El cine de Ken Loach ha sido en un 90% de contenido claramente político, atreviéndose a denunciar lo que otros no han sido capaces, acercando tanto su cámara a los personajes y sus desgracias, que muchas veces se nos hacía insoportable lo que Loach nos contaba, la mayoría de las veces una bofetada de verdad. Desde 'Riff-Raff' hasta 'En un mundo libre...' ('It´s a Free World', 2007) Loach nos ha plasmado la realidad con inusitada pericia, aunque también cayendo en la repetición. Sus últimas obras —entre las que sobresale 'El viento que agita la cebada' ('The Wind that Shakes the Barley', 2006)— empezaban a mostrar cierto cansancio formal, en las que su discurso ensombrecía buena parte del film.
'Buscando a Eric' ('Looking for Eric', 2009) supone una sorpresa dentro de la trayectoria de Loach, y aunque muchos pensarán que se ha ablandado o cae en la demagogia, lo cierto es que consigue un perfecto equilibrio entre lo que cuenta y cómo lo cuenta. Con ramalazos de realismo mágico, y más esperanzador que nunca, Loach firma, a juicio de quien suscribe, su mejor trabajo hasta la fecha, consiguiendo lo que hasta ahora no había logrado: que salgamos del cine con una sonrisa.
Eric Bishop es un cartero que vive en Manchester, al que las situaciones de su pobre existencia le doblegan. Abandonado por su segunda mujer, ésta le deja al cargo de sus dos adolescentes y problemáticos hijos. Ahora, deberá cuidar durante unas horas al día de su nieta, y para ello deberá ver continuamente a su primera mujer, a la que él abandonó hace años sin ninguna explicación, pero de la que sigue perdidamente enamorado. Eric no sabe cómo afrontar la situación, pero pronto recibirá la visita de su máximo ídolo, el jugador de fútbol Eric Cantona, quien le ayudará en su intento de acercarse de nuevo a la mujer de su vida.
El guión, obra de Paul Laverty, colaborador de Loach desde la correcta 'La canción de Carla' ('Carla´s Song', 1996), contiene todos los elementos típicos en las películas de Loach. Personajes marginados a los que la vida no ha tratado precisamente bien y que sobreviven como pueden. Hace años Loach y Laverty habrían sido mucho más duros con su personajes, y enormemente realistas, pero en 'Buscando a Eric' deciden, para sorpresa del presente, cambiar a un tono más ligero, permitiéndose el lujo de caminar por senderos poco vistos, por no decir nada, en el cine de Loach. El detalle de guión que viste al personaje creado por Eric Cantona —uno de los productores del film— es algo que no se ha visto antes en las películas del cineasta británico, saliendo airoso del paso al acercarse al campo de la comedia como si de Woody Allen se tratase —la relación de Eric con Cantoná recuerda a la de Allen y Bogart en 'Sueños de seductor' ('Play It Again, Sam', Herbert Ross, 1972)—, al mismo tiempo que nos recuerda que cuando puede ser duro lo es sin miramientos ni concesiones —la escena del asalto a la casa de Eric por parte de la policía—.
Lo más sorprendente de 'Buscando a Eric', además del cambio de tono citado, es la utilización de la pasión por el fútbol como elemento catalizador, lo único que le queda a Eric para poder plantar cara a las situaciones difíciles. A través de la figura de Cantona, se define dicha pasión como lo más verdadero a lo que muchos pueden agarrarse. En cierto momento, un personaje secundario argumenta que se puede cambiar cualquier cosa en la vida, excepto al equipo de fútbol. Y aunque eso suceda, la pasión sigue siendo la misma. Una forma de vida en la que todos los que comparten esa pasión son una familia inquebrantable que nada ni nadie puede dañar. El film además juega con la propia fama y el carácter de Cantona; con claras referencias a situaciones conocidas por el aficionado, se emite un sincero mensaje sobre la necesidad de hacer lo necesario para impartir justicia. Si te la hacen, devuélvela con fuerza. Esta película haría las delicias de Al Swearengen.
En el campo interpretativo, una vez más en el cine de Loach, los actores respiran autenticidad y verdad. Desde un entrañable Steve Evets, que expresa muy bien el peso de la culpabilidad y el miedo, hasta el propio Eric Cantona, que con mucha naturalidad se interpreta a sí mismo, logrando una perfecta compenetración con Evets, y permitiéndose el lujo de reírse de sí mismo —"yo no soy una persona normal, yo soy Cantoná"—, además de rendirse un homenaje personal, que afortunadamente no daña la función, sino todo lo contrario.
Loach ha dejado de lado el ser deprimente, y nos regala esperanza. Todos buscamos a nuestro propio Eric Cantona que nos haga sacar de dentro la fuerza que a veces necesitamos. Loach no cuenta nada nuevo, pero lo hace de una forma totalmente equilibrada entre intenciones y resultados. Es por esto que el director ha filmado su mejor película. A veces, menos es más.