'La duquesa', drama desapasionado en palacio

'La duquesa', drama desapasionado en palacio
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Muy bien nos tiene acostumbrado el cine británico cuando afronta una historia de época. La ambientación, el vestuario y la dirección artística suelen ser las principales garantías de películas de factura impecable y cuyas historias, a menudo adaptaciones de clásicos, suelen deparar excelentes resultados. En el recuerdo quedan títulos brillantes que salieron de la factoría Merchant-Ivory, como 'Lo que queda del día', 'Regreso a Howards End' o 'Una habitación con vistas', pero también las recientes 'Orgullo y prejuicio' y 'Expiación: Más allá de la pasión', ambas dirigidas por Joe Wright y que comparten protagonista con 'La duquesa'.

Precisamente sobre Keira Knightley recae gran parte del peso de esta historia que adapta la obra 'Georgiana: Duchess of Devonshire' (de Amanda Foreman), la biografía de una mujer revolucionaria para su época y que mantenía parentesco lejano con la malograda Lady Di. Hasta aquí, podemos afimar que en el apartado técnico y artístico mantiene el estilo y la excelente factura de las mencionadas películas británicas, pero el inexperto Saul Dibb, el encargado de la realización, no logra extraer todo el partido a la historia ni a sus personajes.

En 'La duquesa' asistimos a la evolución de una joven hermosa de nombre Georgiana, preparada y con educación exquisita para desposarse con algún noble al que ofrecer su amor y entrega. Sin embargo, y a pesar de la ilusión de haber sido elegida por el influyente y poderoso Duque de Devonshire (un gris Ralph Fiennes) para convertirse en su esposa, su vida matrimonial se convierte en un verdadero infierno. Un drama intra muros en palacio que intenta sofocar con su vertiente más extrovertida y capacidad para convertirse en el centro de atención hacia el pueblo y hacia la clase política, con la que mantiene excelentes relaciones.

El eje central de la historia de Georgiana en 'La duquesa' es su frustración como esposa, ya que se encuentra desde el principio con un esposo desapasionado, cuyo único objetivo es alcanzar un heredero varón, que en su tardanza en llegar aumenta las desavenencias hasta convertirse en una desgraciada esposa y madre, sin suerte en el amor. Tan sólo un tímido romance con uno de los políticos más jóvenes y prometedores de Inglaterra, supone una vía de escape. Una historia de amor que subyace a lo largo del metraje y en el que no se profundiza en la narración, quedando en casi anecdótica (y escasamente convincente). La historia dramática de 'La duquesa' se completa con un triángulo amoroso a la llegada de su mejor amiga Lady Foster a palacio.

Georgiana es una mujer influyente y mucho en el periodo prerevolucionario en el que vive, casi una adalid del aperturismo en una etapa con visos de cambio. La duquesa se erige como un modelo de mujer para el resto de Inglaterra, amada por todos menos por su esposo, y adorada por hombres y mujeres por su belleza y su innovación en la moda del momento. Este importante aspecto que define la naturaleza de la protagonista, queda muy desdibujado a lo largo del metraje, relegado a un segundo plano, muy distante. Ya que la intención del guión y de su realizador es mostrar el drama íntimo que vive en la alcoba de palacio, donde tiene que sufrir la falta de pasión y de comunicación de un marido poderoso, que no le da muestra alguna de amor.

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Sin embargo, al optar por desechar gran parte de la definición del personaje, esa vida externa que supuso todo un hito en la Inglaterra de finales del siglo XVII, se pierde el contrapunto necesario para contrarrestar las lágrimas y el dolor de una madre sometida y esposa conscientemente sumisa. Y para todo ello, era necesario extraer más partido de las tramas secundarias, que resultan inconsistentes (al igual que todos los personajes secundarios) y, principalmente de los personajes principales que resultan fríos, planos y faltos de fuerza.

Keira Knightley ya ha demostrado que es una actriz especialmente dotada para moverse con elegancia ante la cámara con complicados y fabulosos trajes, pero sin embargo, a pesar de su esfuerzo, no logra brillar en su interpretación. Al menos a la altura que había demostrado en sus títulos anteriores, los citados 'Expiación' y, sobre todo, 'Orgullo y prejuicio'. Keira se muestra encorsetada, incapaz de demostrar su evolución como mujer y persona, desde que contrae matrimonio en su juventud, hasta que asume su rol como madre coraje. Hace falta mucho más que posar con su bello vestuario en fastuosos decorados para transmitir el drama por el que se ha optado.

Aunque quizás la falta de mano en la dirección de actores de Saul Dibb sea el principal problema, porque ni siquiera Ralph Fiennes como el Duque de Devonshire consigue resultar demasiado convincente. Un Fiennes que también se esfuerza por mostrar ese lado oscuro, pero que compone un personaje demasiado hueco (especialmente acentuado en la relación con su amante Lady Foster) y que demuestra que Dibb no es James Ivory ni siquiera Joe Wright.

2,5
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