Cuando mi compañero Juanlu, que dicho sea de paso se ha operado los ojos de rasgados a puramente occidentales, habló sobre ‘Las vidas posibles de Mr. Nobody’ (‘Mr. Nobody’, 2009, Jaco Van Dormael) enseguida puse esta película entre las primeras de la lista del cine actual, últimamente de capa caída. No es que mi compañero y yo coincidamos bastante, algo que hacemos sobre todo en obras que necesitan ser reivindicadas o no son del gusto popular, pero aunque todos tengamos nuestro propio criterio siempre hay personas de las que, sin fiarte completamente de ellas, sirven como brújula para saber por dónde van los tiros. Si hubiera sido Massanet, a través de su verborrea autocomplaciente —escribe como Dios, aunque yo no soy creyente—, el que me hubiera dicho que la película es brutal, habría tomado mis precauciones.
A lo mejor, en otras realidades paralelas, en plan ‘Lost’ —que no es paralela por cierto— o la película que nos ocupa, ambos me la recomiendan, y no, y sí, y otra vez no, lo mismo que hace Van Dormael en ‘Las vidas posibles de Mr. Nobody’ —¡qué manía de estropear los títulos!— , un film tan fascinante como pretencioso. Tras días de reflexión dejando que la película repose en mi memoria, aún no tengo claro del todo si me ha encantado o me ha parecido una soberana memez. Lo que está claro es que es una de esas películas que va a provocar tantos amores como odios, destinada a convertirse en un título de culto, si no lo es ya. Servidor va a quedarse en un término medio —sí, también existen— pues creo que la labor de Van Doarmel es elogiable, pero al final me queda una extraña sensación de frialdad y vacío.
Lo que considero difícil es intentar explicar la trama de esta película, de ofrecer una sinopsis clara para aquellos qué quieren saber de qué va la película, una de las principales razones que mueven a la gente a las salas de cine. Podríamos decir que es la historia de un mortal en mundo futuro poblado de inmortales, o las posibles caminos que pudo tomar la vida de Nemo Nobody —excelente elección de nombre para un personaje— a partir de un hecho muy significativo en su existencia. Van Dormael no construye una historia de forma tradicional, no le interesa, puesto que su intención es más bien provocar una serie de sensaciones, de formular preguntas, a través de una puesta en escena cuidada al mínimo detalle logrando escenas de una belleza impresionante. ¿Lo consigue? Sí, pero ¿quedan éstas imágenes en el recuerdo? No. Y lo que es más importante, ¿interesa lo que Van Dormael nos cuenta? Creo que a ratos sí y otros muchos no. Y he ahí su mayor problema.
La laberíntica estructura narrativa de ‘Las vidas posibles de Mr. Nobody’ puede llegar a ser un verdadero problema para el espectador, que lejos de entender lo que está viendo opta por sumergirse en sus imágenes dispuesto a dejarse llevar por el torrente sensorial que es la película. Creo que Van Dormael saca al espectador —por lo menos conmigo, supongo que no lo tengo que matizar, pero por si acaso— de la película por culpa precisamente de ese laberinto en el que se desarrollan una serie de historias, algunas de las cuales no interesan lo más mínimo. Sin ir más lejos todo lo que sucede con el personaje de Sarah Polley me resulta incluso insoportable, desde la aparición de ella cuando es adolescente hasta la parte de Polley llenando la pantalla todo el rato de caras y muecas. Tal vez el desorden con el que lo cuenta el director sirve más para disfrazar el enorme vacío que tiene la película en ocasiones, consciente de que ahí no hay mucho que contar o de lo que se pueda sacar.
Durante la mayor parte de su metraje la película juega a varias bandas, confundiéndonos sobre qué es real, qué imaginado, qué recuerdo, qué pasado, qué futuro, en definitiva sobre la existencia o no de las cosas, a partir de una historia sobre las decisiones que Nemo podría tomar en cierto momento de su vida. Van Dormael dispone de muchas opciones a lo largo del trayecto, algunas más claras que otras, pero la elegida al final, llamémosle sorpresa, se me antoja caprichosa y facilona. La ambigüedad con la que jugaba el director —aún con trampas narrativas en el nudo del film— desaparece por completo, y sólo nos quedan instantes enormemente bellos visualmente —toda la parte de ciencia ficción— y la sorpresa que da Jared Leto como actor aguantando con dignidad el enorme peso de un film tan ambicioso. Porque si intentar reunir en una sola película prácticamente todos los misterios de la existencia —teoría de cuerdas, el Big Bang, el efecto mariposa, etc— no es ambicioso, entonces no sé qué lo es.
Dejo para el final la labor de Jared Leto, actor con cara de niña pija que no ha roto un plato en su vida, pero que realiza una interpretación estimable, muy por encima de lo esperado. Sus instantes como anciano en ese futuro en el que la gente no muere —toma pensamiento pretencioso— son los mejores de todo el relato, y en los que el actor está sensacional aún con kilos de maquillaje en manos y rostro. A su lado, actores como Rhys Ifans, Diane Kruger —sustituyó a Eva Green a mitad de rodaje— y sobre todo Sarah Polley están bastante desaprovechados, tal vez porque no son más que piezas de un gran puzzle sin final con el que se intenta reflexionar sobre toda nuestra existencia.
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