Frances Ha se veía obligada a correr a todas partes con el objetivo de entender en algún momento quién era, a Patricia López Arnáiz no le quedaba otra en ‘Ane’ que recurrir a convertirse en una especie de policía de la vida mientras se aseguraba de mantener su trabajo y su cabeza en su sitio y así, un largo etcétera de personajes de la gran o la pequeña pantalla han mostrado la que parecía una necesidad vital en la ficción para tener la sensación de que todo se mueve y que la acción lo hace, asimismo, con el movimiento de los personajes.
En ese panorama habitual de continuo movimiento, ritmo rápido y acciones llamativas, la directora y guionista Carla Simón abrió una ventana rupturista en 2017 cuando se estrenó en salas ‘Verano 1993’. Una película en la que perseguía un tono “natural”, según explicaba ella misma en aquella época, con dos niñas como principales protagonistas, quienes improvisaron con ciertas guías un guion no aprendido de antemano y con las que se trabajaron las relaciones entre los personajes desde cero: cocinando con ellas para construir a una familia de verdad o llevándolas al parque.
Por ahí se colaron también en los años siguientes obras como ‘Suc de síndria’, el cortometraje ganador del Goya de Irene Moray; ‘Carmen y Lola’, de Arantxa Echevarríao la reciente ‘Libertad’, de Clara Roquet, que también comparten el naturalismo y la quietud intensa de estar ambientadas en un verano. Su ritmo es además muy distinto al que estamos acostumbrados, corriendo el riesgo de que el espectador piense en algún momento que "no está pasando nada".
'Alcarràs', la verdadera vida
El movimiento ha explotado finalmente en ‘Alcarràs’, la segunda película de Simón que ha dejado de pertenecer tanto al circuito independiente tras ganar el Oso de Oro en el Festival de Bertín. “El cine de autor también puede ser para el público”, ha sentenciado su productora, María Zamora, tras el estreno de la película en los cines españoles. Lo que Zamora describe como cine de autor no deja de ser el largometraje reciente que ha retratado la mirada española más pura sobre la vida sin necesidad de construir grandes escenas o narrar diálogos con florituras.
La forma de contar que ha mostrado Carla Simón a los espectadores en sus dos primeras películas se ha basado en algunos recuerdos de su vida y en lo conocido, ciertos elementos autobiográficos que si bien hacen también especiales otras producciones que pueden formar parte de este movimiento fílmico particular, como por ejemplo podría ser el caso de ‘Júlia ist’, de Elena Martín Gimeno, no explican al 100% el que se esté hablando de ‘Alcarràs’ como un “milagro” del cine español.
Parte clave del atractivo de ‘Verano 1993’ y ‘Alcarràs’ reside en lo que podría definirse como ‘el cine de la nada’, entendiendo muchas escenas desde el lenguaje no verbal como diálogo que no necesita ser explícito para mostrar gestos y dinámicas familiares que, aunque pueden parecer por su tono más ralentizado algo muy distinto a la acción intrépida y sin pausa del cine más comercial, son pequeños detalles que disparan la motivación de los personajes hasta la explosión final del conflicto, eso que en ‘Verano 1993’ se traducía en el lloro desconsolado de Frida en la escena que cerraba la película.
La escritura y la forma de plasmar ante la cámara de Carla Simón y su equipo de producción —suma también el trabajo de discusión en el proceso de guion con Arnau Vilaró; la aportación de la directora de fotografía Daniela Cajías, la primera mujer en solitario que ganó en 2021 el Goya a mejor dirección de fotografía por ‘Las niñas’; el papel en el casting de Mireia Juárez o el montaje a cargo de Ana Pfaff—llega a asemejarse más bien a documentar la vida que a inventarse una ficción.
Así, se parte en ‘Alcarràs’ del pueblo de la madre de la directora para hablar de lo conocido desde una mirada contemplativa que va dando peso a cada personaje llegado el momento oportuno, ya sea sobre Quimet, el padre que trabaja ahora la tierra y atraviesa un momento de crisis vital, y Roger, el hijo que nunca parece satisfacer las expectativas de su progenitor; la nieta Mariona y Rogelio, el “padrino” y abuelo del clan; Iris y sus primos; Dolors y las tías de la familia, una de ellas interpretada por Berta Pipó, la hermana de Carla Simón; o quienes rodean el mundo particular en el campo de los Solé, desde aquellos que juegan el papel de especuladores a los que sirven de sustento también de la tierra.
Simón ha vuelto a partir en esta película de intérpretes no profesionales, actores “naturales” con acento de la comarca del Segrià siendo la única excepción Pipó, que ya encarnó a una de las tías de Frida en ‘Verano 1993’. Con este punto de partida ha trabajado a base de improvisaciones anticipadas a las semanas de rodaje para construir una “nueva familia”, que compartiría tiempo y costumbres durante seis meses, tal y como recordaba en una publicación en Instagram Berta Pipó hace un tiempo.
Con esta mecánica de armar lazos entre los protagonistas de la película, se ha trabajado de nuevo al milímetro el guion y sus diálogos, como ya se hiciera en ‘Verano 1993’, no desde la memorización sino más bien desde la propia escena para perseguir el objetivo narrativo deseado con la mayor pureza posible.
Tal y como cuentan por ejemplo Carla Simón y Arnau Vilaró en un reportaje que ha dedicado el programa ‘El cine en la SER’ a la película de ‘Alcarràs’, el simple gesto cotidiano de cerrar una puerta puede llegar a soportar un gran peso narrativo en una escena para hacer avanzar la trama y conducir a los personajes hasta el punto deseado. ‘Alcarràs’ está poblada de pequeños detalles de cine contemplativo y miradas, como las que se regalan en las escenas familiares en las que están todos reunidos y que están cargadas de mensajes.
La música como las historias no contadas
Otra de las vías para transmitir que ha explotado Carla Simón en su segunda película, además de las fiestas populares que ya aparecían en ‘Verano 1993’ como un escenario distinto para que se muevan los personajes, tiene que ver con un mensaje en forma de canción que sirve en diferentes momentos del largometraje para dar un sentimiento de unión a esta familia y para expresar, sin palabras puestas en el papel, sentimientos que serían demasiado irreales mostrar de otra forma.
"Si el sol fuera jornalero no madrugaría así. Si el marqués fuera quien trillara, de hambre moriríamos ya. Yo no canto por la voz, ni al alba ni al nuevo día. Yo canto por mi amigo que por mí perdió la vida", se puede escuchar a Iris, la niña de ‘Alcarràs’, entonar delante de su familia en una escena de la película. Así, cala de generación en generación sin darse cuenta nadie en estas frases de un cántico tradicional, una ‘cançó’ de pandero, el mensaje político de fondo que trabaja asimismo la película: si la familia Solé no trabaja la tierra, lo harán los especuladores.
- Nota: 'Alcarràs' suma 291.458 espectadores (según Comscore) tras cuatro semanas en los cines, convirtiéndose en la película española más vista en las salas del país en lo que llevamos de 2022.
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