Ahora que se acerca el estreno de 'Harry Potter y las reliquias de la muerte: 1ª parte' ('Harry Potter and the Deathly Hallows: Part 1', David Yates, 2010) he creído conveniente rescatar en el especial sobre vampiros que os estamos ofreciendo en Blogdecine una película mexicana muy poco conocida titulada 'El vampiro sangriento' (id, 1962). ¿Por qué? Muy sencillo; para aquellos que piensen que la maldita manía de filmar dos entregas seguidas y comercializarlas por separado, o como en el caso de la saga Potter separar con toda la cara del mundo una entrega para que el aficionado se gasta el doble de dinero, es algo que se ha puesto de moda en los últimos años, no es así. Y no hay que remontarse a los casos de Robert Zemeckis con sus continuaciones de 'Regreso al futuro' ('Back to the Future', 1985), ni a Richard Lester con sus mosqueteros, y tampoco a los dos primeros títulos de la saga 'Supermán'. Hay que ir más atrás.
Esa técnica, o moda, o como queráis llamarla, al igual que la de los remakes, es tan antigua como el propio cine. Sin necesidad de irnos al todopoderoso cine estadounidense, 'El vampiro sangriento' es una de esas películas que se filmaron conjuntamente con su secuela, 'La invasión de los vampiros' (id, 1963), aún menos conocida que su predecesora. En este post nos centraremos evidentemente en el primer título, toda una rareza dentro del cine mexicano, realizada en una época en la que en dicha cinematografía se apostaba fuerte por el género fantástico o de terror con vistas a buscar un mercado internacional. El director de origen español Miguel Morayta fue uno de sus máximos artífices.
El caso de Morayta es cuanto menos curioso. Sin entrar en demasiados detalles, hay que anotar que el director nacido en Ciudad Real hace nada menos que 103 años —aún sigue vivo— no empezó su vida profesional en el séptimo arte, sino en el ejército, convirtiéndose en el Oficial de artillería más joven del Ejército español, mientras hacía sus pinitos en la publicidad. Tras luchar en la Guerra Civil española en el bando republicano —y eso que era sobrino segundo del General Francisco Franco—, sus andanzas le llevaron hasta campos de concentración en la Francia ocupada, en alguno de los cuales estuvo a punto de morir. Salvado de ser fusilado por un oficial de la Gestapo con el que compartía gustos cinéfilos, llegó en 1941 a Veracruz donde se buscó la vida. Dentro del cine.
A pesar de que en nuestro país el nombre de Miguel Morayta es totalmente desconocido —el propio realizador tiene su particular opinión al respecto, pero prefiere no hablar de ello—, en México está considerado uno de los grandes precursores del cine mexicano. Trabajador incansable, llegó a filmar la friolera de 85 películas —la última data de 1975— siendo 'El vampiro sangriento' una de las que más ayudaron al conocimiento internacional del cine mexicano. Su argumento, obra de Morayta, no se aparta en demasía del resto de films sobre vampirismo, sin ir más lejos los de la Hammer, tan de moda en aquellos años, pero aporta ciertos elementos que proporcionan cierta originalidad al conjunto.
Apuntemos. Tenemos el carruaje siniestro con el que empieza el film, filmado en un sorprendente ralenti; éste, en lugar de estar conducido por uno de los esbirros del vampiro o por él mismo, está guiado por la mismísima muerte. El Conde Siegfried von Frankenhausen —un espléndido Carlos Agostí— es nuestro vampiro protagonista, un noble cuyos secretos vicios llevan a ser el vampiro más temido de la zona. Hablamos de una película en la que los vampiros se dividen en dos: los vivos y los muertos; los segundos no hacen absolutamente nada más que esperar en sus ataúdes, y son vampiros por culpa de una sustancia que se encuentra en su sangre cuyo nombre prefiero no nombrar por aquello de dejar a George Lucas como el que inventó la sustancia más ridícula para las venas cinematográficas. Evidentemente, y gracias a la intervención de cierto profesor, dicha sustancia puede ser extraída del cuerpo gracias a un curioso artefacto que hay que clavar en el corazón de la pobre víctima.
Siegfried von Frankenhausen además está casado, uno de los puntos débiles del relato, pues no se entiende el porqué deja viva a su mujer, una de sus máximas enemigas, cuando podría haberse deshecho de ella hace tiempo. Sin embargo, la presencia de la esposa, aterrorizada por lo que es su marido, da lugar a situaciones de lo más interesantes cuando en el castillo de Frankenhausen llega una nueva criada, en realidad la prometida de un doctor que visita a la condesa con el fin de averiguar si von Frankenhausen es el temido vampiro. Es en el castillo de los Frankenheusen donde Morayta consigue sus máximos hallazgos de puesta en escena, gracias a un ejemplar uso de los espacios y los ambientes lóbregos. Si de algo puede presumir 'El vampiro sangriento' es de poseer una adecuada atmósfera irreal.
En el lado negativo tenemos unos diálogos, que en buena parte del metraje no hacen otra cosa que subrayar lo que ya vemos, y unos efectos visuales que fallan a la hora de retratar el enorme murciélago en el que se transforma von Frankenhausen, y que Morayta filma con demasiada claridad. Por lo visto, en los estudios mexicanos sólo poseían una figura de un murciélago gigante con enormes orejas de conejo (¿¿??) y que era utilizado en muchas películas. A día de hoy resulta muy difícil distanciarse para que dicho muñeco no provoque risa, y hasta vergüenza ajena. Afortunadamente, los logros de 'El vampiro sangriento' superan a sus defectos, y en una época en la que se solían cerrar las películas, se atreven con un final nada complaciente en el que el Mal sigue libre. Por no hablar de los interesantísimos apuntes de sadismo que provienen de la máxima seguidora del vampiro, Frau Hildegarda, papel a cargo de una escalofriante Bertha Moss.