La coproducción hispano-italiana ‘Háblame de amor’ (‘Parlami d´amore’), está dirigida y protagonizada por el joven Silvio Muccino, que se ha basado en su propia novela –co-escrita junto a Carla Vangelista— para escribir el guión. En el reparto, acompañan al omnipresente Muccino, Aitana Sánchez-Gijón y Geraldine Chaplin. El estreno de este debut en la dirección del hermano de Gabriele Muccino, se producirá en España el 17 de julio. En Italia salió el 14 de febrero de 2008 y, de momento, ningún otro país se ha decidido a estrenarla… por algo será.
Sasha es un joven que padece algunos problemas mentales porque se ha criado en un centro de desintoxicación donde sus padres estaban internados. Tiene dificultad para socializar y se está desenganchando del juego. Cuando Nicole está a punto de atropellar a un perro, Sasha choca con ella. Hablan y se convierten en amigos: Sasha quiere que le ayude a conquistar a una especie de Paris Hilton de la que lleva años enamorado. Reaparece un primo de Sasha que convivió con él en el centro de rehabilitación y le insiste en que vuelva a jugar porque necesita el dinero. Ahora el protagonista tendrá que luchar contra sus vicios y sus dificultades.
En ‘Háblame de amor’ todo lo estético es sublime. A la belleza de los intérpretes se suma una preciosa dirección de fotografía, unas localizaciones majestuosas y un vestuario muy estiloso. Estas bellas imágenes están acompañadas por música muy presente. Este conjunto de aspectos superficiales tan cuidado tiene la intención de crear poesía. La película no busca tanto emocionar con la historia que se cuenta, sino con sus momentos aislados que, en la opinión del director, probablemente están cargados de magia. Esa lírica podría bastarle a una carpeta de adolescente, sin embargo, con una mirada algo más puntillosa, la encontramos artificial y cursi.
Otro de los terrenos donde se puede hablar de la película en positivo es la interpretación. Muccino, con más experiencia como actor que como director (‘Enemigos íntimos’, ‘Manuale d’amore’, ‘El último beso’), da vida a su personaje con total convencimiento e incluso le aporta carisma y originalidad. Por su aspecto físico, se podría hablar de él como de un joven Russel Crowe. Aitana Sánchez-Gijón, desde que comenzó a trabajar en el extranjero, está viviendo una etapa de florecimiento como actriz. Parece que hablar otros idiomas ayuda a sus personajes. Carolina Crescentini (en la anterior fotografía) tiene un breve papel que interpreta tan bien que parece que fuese así en la vida real. La intervención de Geraldine Chaplin es aún más corta, pero aporta una solera al reparto.
La contrapartida de tanta hermosura es que el film resulta epidérmico y que se hace muy complicado penetrar en algún sentimiento. Los conflictos que presenta Muccino, además de ser harto tópicos, parece que se hubiesen incluido como adornos, como exigencias que no van con él. Así, si nada nos engancha argumentalmente, sino que sólo estamos en el cine para contemplar imágenes, los ciento nueve minutos de duración se hacen difíciles de sobrellevar.
Decía ayer que en las comedias románticas es poco importante que el final sea previsible. Sin embargo, en ‘Háblame de amor’ sí supone un problema imaginarte cómo van a acabar las relaciones de este triángulo amoroso, ya que la película no tiene las claves de las comedias románticas, sino que se estructura de otra manera, y sí juega, en este caso, a la sorpresa con respecto a este giro de guión.
El joven escritor y guionista también demuestra que necesita sufrir una maduración en su redacción de los diálogos. Todo se dice, todo se explica y se recalca, convirtiéndolo en obvio. Hay demasiados parlamentos, probablemente porque aquí ha creído Muccino que también estaba creando poesía.
La película habla de amor, sí. Pero del amor que siente Silvio Muccino hacia sí mismo. Se ha visto guapo y seductor y ha creído que también sabía escribir novelas. Y eso le ha llevado a pensar que sabía crear guiones y dirigir películas. No me gusta decir que las cosas están mal porque quienes las han fabricado son demasiado jóvenes, pero en ocasiones, cuando los errores son signos tan claros de haber pasado hace muy poco tiempo la adolescencia, no queda más remedio.