El músico de The Band colaboraría con el director en muchas de sus películas, empezando por una película-concierto imprescindible
Ayer se anunció el fallecimiento de una figura cultural imprescindible. Robbie Robertson, uno de los músicos más célebres de la historia gracias a su trabajo en The Band y como guitarrista de Bob Dylan, falleció a los 80 años de edad. Un nombre que es también fundamental en la historia del cine gracias a su prolongada colaboración con Martin Scorsese, ejerciendo de productor musical en muchas de sus películas, siendo la última la inminente 'Los asesino de la luna'.
No es un trabajo ni mucho menos menor. Las películas de Scorsese, además de moverse a un ritmo muy característico, suenan como casi ninguna otra con esa combinación de melodías en la banda sonora y uso de canciones, en las que Robertson jugaba un papel fundamental. Aunque su trabajo conjunto más imprescindible está en el terreno del documental: 'El último vals'.
Liturgia y fanfarria
Una de las películas centradas en un concierto más importantes de todos los tiempos. Quizá la que más, ya que su manera de retratar la música en vivo sigue siendo una gran influencia para muchos documentales-concierto posteriores. Scorsese se desvive por dar el mejor homenaje posible a Robertson y a The Band en una imprescindible pieza que se puede ver en streaming en Filmin.
La banda norteamericana de rock y country se acerca a su final, con una gira de despedida que les tendrá yendo de un sitio a otro durante el año 1976. Scorsese y su equipo graba todas estas actuaciones distintas, aunque conectadas, donde el grupo luce un repertorio increíble con canciones históricas como 'The Weight' o 'The Night They Drove Old Dixie Down', además de colaboraciones célebres como el propio Dylan, Neil Young o Joni Mitchell.
Entre actuaciones también hay momentos de intimidad donde la cámara se cuela para hacer un reflejo de camaradería y de conexión a través del arte de la música. Esta gira se trata poco menos que de una marcha fúnebre por las características de la despedida, pero el funeral se parece más a uno de esos tan eufóricos y ruidosos que se dan en ciudades como Nueva Orleans. La fanfarria como catarsis ante un adiós.
'El último vals': una última noche
Ni siquiera todas las drogas que iban circulando durante aquella gira disimulaban el amargo sabor del final. Scorsese captura a la perfección la vida del músico en la carretera, el desgaste que conlleva, y crea una fabulosa elegía al rock and roll que enmarca debidamente como un funeral. Pero no uno triste, sino eufórico y poderoso, donde todo el mundo tiene cabida.
Así los variados instrumentos y los músicos se van sucediendo, todo intercalado en un montaje maravilloso que aprovecha de maravilla todo el material dorando que ha rodado Scorsese, que planifica y captura al mejor nivel. Cómo refleja la magnitud de estos músicos, especialmente de un Robertson que era el principal motor creativo y hasta escénico del grupo, da un sensacional largometraje que se sitúa sin duda entre sus mejores películas.
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