'Entre nosotros', las miserias de una pareja

¿Me odias? Yo a veces te odio.

(Gitti)

‘Entre nosotros’ (‘Alle anderen’, 2009) es una de esas películas europeas que espantan sin remedio al público corriente, tanto al espectador que sólo va al cine a divertirse, como al que va buscando una historia emocionante, ya sea de aventuras o dramática. Y da igual que hayan sido proyectadas en festivales (todo sea dicho, cada vez son menos selectivos) o que incluso hayan recibido algún premio (ésta se llevó dos en el certamen de Berlín). El motivo es sencillo: la historia no atrae, parece claro que uno se va a aburrir. Aparte de eso, ni el director (directora en este caso, Maren Ade) ni los actores protagonistas son conocidos, algo que se tiene mucho en cuenta, aunque tratándose de una producción alemana no deja de ser bastante lógico.

‘Entre nosotros’ gira en torno a una joven pareja que se examina a sí misma durante unas vacaciones; y dura dos horas. Seguro que no os extraña si os digo que en conjunto resulta una película endeble, desangelada y fría, llegando a provocar más de un bostezo. Desde luego, hay momentos de lucidez, y la propuesta no deja de resultar interesante, aunque otros cineastas ya tocaron los mismos temas y de una forma similar, con mayor acierto (es imposible no acordarse del maravilloso trabajo de Ingmar Bergman). Se agradece el riesgo y la intención de la película, y los actores están acertados, pero se echa en falta un guión más elaborado y un mayor ingenio a la hora de plasmar en imágenes la crisis de los protagonistas.

Condenados a soportarse

La historia de ‘Entre nosotros’ es la de Gitti y Chris, a los que dan vida Fraulein Minichmayr (premiada con el prestigioso Oso de Plata) y Lars Eidinger, los dos muy naturales y convincentes. Desde la primera secuencia (en casa de la hermana de Chris, donde Gitti llega simular que su sobrina le dispara) se nos revela la personalidad tan diferente de cada uno. Ella es una chica alegre, sincera, simple y ordinaria, no se calla lo que piensa y está satisfecha con su vida; por el contrario, él es un joven introvertido, reservado, serio, educado e inseguro, muy preocupado por lo que puedan pensar los demás. No es nada raro que una pareja esté formada por individuos de carácter tan opuesto, de hecho es bastante común encontrar que uno de los dos habla mucho mientras el otro es bastante más callado.

La cámara de la joven Maren Ade (también premiada por el jurado de Berlín) se cuela en el día a día de estos dos muchachos, ya en torno a la treintena, mientras pasan el verano en una bonita casa de los padres de Chris, en Cerdeña, rodeados de campo, bosque y montaña. El cambio de ambiente, la tranquilidad y la soledad los desarma, los expone a sí mismos, a sus propias miserias, revelándose pronto las importantes fisuras de su relación. Chris se encierra en sí mismo, herido en su orgullo, decepcionado ante la perspectiva del fracaso pues no parece que sus ideas (es arquitecto) le lleven a ninguna parte. Toda su frustración la vuelca en Gitti, a la que considera inferior, sabiendo que ella es muy dependiente y que pasará por alto su mal humor. Gitti se ve obligada a aceptar el juego, hasta que ya no puede más y fuerza a su novio a cambiar de actitud (ocurre en varias escenas).

Esta aburrida dinámica (si ya se desesperan los protagonistas, imagínense el espectador), rodada sin imaginación ni exigencia, sólo animada por reflexiones en voz alta que no llegan a ninguna parte (el joven no cree que su novia sea capaz de entender sus problemas, los más graves e importantes del universo), da un afortunado giro cuando se introduce en el tablero al matrimonio formado por Hans y Sana (Hans-Jochen Wagner y Nicole Marischka). No por casualidad (me extraña que se haya etiquetado de sutil a la directora… quizá lo es en persona), Hans es un arquitecto de éxito, adinerado, seguro de sí mismo y con una fuerte personalidad, mientras que Sana es una mujer débil que vive a la sombra de su marido, tan elegante como superficial, que cuando estaba destacando profesionalmente, vaya, se ha quedó embarazada.

El choque de estas dos parejas reactiva un poco el film, siendo la segunda un espejo en el que Chris se esfuerza en querer mirarse, al mismo tiempo que Gitti se resiste a tolerarlo, erosionándose así aún más su quebradizo amor (si es que es amor lo que aún une a estos dos personajes, que yo diría que no, más bien la comodidad y la costumbre) y desembocando en una tensa resolución que no llega a ser tan dramática como parece intuirse en un principio. Esta progresión consigue mantener el interés a duras penas, a pesar de la escasa pericia narrativa y el poco talento visual de una directora a la que aún le queda mucho por recorrer. Hay momentos valiosos en ‘Entre nosotros’, fruto del trabajo de los dos intérpretes principales, y del a ratos acertado retrato de una joven pareja actual, pero el relato depende demasiado de la disposición, la paciencia y el esfuerzo del espectador.

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