En el anterior capítulo del especial dedicado al cine de vampiros hablábamos de ‘I Vampiri’ (id, 1957) la película de Riccardo Freda —y Mario Bava, recordemos— que fue una de las cintas más influyentes en el posterior cine de terror italiano. Coincidía el estreno de dicha película con el auge que adquiría la productora británica Hammer —en poco tiempo nos adentraremos en esta fascinante casa del horror, origen de todo el terror moderno—, auténtica pionera en los cambios que sufría el género, añadiendo dos elementos hoy día indispensables: sangre y sexo. El film que hoy nos ocupa bien podría haber pertenecido a la Hammer, ya sea por su uso del color, por su argumento y por incluir elementos atrevidos. Curiosamente su guionista es Jimmy Sangster, uno de los guionistas más reputados de la casa británica.
‘La sangre del vampiro’ (‘Blood of the Vampire’, 1958, Henry Cass) es una de esas películas que a pesar de su importancia histórica no han tenido toda la repercusión que merecen. No se encuentra editada en DVD en nuestro país, y sus pases televisivos han sido escasos, por no decir que hoy día sería imposible su emisión, los responsables del cine en las cadenas televisivas conocen tanto el séptimo arte como yo la vida sexual del oso hormiguero. En cualquier caso, ya estamos nosotros para recuperar este tipo de cintas y si se puede, picar vuestra curiosidad para que os animéis a verlas, sea por el método que sea.
El argumento de ‘La sangre del vampiro’ nos lleva a un recóndito lugar de Europa central. Allí un científico llamado Callistratus realiza experimentos con los criminales encarcelados en una prisión. Dichos experimentos tienen que ver con la transfusión de sangre. Callistratus es en realidad un vampiro muy particular, ajusticiado hace tiempo pero que ha regresado a la vida gracias a un trasplante de corazón, el cual le ha creado una infección en la sangre, por lo que su supervivencia depende de las mencionadas transfusiones hasta que encuentre las células adecuadas que le permitan curar la infección. Para ello contará con la ayuda de un doctor encarcelado injustamente, el supuesto héroe de la función.
Como puede apreciar el lector el argumento hace que el film se aparte de las típicas películas de vampiros, algo que sólo se habían atrevido a hacer en muy determinadas ocasiones como en ‘Sombras trágicas, ¿vampiros?’ (‘The Vampire Bat’, 1933, Frank R. Strayer) o la mencionada ‘I Vampiri’, ambas comentadas en el especial. En ‘La sangre del vampiro’ no aparece el vampiro tradicional que todos conocemos, esa criatura fantástica y fascinante donde las haya, con su colmillos y su irresistible presencia —algo que en la extraordinaria tercera temporada de ‘True Blood’ están llevando hasta sus últimas consecuencias—, aunque el título de la película, esa alusión a Drácula en la frase promocional del film, y el hecho de contar con Sangster y la actriz Barbara Shelley —una de las grandes musas del terror— en el reparto pueden hacer pensar lo contrario.
Todo responde a las inquietudes de sus productores, Robert S. Baker y Monty Berman, que revolucionaron el género al mismo tiempo que también lo hacía la Hammer, ambos en tierra inglesa, y la AIP en Estados Unidos con Roger Corman y su ciclo de Edgar Allan Poe. Estos atrevidos productores, al igual que Corman, basaban sus producciones en emplear poco dinero y usar la imaginación. Para ello se rodeaban de gente con las ideas muy claras, como el caso de Sangster en el guión o el propio Berman en la fotografía, de colores muy vivos que nos recuerdan a las producciones de la Hammer. Un sentido de la comercialidad muy marcado sin descuidar aspectos temáticos y formales. Alcanzaron su apogeo en 1960 con ‘El demonio y la carne’ (‘The Flesh and The Fiends’, 1960, John Gilling) pasando años después al mundo de la televisión.
‘La sangre del vampiro’ maneja muy bien el elemento del mad doctor, en este caso el Doctor Callistratus, al que da vida Donald Wolfit —uno de los actores que salen en la mítica ‘Lawrence de Arabia’ (‘Lawrence of Arabia, 1962, David Lean), que próximamente mi compañero Adrián Massanet comentará—, que en el film tiene un sospechoso parecido con Bela Lugosi, en lo que parece todo un homenaje a las viejas películas de terror de la Universal. Cass dirige con ritmo, empleando el suspense de forma inteligente. Hitchcock siempre definió el suspense como algo que conocía el espectador pero desconocía el personaje. En ‘La sangre del vampiro’ el espectador sabe que el Doctor Callistratus es el ajusticiado del inicio del film, pero nunca llegan a revelarlo hasta el final, por lo que la duda siempre está en el aire.
Barbara Shelley empezaba a despuntar como el mito erótico terrorífico en el que se convirtió, con rasgadura de vestido incluida. Al lado de ella, Vincent Ball no tiene nada que hacer, no porque el espectador esté más atento de lo que pasa o de mirar para la Shelley, sino porque el actor está francamente mal en su personaje. A eso sumamos una resolución de la historia un poco surrealista y forzada, que denotan cierta prisa. Imagino que el interés de estrenarla antes del ‘Drácula’ de Terence Fisher tuvo mucho que ver en ello, la película se rodó en apenas mes y medio, y la economía de medios es visible. Sin embargo, ‘La sangre del vampiro’ demuestra lo que Corman demostró muchas veces: para hacer una buena película no se necesita una gran presupuesto.