España y el cine no se llevan bien. Yo no sé si es un asunto de genética, de ansiedad, o de simple y pura incompatibilidad. Pero así es. De hecho, hay dos palabras en nuestro vocabulario que a muchos, a mí no pero a muchos sí, les resultan antitéticas: Cine Español. Ya hablamos en cierto momento de aquellos que defienden el cine español a muerte, con una presencia de ánimo admirable pero estéril (y con unos argumentos bastante endebles), y ahora, con todo lo que se está cociendo en la industria, podríamos hablar un poco de La Orden Ministerial de la Ley del Cine.
He dicho podríamos, pero creo que va a ser un texto imposible de culminar. ¿Imposible? Sí. Se supone que, siendo redactor de Blogdecine, conociendo bien cómo se fraguan las películas en este desgraciado país, y siendo consciente de la desunión que nos caracteriza, debería poder hablar con conocimiento de causa, y ofrecer al lector un magnífico texto en el que dar mi opinión sobre el tema en cuestión y las partes implicadas. Pero me declaro incompetente, incapaz. Con esto de la Ley no sé si vengo o voy, o si soy rematadamente inútil para entenderlo.
De modo que este texto lo escribo para afirmar, primero, que lamento muchísimo haber nacido en un país tan cutre (política y socialmente hablando) como éste, y segundo para hacer un resumen de todo lo que está pasando y confirmar, de forma definitiva, que todo este embrollo de la Ley del Cine, de la discriminación positiva, de la super-guay-ministra de cultura y del buenrollista-director del ICAA, de las agrupaciones que firman contra leyes, de los cineastas que opinan, de los críticos que contraopinan y de los cinéfilos y aficionados que aprovechan para también dejar sus opiniones de esas opiniones.
Todo conforma un magma amorfo y cansino. Y yo no tengo intención de unirme al carnaval. Sólo voy a intentar desgranar un poco el asunto y seguro que hay lectores que me corrigen, me dan ideas y me sacan de este desconcierto. O no, vete a saber. Lo que sí es seguro es que, en materia de cine, hay más descontento, más disgregación y más desprotección que nunca. Y, personalmente, más hartazgo y menos esperanza de que la cinematografía española salga del abismo en el que se encuentra.
Pasaré por alto, pues no es el momento de dispersarse más, lo de que una directora de cine de cierto prestigio se meta a ministra, y a un político de la trayectoria de Guardans le pongan de director del ICAA. Lo que no pasaré por alto es de que por más que intentan ambos mejorar la situación, peor estamos. Pero lo malo no es eso, sino que los “amantes del cine”, como los definió Guardans, que presentaron sus quejas y su firma, tampoco parece que vayan a conseguir nada.
Lo último que ha trascendido, y de qué manera, es la decisión de ayudar a las directoras en sus proyectos, por eso de la disparidad sexual, con una ayuda del 50% más que a los hombres. Esto es un disparate en el que, de nuevo, Guardans se ha mostrado como el poli malo, y Sinde como el poli bueno. Creíamos, los ingenuos, que con eso del mínimo de 60.000 espectadores para acceder a las ayudas, los desvaríos de los jefazos habían alcanzado su clímax, pero nos equivocábamos, por lo visto.
Y es que esta pareja abre la boca y, como se suele decir, sube el pan. O, para ser más exactos, reciben palos desde todos los frentes. Y no es para menos. En teoría están para proteger y volver más fuerte y saludable el cine español, pero en lugar de eso le hacen más débil. Realmente no lo conocen, y parece importarles poco. Pero también da la impresión de que los firmantes del manifiesto sacan un poco más de quicio las cosas, si cabe. En cualquier caso, lo que está claro es que somos incapaces de dialogar, de entendernos. Una vez más, esta industria se define perfectamente a sí misma.
No sé qué opinará el lector sobre este asunto, más abajo dejo varios links, con los que espero colaborar para aumentar el desconcierto del lector, o quizá para simplemente informarle y que él me deshaga del mío. De lo que no me va a sacar es de la certeza de que somos geniales para liar las cosas más y más cada vez, y de que los jefes de todo esto son los que más perdidos están, y de que, como dice Rosales en su texto (texto con el que no estoy de acuerdo en muchas cosas), todo está tan politizado en este país que causa mareo, y de que, como dice Martín Cuenca en el suyo (con el que estoy aún más en desacuerdo), la justicia en esto de hacer películas cada vez está más desdibujada, y es más absurda.
Sólo me encuentro en disposición de afirmar una cosa. El cine es cultura, y como tal debe ser tratada. Y hay que protegerla, y hay que enfrentarse, con la ley en la mano, a las distribuidoras, que sólo pretenden sacar tajada con la cultura, y que hay que enfrentarse a la mala prensa con hechos, no con ideas, y que a mí, en el fondo, sólo me interesan las buenas películas y los artistas valientes, y que todo este follón de leyes y manifiestos, más que traérmela floja, me aburre soberanamente. ¿Por qué no nos dedicamos a aquello que mejor se nos da, en lugar de malgastar nuestro tiempo en asuntos que no nos conciernen?