Hace bien poco os hablaba, en mi texto sobre ‘Intruders’ (id, Juan Carlos Fresnadillo, 2011), de cómo el tramo final de una película podía echar por tierra y anular todo lo visto hasta ese instante. También os comentaba al respecto de ‘Carga maldita’ (‘Sorcerer’, William Friedkin, 1977), que todos los grandes directores —con la excepción que confirma la regla por motivos evidentes, de Charles Laughton— tienen su película fallida o maldita, incluso varias. ‘Muerte en Venecia’ (‘Morte a Venezia’, 1971) es curiosamente una de las películas más prestigiosas de su director, el gran Luchino Visconti, una de las más admiradas de su filmografía, pero para quien esto suscribe también una de las más flojas, un ejemplo perfecto de la decadencia de un director que, cuando el cine empezó a ser más libre en sus formas, se perdió en sus obsesiones y en un gusto por el detalle realmente obsesivo.
Basada en la novela de Thoman Mann, ‘Muerte en Venecia’ supone la segunda entrega de una trilogía temática bautizada como Trilogía de Alemania, que aunque fue producto del azar —Visconti en realidad quería filmar otra película— conforma junto con la anterior ‘La caída de los dioses’ (‘La caduta degli dei’, 1969) —el film más insoportable de su director—, y la posterior ‘Ludwig’ (1972), un tríptico en el que el director italiano se obsesiona por la diferencia entre lo ideal y lo real, marcando una gran distancia entre ambos. Los deseos, los sueños, la juventud evaporada, el éxito, y frente a todo eso, la lamentable realidad expuesta a través de una sociedad decadente, que no es otra cosa que el propio final de sus personajes. ‘Muerte en Venecia’ explora todo eso de forma muy bonita y también cargante. Afortunadamente, el trabajo de Dirk Bogarde y uno de los finales más impresionantes que se puedan dar en una película, hacen que el viaje merezca la pena.
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El principal cambio que existe en la adaptación es el hecho de que el personaje central es músico, mientras que en la obra de Mann es un escritor. Según Luchino Visconti, el novelista quería que su personaje fuese músico, así que el director italiano cambió su profesión y le convirtió en compositor. Gustav von Aschenbach (Dirk Bogarde) es un trasunto del célebre Gustav Mahler —de ahí que Visconti llene de su música el film, en concreto echando mano del Adagio de la Quinta Sifonía, que se repite hasta la saciedad en la película—, sus días están llegando a su fin, y ante la triste pérdida de su hija se recluye en Venecia esperando descansar de tal tragedia. Pero Aschenbach, que siempre ha considerado que la belleza debe alcanzarse con el intelecto, sucumbirá ante la turbadora presencia de Tadzio (Björn Andersen), efebo de aspecto andrógino que representa la belleza absoluta.
El problema de ‘Muerte en Venecia’ es que es repetitiva hasta la desesperación. En un intento por narrar la decadencia de las clases altas en un país que estaba cambiando a marchas forzadas con dos importantes Guerras en el horizonte, Visconti se recrea demasiado en una ciudad de la que seguramente es imposible no enamorarse, y que convierte en metáfora indiscutible del hundimiento artístico, personal y social del propio Aschenbach. Una epidemia es el principal de sus miedos, mientras que Tadzio, el joven que lo mira de reojo, como provocándole y quien sabe si invitándole a acercarse, es su única razón de existencia, aquella que le lleva a cuestionar sus propias creencias sobre alcanzar la belleza. Indudablemente la homosexualidad de Visconti hace acto de presencia en tal premisa y no es descabellado imaginar que esta película es en parte una crítica a todos aquellos que no afrontan su sexualidad.
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En las vueltas que Visconti da una y otra vez a la premisa, su obsesión por el detalle se hace realmente insoportable —luego hablan de Kubrick—, llegando a sobrecargar cada plano, cada imagen, logrando que ‘Muerte en Venecia’ sea una producto kitsch en toda regla. Si a ello sumamos un ritmo que decae continuamente, la narración se resiente destacando únicamente la utilización de la música, algo en lo que Visconti siempre fue un genio. En ese continuo enfrentamiento artístico/estético/ético al que el director somete a su protagonista somos testigos de secuencias tan grotescas como la de la irrupción de los músicos callejeros en un hotel, en la que se subraya una y otra vez lo que ha quedado claro ya desde hace tiempo. La película gana enteros o descubre toda su esencia en su tramo final. Aschenbach es convencido por un peluquero de rejuvenecer su aspecto, de recuperar, según las palabras del propio peluquero, lo que le pertenece. Es ahí cuando Visconti no tiene ni la más mínima piedad con su personaje y lo lleva al fondo de la humillación para después abrazarle con el manto de la muerte mientras presencia una imagen imperecedera, la belleza en todo su esplendor.
Ante la desesperación de Aschenbech, que está en una tumbona en la playa, Tadzio se revuelve a modo de juego en la arena con un amigo. Una pelea sin importancia que Aschenbech parece mirar con deseo y al mismo tiempo nerviosismo —dos jóvenes cuerpos retozando en la arena es una imagen que puede llegar a ser muy turbadora, como de hecho es para el músico— por no poder intervenir como en multitud de ocasiones anteriores —atención a la del ascensor donde Visconti se muestra terriblemente cruel con Aschenbech—, pero entonces llega el milagro de la visión. Tadzio se retira hacia el mar creando en su admirador una imagen de ensueño. Como si de un ángel de la muerte se tratase —a través de Tadzio el músico siente lo cobarde que es, lo acabado que está, lo poco que le queda— Tadzio señala en el horizonte un punto en el cielo, el cual parece unirse con el mar. Aschenbech levanta su brazo hacia un punto en el infinito, aquel en el que tal vez se toque con su amado Tadzio, el perfecto ideal de belleza, algo que no ocurre en la realidad. Aschenbech muere derrotado por su propio deseo reprimido, quien sabe si aceptando su completa equivocación al respecto de la belleza (el amor). El tinte que cae por su frente debido al calor es un elemento más en su humillación, la de un artista que sucumbe ante la contemplación de la imagen perfecta.
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stavrogin
Visconti más que dedicarse a filmar escenas triviales, es más un pintor de cuadros en cada fotograma se aprecia el cuidado uso de la imagen de Pasqualino De Santis, esta película me emociono, contar con Dirk Bogarde y con la música de Mahler, me hacen obviar sus pocos defectos, otro exponente del neorrealismo de vieja usanza. ¿Para cuando una critica de Blow-up de Antonioni?
antonyo
A mi personalmente, esta película no me cansa en absoluto, al contrario, me encanta recrearme en la belleza de sus lentos pero contemplativos pasajes al igual que el protagonista se recrea en la belleza de Tadzio. Me fascina ver la belleza en la que se retrata al artista fascinado por la belleza de un joven. Disfruto a la vez que sufro viendo la lucha desesperada de Aschenbech por preservar esa belleza absoluta, que había buscado durante toda su vida e irónicamente llega al final de sus días. En resumen, viendo esta película me siento tan empáticamente unido al protagonista que yo mismo me convierto en él y con pocas películas me ocurre eso.
Hackenbush
Seguramente tienes razón en que Muerte en Venecia no es una película extraordinaria. Pero sí es una experiencia extraordinaria.
Me explico: sólo un esnob negaría que es aburrida hasta la saciedad y carece de todo sentido del ritmo. Parece como si Visconti se olvidara cada segundo del medio en el que trabaja y se abandonara a la contemplación estética más cercana a su labor como director operístico. Es un trabajo de digestión lentísima, empalagoso, tedioso, para un ojo anciano diría yo, con un sentido del tiempo tan crepuscular como su protagonista. Aún así, su visionado me parece, como he dicho, una experiencia extraordinaria. Visconti plasma con una perfección excelsa el espíritu de la novela (cambios aparte): la búsqueda del Absoluto como fracaso anunciado, el mundo perenne sucumbiendo ante la humana obsesión de un ideal que siempre caerá dos pasos adelante de lo que nunca llegaremos. Este fracaso es el del la propia cultura occidental (una cultura póstuma, cuyo tiempo se desvancece, de aquí el ritmo), que Mann tant bién relató.
El problema no sea quizás de Visconti, sino de la propia obra. ¿Podría hacerse una adaptación diferente sin traicionarla? Se puede discutir; yo creo que el espectador ve en la pantalla a través de los propios ojos de Aschenbach, que no dejan de ser unos ojos enfermos, hacia el decrépito mundo que languidece.
Aún así, gran crítica, Alberto, es evidente que es una película difícil y poco agradecida, que nunca generará consensos.
Atticus
Pues posiblemente no haya estado en muchas ocasiones tan de acuerdo con una crítica como lo estoy con ésta. Muerte en Venecia me resulta particularmente, tan hermosa como vacía. El inicio con la llegada a Venecia del personaje principal. Y el final con la muerte de dicho protagonista, me parecen lo más interesante de la película, que durante la mayor parte de su metraje resulta redundante.
Desde la primera secuencia en la que el personaje de Bogarde descubre a su joven "objeto de deseo", la película se repite, sin profundizar en los personajes y en la trama, excepto ocasionalmente. Un bucle sin fín. Hermoso, pero reiterativo. Demasiado reiterativo. ¿He dicho que me resulta reiterativo?!. ;)
Eso sí. Bogarde está genial. Como siempre. Pocos actores son capaces de mostrar tan bien lo que ocultan. Sin una palabra. Me encanta éste actor. Destacaría una pelicula suya, que tuve la oportunidad de ver hace poquito, El sirviente. Muy recomendable. Antológico Bogarde.
Para concluir, me gusta lo que comenta "stavrogin" sobre que Visconti "es más un pintor de cuadros". Y es que cuando la ví por última vez, esa sensación tenía. Cada fotograma parecía una pintura. Con el añadido que la famosa escena final, con el tinte del pelo cayendo por el rostro de Bogarde, me recordó a una pintura borrandose, derritiéndose prácticamente. Un poquito como los objetos de la Persistencia de la memoria...
zlashower
Creo que eso mismo que señalas como errores hacen mas grande esta obra, si es repetitiva es porque visconti quiere dejarnos mas que claro, hartarnos con la misma idea todo el tiempo de la belleza pura y el sufrimiento ante algo tan sublime. Creo que es una de las mejores películas que he visto en mi vida, y por supuesto me parece que ese perfeccionismo en toda la película la convierten, a la manera de Visconti en una película perfecta. Un poema profundo como el mar, que representa la decadencia del arte. Por algo cuando se estrenó algunos la nombraron la mejor película de la historia. Cuanta razón, es exquisita. Visconti es y siempre será uno de los mejores directores de la Historia, tan solo por contar con esta película, Ludwig y Il Gattopardo.
malo
Cómo se puede ser tan esquisito con Muerte en venecia y luego tragarse basuras sin ponerles pegas. En fin, Muerte en Venecia es una obra maestra, de un 9 sobre 10, que ya es bastante.
malpaso
De Visconti mi favorita con diferencia es 'Rocco y sus hermanos'(1960). En cuanto a 'Muerte en Venecia', admiro su exquisitez formal, la fotografía, el vestuario o la música de Mahler. Dirk Bogarde está excelente, como dice Alberto. Pero su historia no me atrapa, Visconti se pierde en las formas, no hay profundidad en los personajes, están huecos, puede que sea un fallo que ya se encontrara en el guión, aún así no exime al director de su parte de culpa al primar la forma sobre el fondo,lo cual hace que la película me resulte tediosa. Eso sí, el final es muy hermoso.
and the Ugly
La acabo de ver, y casi sólo por la escena final. Me ha gustado bastante más que la primera vez que la vi, pero he de reconocer que algún tramo se me ha hecho pesado. Eso sí, y como bien apuntas, el final lo eclipsa todo.
Hansel77
Me parece poca cosa esta película. La novela no es muy larga y llena muchísimo más.
Y se hace tediosa e insoportable,.. nunca se llega a percibir el paraíso que siente el escritor ( aquí músico ), no se siente el efecto placebo.. solo se ve el vicio y la indecencia.. pero no se siente la belleza ni el placer que van con ese sufrimiento.. se ve en pantalla pero no se siente.
Buena crítica Alberto.
Harry Powell
Aquel que ha contemplado la belleza está condenado a seducirla o morir.
Jefe Brody
La primera vez que la intente ver,me sobe como un campeón,la segunda me pareció fría,hermética,yo no entre en la película.Lo mismo es problema mio pero Rocco y sus Hermanos le da a este mil vueltas a mi parecer.