Ya que le pagan para que informe de las películas que compiten en el festival (aunque haya visto alguna antes, no puede conocer la reacción de la prensa si no asiste a la proyección), el hecho de no ser masoquista no debería eximirle de esta obligación.
He de comenzar diciendo, porque luego algunos piensan lo que no es, que el cine de Almodóvar nunca me ha enamorado. Reconociendo su inmensa importancia cultural dentro de la historia del cine de este país (España, siempre propenso a ignorar al cine como lo que es, Cultura), no puedo considerar a Almodóvar como ese grandísimo director venerado por muchos (también denostado por no pocos). No sé si es su estilo, su mirada, o su forma de escribir sus historias, pero aunque algunas de sus películas las encuentro irresistibles y divertidísimas, otras soy incapaz de entrar en ellas por mucho que ponga de mi parte. Ahora bien, le respeto enormemente aún reconociendo sus debilidades.
Todos hemos leído y hablado sobre la polémica de la pasada semana, suscitada por el hartazgo que Almodóvar expresó en su blog personal, motivado por el trabajo de Carlos Boyero y Borja Hermoso como corresponsales del diario El País en el festival de cine más prestigioso del mundo, Cannes. Es una polémica, creo yo, de mayor calado que el que supone que un director y un crítico se enzarzen por motivos personales. En esta página ya hemos hablado un poco de la crítica y de los críticos, y este episodio viene a confirmar algunas de las cosas que dijimos, además de demostrar que los artistas e intelectuales que hace unos meses protestaron por la cuestionable actividad crítica de Boyero, no son los únicos que piensan así.
Se han dicho algunas verdades, y muchas tonterías, al respecto de este enfrentamiento que es apasionante, al menos para mí, porque pocas veces uno de los críticos más importantes (le pese a quien le pese, incluso a mí mismo) de este país, sobre todo por el medio para el que escribe y que le da la oportunidad de expresarse a un nivel que otros críticos no pueden ni siquiera soñar, ha recibido semejante atención y tan fervorosa respuesta por el que es, con toda seguridad, el director español vivo más famoso del mundo, el más internacional (como suele decirse), y el más personal. Lástima que más allá de las inteligentes palabras del manchego, con sus errores, no hayamos tenido una respuesta del diario a la altura de las circunstancias.
En el extenso, y magníficamente argumentado, texto que Almodóvar tituló Crónica negra del Festival de Cannes, y que luego, ante la respuesta del diario extendió en otro texto, me parece una lástima que el realizador caiga en dos errores que deslegitiman un poco una crónica que podría haber resultado intachable por su dignidad y por su honestidad. Me refiero a la respuesta que Almodóvar dedica a la carta (ahora hablamos de esa carta tan poco elegante) en la segunda crónica, en la que dice que “se podría rellenar hasta rebosar un basurero público con todas las malas críticas que he recibido a lo largo de mis diecisiete películas”, lo que es una reacción innegable de desprecio hacia el que opina mal de sus películas, por mucho que quiera demostrar lo contrario.
Ese es un error que muchos pueden usar en su contra. Sobre todo aquellos que sólo ven un lado de la cuestión y que están seguros, no sin motivos, de que todo esto viene a cuenta de que a Boyero no le gusta el cine de Almodóvar. El segundo error es cuando asegura que “a través de “La mala educación” y convocando a cinco actrices esenciales en mi trayectoria, el festival estaba rindiendo un generoso tributo a nuestro cine, a nuestra cultura, a nuestra lengua”, escrito en la primera crónica, algo que es mucho suponer de un festival que ha ignorado (a menudo justamente) la producción anual de nuestro país, y que creo venera a Almodóvar por todo lo que le diferencia de la gran mayoría de directores españoles.
Además, muchos pueden tomarse a mal que Almodóvar se autoproclame abanderado del cine español cuando él mismo asegura que aquí no se le comprende como en otros países, sobre todo en Francia, donde siempre tiene unas recaudaciones muy superiores a las de España, como demuestra adjuntando los datos de taquilla. Quizá Almodóvar se ha olvidado de la tradicional mala hostia española. De todas formas ambos errores, mínimos en mi opinión, no empañan las grandes verdades de sus dos textos. La primera de todas ellas, y la más importante, es que Carlos Boyero fracasa estrepitosamente como cronista de Cannes, no por las opiniones más o menos coincidentes con las del director manchego, el público en general o conmigo mismo (que a fin de cuentas escribo este texto, y también se me puede acusar de tendencioso), sino por su nula profesionalidad. Me explico.
Cuando mi buen compañero Alberto Abuín me asegura que Boyero es un tío admirable porque no se casa con nadie y dice siempre lo que piensa (también es capaz de admitir que a veces no le traga…), yo suelo responderle que esa no es la cuestión, porque la cuestión es muy otra. Los gustos de un crítico de cine se basan en su criterio, que se presupone (hasta que no se demuestre lo contrario) como un criterio formado y valiente. Luego despotricar sobre un crítico porque no se está de acuerdo con él (algo que algunos comentaristas hacen en este blog, lo que siempre me deja de piedra…) es un sinsentido. La cuestión es la falta total de profesionalidad de este señor.
No creo sorprender a nadie si digo que a mí, por ejemplo, me volvería loco ir a Cannes algún día, no como espectador, sino como cronista de este blog, por ejemplo. Y eso sin cobrar. Y como a mí, supongo que le pasará a los miles de redactores de blogs que, como yo, escribimos sobre cine porque nos encanta hacerlo. Y clama al cielo que a un tipo al que le pagan por cubrir el evento cinematográfico más importante del mundo (no me vengan ahora con los Oscar, por favor, tengamos un poquito de buen gusto) esté, cada año, protestando por hacer su trabajo y hacerlo mal. O simplemente no hacerlo. Corríjanme señores/as lectores si me equivoco, pero a un cronista no sólo le pagan por ir a ver las películas que le apetece y por soltar chascarrillos de patio de colegio, sino por contarnos qué es lo que pasa en el festival.
Dijo que no fue a ver ‘Los abrazos rotos’ porque ya la había visto y porque no es masoquista. A mí me trae sin cuidado, como dice Almodóvar, que sea masoquista o no. Siendo el crítico titular de El País, el único periódico que leo con cierto respeto, su obligación como profesional es asistir al pase de prensa y a la rueda de prensa, tal como hacía el gran Ángel Fernández-Santos. Este cronista, ya desaparecido (ahora su puesto lo ocupa su amigo Boyero, y no creo que lo ocupara si no hubiera fallecido) se encargaba además de explicarnos a los lectores la reacción de la crítica internacional y las crónicas de los periódicos franceses y estadounidenses, entre otros. O sea, hacía su trabajo. Y Boyero lo que hace es quejarse y estar siempre de mal humor (tal como demuestran los vídeos con los que nos obsequió su compañero Borja Hermoso, jefe de Cultura de El País, ahí es nada…) por tener pagado un hotel de lujo en una ciudad maravillosa, ver las películas que todos queremos ver meses antes, y tener que levantarse temprano para ver tanta bazofia.
En este mismo blog a mi me han acusado de cosas peores de las que acusa Almodóvar a Boyero. Y lo han hecho, me temo, porque no les gustaba lo que decía. Pero yo argumento con mis ideas, además de no casarme con nadie. Es decir, aquí tenemos un mínimo de profesionalidad, porque nos gusta lo que hacemos y nos lo tomamos en serio. No creo que pueda decirse lo mismo de Boyero, ni del comité de su periódico que envió una nota muy cuestionable a Almodóvar, distorsionando de manera evidente sus palabras, y dando muestras de un corporativismo muy grave. Sigo respetando a este diario como uno de los más importantes y profesionales que he leído, pero estas últimas acciones me apenan y me sorprenden, y cuando veo censurado un texto de Enric González (un periodista que tampoco me dice nada…), me alarmo y me deprimo. Porque una cosa es eliminar, como hacemos aquí, insultos intolerables, lo cual no es censura sino decencia, y otra dinamitar el propio prestigio haciendo callar a tus opinadores más valientes, para defender a los menos profesionales.
La crítica es mojarse, claro. Yo ya me he mojado. Y para terminar me mojo más aún: Boyero vale para una columna complementaria a la que debería hacer un crítico al que le guste su trabajo, y en ella puede soltar sus habituales chascarrillos (movida, pasote, flipar), pero no creo que valga para la labor que le han impuesto, quizás y a juzgar por su actitud, a punta de pistola. Puede que se sienta feliz si le reemplazan, porque no le gusta nada desempeñar esa función.