‘Todas las canciones hablan de mí’, de Jonás Trueba, está protagonizada por Oriol Vila, Bárbara Lennie, Eloy Azorín, Ángela Cremonte, Bruno Bergonzini, Valeria Alonso y Ramón Fontserè.
Si el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón, ¿qué ocurre con el que imita a un imitador? No es necesario comentar lo que gusta el clan Trueba de los maestros del diálogo supuestamente cotidiano, pero cargado de contenido. Eric Rohmer, François Truffaut o Woody Allen entre muchos otros. Jonás no parece tanto beber directamente de estas fuentes, sino tomarlas a través de su padre y de su tío, con un efecto de «teléfono estropeado» que hace que su resultado esté más alejado de la destreza de los originales que el de sus predecesores y falto de frescura y de una personalidad propia.
Compuesta de momentos aislados que no siempre encajan en un lógico conjunto, ‘Todas las canciones’ sufre de altibajos en calidad. Contiene instantes espléndidos, como el final. Pero también está plagada de escenas alargadas sin razón o incluidas sin motivo. No son los capítulos lo que la hacen descoyuntada, es incluso dentro de ellos donde hallamos secuencias incomprensibles y fácilmente sustituibles o prescindibles que no parecen responder a otro propósito que el del efecto que puedan crear por sí solas, en una especie de ejercicio más esteta que narrativo.
Un ejemplo de esto sería la persecución hasta la facultad a Míriam Giovanelli, culminada con unos acordes musicales que la convierten en un momento de clímax que no se explica por el sentir del protagonista en ese momento.
Esa música estridente es empleada a un volumen excesivo para demostrar que las ideas que tenemos en la cabeza no siempre son fáciles de escuchar ni siquiera por nosotros mismos. Es una apuesta de estilo arriesgada, ya que crear distanciamiento sin haber llegado a propiciar nunca la cercanía puede ser jugar con fuego. En la última escena le sale, pero el cineasta utiliza el truco en ocasiones anteriores, quizá para plantarlo y que no se perciba con extrañeza en el desenlace o quizá porque le ha gustado tanto que no quiere prescindir de él. Estas otras veces, no funciona igual y se queda solamente en el incordio. Por eso se agradece tanto que se dedique una escena completa a escuchar a Battiato y a estudiar la letra de ‘La estación de los amores’.
Personajes y diálogos
Los personajes, especialmente el protagonista —como tantas otras veces, lo mejor: los secundarios— por causa de su inmovilismo y su indefinición, lo tienen difícil para despertar empatía en los espectadores, sin la cual, la película da igual, aburre. Pero finalmente, esa incapacidad para que los comprendamos y nos identifiquemos se puede entender de la manera contraria, así como le ocurría a ‘La red social’. Y podemos pensar que Trueba Jr. hace un retrato grupal impecable, en el que satiriza de forma sumamente acertada, aunque quizá no intencionada, el comportamiento de algunas personas con respecto a las relaciones de pareja.
Generalmente, se intenta que los guionistas echen mano del subtexto para expresar los sentimientos de los personajes, así como los conflictos que tiñen la trama. Pero este tipo de personas reflejadas en el film, que echan por tierra sus relaciones amorosas por falta de sinceridad o de cercanía, necesitan expresar las cosas tal como las sienten y solo esa forma directa de explicarse producirá en la persona que escucha y, a su vez, en los espectadores, el efecto de emoción perseguido.
Las líneas que escribe Jonás Trueba para ser declamadas por sus intérpretes no son fáciles. Los actores hacen lo mejor que pueden y salen del apuro airosos. Pero, en ocasiones, las frases se exceden en lo literario y no pocas veces en lo pretencioso. La voz en off en tercera persona del protagonista, introducida como un adorno o guiño a los films que probablemente el director creció viendo, es otra demostración de que el joven Trueba ha copiado la forma sin haber sabido llegar a imitar el fondo. Así, ‘Todas las canciones’ es más una película que «suena a» Rohmer o a Allen —ese cartel calcado del de ‘Manhattan’—, más que un film que se asemeja a los de éstos en sus aspectos más profundos.
Conclusión
‘Todas las canciones habán de mí’ adolece de muchos de los problemas y de las torpezas de una primera película: se nota que ha salido adelante tras mucho esfuerzo y mucho tiempo de preparación, durante el cual es muy probable que el guion se haya reescrito y se hayan tenido que efectuar cambios no deseados. Por todo ello, la película es más imperfecta que mala.
En vista de lo que se puede observar aquí, diría que Jonás Trueba —guionista de ‘Más pena que gloria’ y de ‘Vete de mí’— llegará a ser un gran director. Si acaso existe un reproche auténtico, no hace referencia a la inconexión de muchas de las secuencias que he mencionado, ni la pretenciosidad de algunos diálogos, ni que llegue a aburrir a ratos porque los personajes te importan poco… sino a que se asemeje tanto a sus parientes y mentores en el sentir, en la visión sobre la vida y sobre el cine. Me gustaría mucho seguir su carrera como cineasta porque estoy segura de que dirigirá bien, pero sobre todo porque me gustaría comprobar que gana una voz propia.
Mi puntuación: