Mientras mi compañero Juan Luis Caviaro pasa muchas horas sin dormir en el Festival de Sitges —sus últimas noticias al respecto nos dicen que el gran John Carpenter ha perdido fuelle, cosa que me niego a creer— un servidor sigue haciéndose sus programas caseros de cine fantástico o de terror por eso de ir en sintonía. Hoy le toca el turno a un film que recientemente ha estado en boca de algunos comentaristas de Blogdecine, 'Refugio macabro' ('Asylum', Roy Ward Baker, 1972), debido al reciente fallecimiento de su director y a la relación que éste tenía con la mítica productora británica Hammer Film, de la que hemos repasado algunos títulos vampíricos imprescindibles.
Me decía alguno de esos lectores que me iba a llevar una triste sorpresa al revisar una película como ésta, que había envejecido lo suyo y que hoy día daba risa. Reconozco que cuando la vi por primera vez hace ya muchos años me había encantado, pero ahí está el tiempo y su inexpugnable sentido del juicio —en realidad cambiamos nosotros— para hacer que pongamos las cosas en su sitio. Reconozco que cuando la vi hace muchos años me había encantado, ahora recién fresca la impresión no es la misma, pero ni muchísimo menos considero que sea una película de la que haya que reírse, y eso que tiene todos los números para ello.
'Refugio macabro' es una de esas películas de terror conformadas por sketchs que tanto se llevaban en aquellos años, aunque tendríamos que remontarnos hasta la época de la Ealing y nombrar un film como 'Al morir la noche' ('Dead of Night', Alberto Cavalcanti, Charles Crichton, Basil Dearden y Robert Hammer, 1945) como claro ejemplo de gran película en esta especie de subgénero, por así llamarlo, en el que lo normal es la mediocridad aún contando con el interesante planteamiento de alguna de sus historias. La Amicus, competidora directa de la Hammer en los 70, se especializó en este tipo de films y contó con escritores del prestigio de Robert Bloch.
Precisamente es el autor de 'Psicosis' el que firma el guión de las cuatro historias que conforman 'Refugio macabro', en las cuales se relaciona se inciden en el mundo de la locura con la única sana intención de hacer un cuento de terror hábilmente dirigido por Roy Ward Baker, que en todo momento se encuentra supeditado a las historias en sí. Afortunadamente el director de 'Las amantes del vampiro' ('The Vampire Lovers', 1970) logra crear una buena atmósfera en la que lo malsano está presente todo el rato. Con una acertada planificación se logra transmitir cierta sensación de inquietud, algo estimable si tenemos en cuenta que este tipo de películas no suelen dejar mucho espacio para riesgos visuales por aquello de no crear demasiadas diferencias formales entre las respectivas historias.
El primer episodio cuenta una historia de infidelidad que termina en asesinato y venganza desde el más allá. Alusiones al vudú sirven como convincente explicación al asunto de la revancha de una mujer muerta despedazada y despechada. Los instantes de las partes del cuerpo tomando el sótano de la vivienda y cobrándose el engaño que sufrió en vida resultan de los más atractivo del relato. No hay duda de que podría haberse hecho mucho más sangriento, pero ese insignificante detalle hace que resulte más aterrador de la forma en la que está expuesto. Como punto negativo citaría a sus actores e incluso añadiría que los pedazos de cuerpo envueltos con tanta precisión resultan mejores intérpretes que aquéllos.
El segundo relato es el que más hermana a 'Refugio macabro' con los films de la Hammer. En él encontramos a Peter Cushing —sin duda el mejor actor de todo el reparto— dando vida a un millonario que se ha gastado todo su dinero en investigar sobre la muerte. Gracias a las instrucciones encontradas en un valioso libro encarga a un sastre al borde de la ruina la confección de un traje muy peculiar, con el que el millonario devolverá la vida a su fallecido hijo. Atmósfera gótica, muchas sombras enfrentadas a la claridad amenazante del traje, fatalidad, y obsesión —derivada de la necesidad— por el dinero, son los elementos de un relato más siniestro de lo que aparenta.
El tercer relato es sin duda el menos interesante de toda la película. Un de esas historias que hablan sobre doble personalidad, tema muy recurrente en la obra de Bloch. Charlotte Rampling es una mujer que está como una regadera, y sus alter ego es la preciosa Britt Ekland, aquella que cometerá los absurdos crímenes de la cinta, caminando hacia un final de lo más previsible y anodino. En ningún momento se intentan explicar las razones de la locura —durante buena parte se repite una y otra vez que los locos no tienen cura—, y resulta cuanto menos irónico que alguien como la Rampling se crea Ekland. ¿Hay alguna intención oculta en ello? En todo caso hablamos del episodio más aburrido de todos.
El cuarto y último es el que funciona de nexo de unión entre los otros tres y que cierra la historia planteada al inicio del film: un famoso doctor en psiquiatría acude por una oferta de trabajo a una institución mental en la que se le presenta el juego de descubrir quién es, entre los pacientes que entrevistará, el director del centro que ha acabado como paciente. Herbert Lom da vida a un hombre que está convencido de ejercer un poder mental sobre muñecos que construye a semejanza de varias personas. La incuestionable locura de la premisa, y lo poco creíble que resulta por momentos —cuando cierto muñeco entra en acción— se enfrenta con la sorpresa final del film, más original y coherente con la propuesta.
'Refugio macabro' contiene suficientes elementos para disfrutar de un buen rato. De acuerdo en que el paso del tiempo ha hecho un poco de mella en la película, pero ya les gustaría a muchos films de terror de hoy poseer la frescura que le queda a éste.