Cesc Gay dirige a Àgata Roca, Vicenta Ndongo, Paul Berrondo y Andrés Herrera en la adaptación de la obra de teatro de Clara López, ‘V. O. S.’, donde se cuenta, salpicado de guiños metalingüísticos, un cuadrado amoroso entre dos parejas. Este film se estrenará mañana, 10 de julio.
Es curioso ver los entresijos de las producciones cinematográficas: los panós de los decorados, el cátering, el jirafista… Cuando se rompe la ficción y nos metemos entre bambalinas y los actores discuten sobre el guión que están interpretando, en lugar de sobre lo que les atañe a los personajes, ‘V. O. S.’ resulta peculiar.
Sin embargo, esto es un juego que se hace muy de vez en cuando y que, lógicamente, va dejando paso a la verdadera historia, la de las parejas y sus desamores que, a partir de un momento dado debería colocarse en primer término y hacernos olvidar la desdramatización que se ha producido al inicio. Esa parte debería funcionar y emocionar como si se tratase de una película que no tuviese ningún truco estructural. Y no es así.
Tenemos que creernos que se quieren porque nos lo dicen. Pero no hemos visto ningún tipo de pasión o sentimientos. El hecho de que se rompa la ficción no ayuda, por supuesto, pero no es lo único que nos impide sentir empatía para con la historia. Precisamente, como vamos a estar entrando y saliendo constantemente de la película, la emoción en ella debería ser aún más fuerte que en cualquier otra. Esta falta de interés por la trama personal o romántica provoca que se haga larga una película de 86 minutos.
Los actores no están nada creíbles, actúan con muy poca naturalidad, en especial, Andrés Herrera. La única actriz que destaca positivamente es Vicenta Ndongo que, además de interpretar de forma más creíble y con más humor que sus compañeros, tiene un personaje más real y cuyas preocupaciones pueden llegarnos más fácilmente. Los diálogos que no son metalingüísticos resultan tópicos e incluso cursis –“las relaciones deberían tener fecha de caducidad, como los yogures“—, por lo que esa sensación de irrealidad que fomenta la propia concepción de la película, no se elimina nunca.
Ya que se ha incluido el tema del cine, ya que uno de los personajes es un guionista y habla de escribir la historia que está viviendo y ya que incluso discute con otro de los personajes sobre la mejor manera de contar lo que sucede; creo que se podría haber introducido una reflexión sobre la creación artística mucho más profunda e interesante que la que se hace. ‘V.O.S.’ presenta lo que hay detrás de las cámara como algo pintoresco, pero no nos ofrece ninguna visión sobre ello, ni siquiera aprovechando la experiencia cinematográfica de Gay.
Hay un par de momentos, muy aislados, que tienen gracia. Estos también se refieren a la parte metalingüística, como el resto de los aspectos positivos de la película. Incluso sin llegar a hacer una reflexión tan profunda, sí se podría haber sacado más humor similar al de estos instantes. Durante los diálogos hablan de comedia romántica, pero no creo que sea ése el género que mejor describe ‘V.O.S.’.
La idea de mezclar realidad y ficción, aunque no es nada nueva, tiene potencial. Y aquí se realiza con algo de originalidad. Pero el resultado no es bueno. La cuestión se queda muy a medias y la película no es ni el Tarantino ni el Woody Allen que pretende ser –pretensión que incluso se confiesa en diálogos—. Recuerda más al último Resnais, el de ‘Asuntos privados en lugares públicos’, pero donde el francés y sus actores tenían una cualidad especial que hacían que aquella locura tuviese puntos a su favor, en ‘V. O. S.’, Gay se queda en el intento.
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