Odiar el cine español, así, a bocajarro, en 2022, como si fuera un género en sí mismo, no tiene sentido. No lo tuvo nunca, pero solo hay que echar un vistazo a los nominados al Goya (y las películas que se han quedado fuera) para saber que los cuatro mantras que siempre se esgrimen no tienen ya vigencia alguna, si es que alguna vez la tuvieron. Tras unos años (reconozcámoslo) un poco flojos, la maquinaria ha vuelto a la máxima potencia: ¿Estamos ante el mejor momento en la historia del cine patrio?
Rupturismo rural
Durante años, parecía que solo había tres mujeres cineastas en España: Gracia Querejeta, Icíar Bollaín e Isabel Coixet. Por suerte, la variedad de nuevas historias, texturas y sensibilidades que se han desarrollado en los últimos años ha abierto el abanico de relatos que pueden ser contados en una pantalla. Sin ir más lejos, esta edición de los Goya contará con tres mujeres de nueva ola (Carla Simón, Pilar Palomero y Alauda Ruiz de Azúa) removiendo las butacas con un cine tan pequeño como rompedor.
Tras unos años de thrillers estupendos ('Que dios nos perdone', 'Tarde para la ira', 'El reino', 'Intemperie'), la maquinaria del cine vuelve a girar hacia las pequeñas historias contadas con sensibilidad exquisita. Tras años obsesionados con compararnos cara a cara con el cine americano, finalmente nos hemos rendido a la evidencia -casi obligación- de resaltar nuestros propios iconos y códigos lingüísticos y nuestra propia idiosincrasia rural.
Incluso las dos producciones más grandilocuentes del año, 'Modelo 77' y 'As bestas', abandonan la universalidad para centrarse en lo específico. Y esta especificidad convierte al cine español de 2022 en una añada que ha sabido recoger los frutos de lo labrado durante la última década, criado entre cortos y rupturismo, y dar un paso en la mejor dirección posible.
Torrente y los niños, parte 3
Los Goya tienen el mismo problema que los Óscar: a la gente, en general, ya no le interesa el cine. Al menos no el que se premia en galas de tres horas con números musicales, chistes y discursos interminables. Podemos felicitarnos todo lo que queramos por los buenos datos de 'As bestas' o 'Alcarràs', pero lo cierto es que las películas españolas más taquilleras de este año han sido dos terceras partes: las de 'Padre no hay más que uno' y 'Tadeo Jones'. Ojo, sin quitarles ningún mérito: es muy difícil saber enganchar con los gustos del público generalista y claramente lo han conseguido más que ninguna cinta nominada.
Por poner un ejemplo de esta ruptura entre cine y público de la que hablo: dos de mis películas favoritas de este año, 'Unicorn wars' y 'Cerdita', apenas han sido vistas por 4000 y 60000 personas, respectivamente. 'Alcarràs' ha sido un éxito, pero ni siquiera ha llegado al medio millón de espectadores. En España se está haciendo el mejor cine que se ha hecho nunca, pero no hay nadie para verlo.
Hay prejuicios que, a estas alturas, están enquistados y pasan de generación en generación. El cine iraní es aburrido, las películas de autor son para gafapastas, en España solo se hace cine sobre la Guerra Civil. Poco importa que ninguna película nominada tenga que ver absolutamente nada con la Guerra Civil: teniendo prejuicios, ¿quién necesita realidades?
¿Para quién está dirigido el cine español?
El cine español de 2022 está en un estado de forma como hacía muchos años que no se le veía: incluso comedias musicales localizadísimas como 'Voy a pasármelo bien' o cine de terror más o menos al uso como 'La abuela' triunfan en sus intenciones y dan como resultado productos solventes e inteligentes. Además, aunque algunos no quieran creerlo, fuera de nuestras fronteras este es uno de los países mejor considerados audiovisualmente... Y no solo por Almodóvar.
Desde Berlanga hasta Buñuel, pasando por Fernán Gómez, Sorogoyen o Simón, el cine de nuestro país ya no tiene nada que demostrar. Es una de las filmografías más complejas y completas del mundo, y lo lleva siendo desde su mismo nacimiento, con Segundo de Chomón, Florián Rey y Edgar Neville dando inicio a un cine tan único como, al mismo tiempo, universal.
Quedan ya atrás las cifras de taquilla astronómicas de 'Ocho apellidos vascos' o 'Un monstruo viene a verme', y es normal: el cine español postpandémico, consciente de que no podrá competir cara a cara con los blockbusters hollywoodienses, ha preferido centrarse en pequeñas historias repletas de vida: películas diferentes para tiempos diferentes, burbujas de una filmografía fabulosa que siempre ha sabido sobrevivir y vuelve a levantar la cabeza orgullosa de lo que sabe hacer. Ahora solo falta que el público decida acompañarla.
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