El mejor western de la historia se rebelaba contra su propio género: una obra maestra tan bella y maquiavélica como redentora

Una película obligatoria en la que el propio John Ford se rebelaba contra la imagen que había dado y que mostraba un cariño por el género indiscutible

Hombre
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John Ford dirigió 'El hombre que mató a Liberty Valance' a los 68 años. Dentro de él aún quedaban otras cuatro películas y un documental, pero con esta marcó su magnum opus. El director redefinió en apenas dos horas un género cuya imaginería y valores ayudó a crear en cintas como 'Dos cabalgan juntos', 'Centauros del desierto' o 'Fort Apache', rompió con todos los tópicos y demostró a todos por qué era, de manera definitoria, uno de los mejores directores de la historia del cine.

Era el más valiente de todos

La cinta no solo destaca por la tenacidad tras la cámara de un Ford en estado de gracia, sino por ser la primera vez que dos ases del cine se encontraban por primera vez en la pantalla: John Wayne y James Stewart, ambos creando dos personajes fantásticos secundados por hitos del género como Lee Marvin, Vera Miles o Lee Van Cleef. Era una carta de amor al western como ninguna otra se ha hecho en la historia, sí, pero también una maquiavélica ruptura con los modos y maneras, siendo conscientes de que la edad dorada del western estaba a punto de terminar.

Cuentan las malas lenguas que, para rodar la película, Ford tuvo que ceder en el presupuesto y no rodar en escenarios preciosos del desierto donde hacía sus míticos grandes planos generales. Sin embargo, de la necesidad hizo virtud, y utilizó la cinta para hablar del Viejo Oeste más íntimo, menos romántico, en el que hay más elementos aparte de bandidos, vaqueros y damas que ser rescatadas. Incluso para aquellos que jamás han aguantado un western, 'El hombre que mató a Liberty Vallance' es obligatoria.

No solo por su carácter fundacional y al mismo tiempo rupturista, sino porque también es brutalmente entretenida, una joya que atesorar y que no tiene interés en la épica absurda o los simples duelos a pistola limpia, sino en recrearse en su propio lenguaje anticlímatico, sus personajes complejos y su apasionante argumento. Es una película que, al margen de sus muchos talentos cinematográficos, tiene corazón y cumple exactamente con todo lo que se propone con meticulosidad: es, a su manera, perfecta.

John Ford nunca fue tan pesimista como aquí, pero tampoco estuvo tan interesado en mostrar la vida cotidiana del Antiguo Oeste y cuestionar el halo de mito de las leyendas pistoleras que él mismo se ocupó en afianzar a lo largo de las décadas. Es una obra maestra, contraria a cualquier cosa que esperas. Una película bella en cada fotograma, de una solidez única, que muestra por primera vez al creador enfrentado al miedo a la muerte. Una obra maestra que, por cierto, ahora mismo no está disponible en ningún servicio de streaming. Otro disparo certero del formato físico.

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