No es el cine griego precisamente muy pródigo en títulos que traspasen fronteras, al menos en la actualidad. Pero si hay alguno que lo ha conseguido y con ello, se ha convertido en una película alabada, aplaudida y que no deja indiferente ni un ápice, esa es ‘Canino’ de Yorgos Lanthimos.
Que tras recorrer varios festivales con notable éxito (Cannes, Sitges,...) y llevarse algunos galadornes, nos llega a la cartelera española convertida en una apuesta original, visualmente impactante, dura pero estimulante y repleta de interrogantes que el espectador se llevará consigo tras la proyección.
No se trata de una película fácil. De esas en la que uno se deja llevar con relajación. No lo pretende. ‘Canino’ nos traslada a un submundo, a un universo aislado, al seno de una familia de clase media con tres hijos que viven alejados del mundo exterior y sus influencias. Dos hijas y un hijo que abandonan la adolescencia y se encuentran en una madurez física, pero muy alejadas de lo habitual en personas que viven en un entorno influyente.
Surrealista, original y divertida
Aquí los tres viven bajo la tiranía de un padre, que con la complicidad de la madre, les hace ver la vida, y entender la existencia de manera tan aséptica, como cruel y turbadora. Un universo de fantasía, donde las cosas no son como creemos y aún menos, se llaman como pensamos (coño es una lámpara grande o autopista un viento muy fuerte).
Su único vínculo con el el mundo extramuros, más allá de la valla del jardín de la casa, es una empleada de seguridad que trabaja en la empresa del padre y que presta sus servicios sexuales para satisfacer la demanda del hijo. Pero claro, lo que se antoja como un contacto controlado, se convierte en la vía de entrada de un virus que infecta sus moldeadas mentes en forma de película en cinta de vídeo VHS (‘Rocky’ para más señas). Que desatará una resolución previsible pero no por ello menos original. Un desenlace turbador, abierto y que nos deja muchas cuestiones sobre la historia.
Asistimos al día a día de los tres hijos en los que el ejercicio físico, las relaciones incestuosas casi “caninas”, ver vídeos caseros en familia o el amor fraternal son las consignas de una supuesta pureza inculcada por el padre. Una educación aséptica, pero adulterada hasta el engaño más absoluto, que provoca que los tres hijos vivan sumidos en un mundo surrealista y absurdo.
Una alegoría que hace pensar
Una alegoría dirigida con tino y desparpajo por Yorgos Lanthimos, en la que se pueden apreciar ecos de Buñuel pero también de Lynch o de Haneke. Imágenes sobrecogedoras, escenas de violencia y sexo explícitas, rodadas con enorme simpleza que desgarran cualquier parecido con la placidez. Algunas escenas juegan con el surrealismo más recalcitrante (el número musical resulta sorprendente), pero dan lugar a momentos sublimes que remarcan su dimensión alegórica, de fábula arriesgada, pero original para una historia que, a pesar de contener ese tono sureal, bien podemos encontrarnos en las noticias de cualquier periódico en cualquier rincón del mundo.
Yorgos acierta en dotar al film de un tono de enorme sencillez, con una puesta en escena simple pero contundente. Planos fijos, ausencia de banda sonora, dejando que los capítulos cotidianos de esta peculiar familia nos arrastren a su cometido: no dejarnos indiferentes. Abordando temas como la comunicación, la familia, la inocencia, la educación y la degradación que sobrevuelan durante todo el metraje.
En conclusión, ‘Canino’ (título sobresaliente y acertado) resulta una apuesta original, jugando con el surrealismo sin esquivar la dureza, pero resultado divertida, fresca y repleta de sorpresas y momentos tan absurdos como cómicos o espeluznantes. Altamente recomendable para espectadores que gusten de lo poco convencional.
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