Sería recomendable no leer las sinopsis que se han distribuido sobre 'Louise-Michel' (2008), film de de Gustave de Kervern y Benoît Delépine, que se estrena este viernes, 15 de octubre. En ellas se cuenta todo, desde el inicio hasta la escena final, pasando por todos los pormenores intermedios. Sólo queda fuera la secuencia que viene después de créditos —sirva esto también de aviso para que no se abandone la sala antes de tiempo—.
Para quienes necesiten saber algo de su argumento antes de decidirse o no a ver 'Louise-Michel', indico, sin destripar nada, que se trata de una comedia negra con un fuerte contenido social reivindicativo en contra del capitalismo y del trato tan indigno que están sufriendo los trabajadores, especialmente desde que la crisis ha servido de excusa a los empresarios para despedir y relocalizar sin apenas penalizaciones. La observación crítica que mantiene la acción en constante avance supone una interesante reflexión sobre el funcionamiento de las multinacionales y la impunidad de sus directivos.
Tremendamente extraña y particular, 'Louise-Michel' ofrece la nada desdeñable oportunidad de sorprenderse con un film, de ver algo diferente y alejado de tantas y tantas propuestas similares entre sí. Sus escenas pueden llegar a un delirio que sitúa al espectador entre la incredulidad y la celebración.
Por ello, 'Louise-Michel' puede gozarse como no se gozarán otros films más perfectos o clasicistas. Su gran capacidad catártica no sólo se deriva de la decisión y de las acciones de los protagonistas en venganza de los jefes. Se vive, asimismo, una gran liberación al observar cada uno de los momentos tan peculiares, cargados de ese sentido del humor que no pide perdón.
Se goza en sus defectos y en el absurdo de su exceso. Allá donde muchos se habrían detenido, estos autores han continuado. Es decir: con parte del contenido que descubrimos aquí, se podrían haber narrado historias. Pero de Kervern y Delépine le añaden aún más argumento, logrando una amalgama en la que, como aspecto positivo diremos que no dejan de acontecer cosas, pero en la, como crítica negativa añadiremos que no todas encajan—el funeral del inicio es muy gracioso, pero, ¿a cuento de qué viene? —.
Los personajes no son heroicos, ni siquiera tienen un aspecto o un comportamiento con los que sea fácil despertar la empatía del espectador. La situación, que solidariza de forma muy inmediata, sí nos pondrá de su parte, pero principalmente lo conseguirá su capacidad de tomar determinaciones, su ausencia de conformismo o inmovilismo. Sin sutilezas o medias tintas, estos personajes se moverán torpe, pero imparablemente hacia su objetivo, arrasando con todo y arrastrando a los espectadores en esa aventura. Yolande Moreau y Bouli Lanners encarnan a los difíciles protagonistas con absoluto acierto y gran vis cómica. Su aparente indiferencia compone perfectamente unos retratos profundos y logrados.
La pobreza en la que están inmersos los personajes de 'Louise-Michel' se traslada o se refleja en la estética del film. Sea o no intencionado, este aspecto, compuesto tanto por la fotografía como por el diseño de producción, es el que mejor acompaña a esta historia de perdedores. La banda sonora, que integra canciones de Daniel Johnston, también nos habla de un mísero modo de vida.
El film se cierra con la siguiente cita de la anarquista escritora, poetisa y educadora Louise Michel, impulsora de la Comuna de París, a quien se dedica el título: «Maintenant que nous savons que les riches sont des larrons, si notre père, notre mère n’en peuvent purger la terre, nous quand nous aurons grandi, nous en ferons du hachis». («Ahora que sabemos que los ricos son ladrones, si nuestro padre, nuestra madre no puede purgar la tierra, cuando crezcamos, les haremos picadillo»).
Está claro que 'Louise-Michel' no es una película para todos los públicos. Por algo, ha tardado dos años en llegar a nuestro país, y es probable que no logre una gran recaudación. Sin embargo, para un público harto de ver cine y de encontrar siempre lo mismo, puede aportar una considerable dosis de originalidad que la convierta en una válida opción.