El bestseller ‘La elegancia del erizo’, de Muriel Barbery, tiene su versión fílmica en ‘El erizo’ (‘Le hérisson’), de Mona Achache, que se estrena mañana, 11 de diciembre, medio año después que en Francia.
Josiane Balasko, Garance Le Guillermic y Togo Igawa protagonizan este drama, con algún toque cómico, en el que se narran dos historias con una mínima ilación entre ellas. Por un lado, está Paloma, que rueda una película sobre quienes le rodean con una vieja cámara de cine, mientras espera el día de su duodécimo cumpleaños para suicidarse. Por otro está la portera del edificio donde habita Paloma, una mujer cincuentona que oculta una gran cultura tras su aspecto huraño y que verá su vida cambiada cuando un nuevo inquilino, un atractivo e inteligente señor japonés, se dé cuenta de su belleza interior.
El personaje de Renée Michel, la conserje, es lo más apreciable de ‘El erizo’, a lo cual contribuye en gran medida la interpretación de Balasko. La mujer, con su actitud pasiva, implica más de lo que parece decir, y funciona como la única forma de enganche a la película, gracias al atisbo de empatía que despierta. Su transformación o sus reacciones ante las situaciones que van surgiendo revisten algo de interés y el misterio que supone su ser en general, aunque esté muy forzado, nos crea un mínimo de curiosidad. Kakuro Ozu es otro personaje con valía por su actitud tan enigmática, su manera de sonreír y su dulce forma de hablar. Para todo ello, de nuevo, suponemos que el mérito estará más que nada en el actor: Togo Igawa.
Garance Le Guillermic, la niña que interpreta a Paloma, no hace un mal trabajo. Sin embargo, su personaje posee tan poco encanto que sus cuitas se nos antojan insípidas y por ello toda la historia que versa sobre ella y su familia se convierte en tediosa. Los retratos de los personajes que rodean a esta preadolescente se basan en estereotipos de la gauche divine. De esta forma, cuando ella parece estar realizando un estudio sobre la burguesía acomodada en sus indiscretos rodajes, no nos aporta ninguna visión que no tengamos de antemano.
La manera que tiene la guionista de pintar como inteligentes a los personajes es haciéndoles decir de forma explícita el subtexto, o sea, todo aquello que en unos diálogos bien escritos se da a entender, pero que nunca se expresa tal cual. Un ejemplo sería la conversación entre la niña y el japonés en la que se menciona el erizo del título y se recalca la metáfora que une al animal con la portera, como si el espectador fuese tan estúpido que necesitase escucharla con todas las letras para captarla. En otras ocasiones encontramos diálogos que, si bien no están sacando a la luz el subtexto, sí pecan de una excesiva literalidad y de una pedantería que supera incluso el retrato que se quiere hacer de los “intelectuales” personajes.
Aquellos eslóganes que mencioné con temor a que la película tuviese ese estilo cursi y pretencioso, por desgracia, sí que encajaban en la tónica de los diálogos. Pero no sólo eso: la impresión es la de que, dentro del propio film, se estuviesen introduciendo frases para venderlo, para engrandecerlo, para hacer que parezca mejor de lo que es… en definitiva, para darse importancia. La frase que cierra la película es un ejemplo perfecto de lo empalagoso y altisonante que es todo el film. ‘El erizo’ está compuesta en su totalidad de reflexiones y enseñanzas vitales que acercarían al libro que le da origen a la autoayuda. Pero ni siquiera nos encontramos con una historia que nos daría que pensar para llegar a esas conclusiones, sino con las consignas ya bien masticadas y facilitas de captar.
SPOILER Decía que las historias apenas se cruzaban y es cierto que transcurren paralelamente hasta el final, que está diseñado para que una trama sirva de lección a la protagonista de la otra. Encuentro exagerada esta manera de concluir y me parece demasiado manipulativo el crear toda una evolución de personaje sólo para que cumpla un propósito en un aprendizaje ajeno. FIN DEL SPOILER
Además de toda esta enseñanza, ‘El erizo’ contiene una carga de crítica social que se refleja en las diferencias económicas entre las familias que habitan los pisos superiores y la portera que se esconde en su garita. Para que no se nos escape, se nos anuncia con la misma obviedad que el resto de las observaciones de la película: “cuando murió mi marido a nadie le importó, pero ahora muere el señor…” Pero eso sería lo de menos, ya que el verdadero problema de esta crítica hacia el clasismo es su falsedad, pues se demuestra aún más elitismo al necesitar inventar a una portera más culta que una catedrática de literatura para reivindicar su figura.
Achache ha querido barnizar su película con una pátina de cine de autor. Para ello, crea juegos con los sonidos y las voces, que tienen poco sentido, más allá de su resultado estético. Asimismo, prolonga el tiempo que sería normal concederle a los planos que se refugian tras la cámara de Súper 8. Una música animada y acertada es el único alivio que hace llevaderas varias escenas del inicio en las que los lugares comunes se ocultan tras estos efectismos.
Aunque también se pueda incluir entre lo pretencioso, señalaré como positivo el hecho de que ‘El erizo’ contenga tantas referencias. Lo poco que puedan contagiarle Ozu o Tolstoi a Barbery y Achache se agradece. Y también entre lo favorable me quedaré con el humor de la escena del baño en el que se escucha a Mozart.
La conclusión es que ‘El erizo’ aporta poco como producto narrativo, ya que sus historias son mínimas y sólo comienzan a desarrollarse hacia el final. Si se le encuentran valores probablemente serán aquellos relacionados con la filosofía vital y me imagino que también tiene que ser este aspecto el que ha hecho que el libro venda tantos ejemplares, pues se me escapan otro tipo de motivos.
Mi puntuación: