acierto, pues tiene un punto encantador con su sonrisa, pero nos creemos que pueda interesarse por él, a pesar de la diferencia de edad y de que ella sea más atractiva. Lo que queda exagerado del reparto es la elección de Lionel Abelanski para el papel del prometido de Françoise, pues no era necesario que fuese tan feo y desagradable para que entendiésemos la postura de ella, solo con su pasotismo hacia la relación la comprenderíamos. Hablando del reparto, destacaría esa escena prolongada en la academia de tango, en la que vamos viendo pasar por delante de la cámara parejas imposibles compuestas por curiosas figuras humanas.
La trama secundaria del padre de Jean-Claude, que podría parecer típica, está muy bien integrada con el argumento principal y logra darnos los puntos de inflexión y producirnos una emoción. Están igual de bien encajadas las tramas de su ocupación, su relación con su hermano en el negocio, y de los desahucios que se ve obligado a llevar a cabo. Hasta este momento, el protagonista había aguantado con estoicismo todos estos aspectos de su vida, pero por fin ahora comenzará a cuestionarlos.
La estructura del guión no se despega del canon clásico de las comedias románticas. SPOILER Tanto es así que incluso tenemos, cerca del final, ese momento de enfado en el que parece que todo va a ir mal, para luego acabar felizmente. FIN DEL SPOILER. Sin embargo, el tratamiento y los personajes son tan diferentes que no parece que estemos viendo la misma película de siempre.
La música, como se puede suponer por lo narrado en la sinopsis, desempeña un importante papel en la película y en la evolución de los personajes. Como en ‘The Visitor’, film con el que éste guarda muchas similitudes, pues también trataba sobre un hombre que vuelve a vivir cuando se suponía que no le quedaba nada; es el ritmo exótico de un país lejano, pero mucho más animado, lo que le lleva a sufrir esa transformación y lo que hace que entre el calor en sus venas. Al igual que esta música contrasta con la vida de Jean-Claude, también los colores de la academia de baile chocan con la ausencia de ellos en los lugares que él frecuenta.
‘No estoy hecho para ser amado’ es un ejemplo de cómo con casi nada se puede conseguir mucho. Un dechado de sobriedad y de sencillez que no por ello acusa la carencia de acciones, sino que te mantiene pendiente todo el tiempo para ver el desenlace.
Mi puntuación: