Antes de que el gran Billy Wilder diese lo mejor de sí mismo en su película más arriesgada, la figura de Sherlock Holmes había sido tratada infinidad de veces con anterioridad —de hecho, hablamos del personaje de ficción que más adaptaciones cinematográficas posee— en películas protagonizadas por actores tan ilustres como Peter Cushing, Christopher Lee y Basil Rathbone. En todas ellas se acentuaba el lado detectivesco de las historias, poniendo a Holmes antes situaciones de difícil solución, presentando a la creación de Arthur Conan Doyle como una especie de superdotado capaz de resolver los más intrincados misterios.
No sería hasta 1970 cuando se intentaría ir más allá del mito, para acercarse al ser humano que había detrás. Billy Wilder venía de brillar con gran intensidad durante tres décadas. Durante los 40 con perlas como ‘Perdición’ (‘Double Indemnity’, 1941) o ‘Días sin huella’ (‘The Lost Weekend’, 1945) —por la que ganó su primer Oscar como director—; en los 50 vinieron el atrevimiento de ‘El crepúsculo de los dioses’ (‘Sunset Blvd.’, 1950), la hithcockiana ‘Testigo de cargo’ (‘Witness for the Prosecution’, 1957), o la desternillante ‘Con faldas y a lo loco’ (‘Some Like It Hot’, 1959); en los 60 su mirada se volvió más amarga y con cierta melancolía, y nos brindó joyas del calibre de ‘El apartamento’ (‘The Apartment’, 1960) —por la que ganó su segundo Oscar como director— o ‘En bandeja de plata’ (‘The Fortune Cookie’, 1966).
Esa evolución en la carrera de Billy Wilder le hacía el director apropiado para semejante proyecto, aunque poco se imaginaba el director de ‘Traidor en el infierno’ (‘Stalag 17’, 1953) que con esta película tendría enormes problemas para acabarla como él quería, y que significaría el inicio de su decadencia; con films muy interesantes no volvería a ofrecernos el genio que una vez fue. ‘La vida privada de Sherlock Holmes’ tenía prevista una duración inicial de más de tres horas, pero viendo la productora que ésta iba a ser una película muy distinta a lo que esperaban, empezaron a cortarle las alas a Wilder, exigiendo cambios, y más tarde metiendo mano en el montaje.
Del material no filmado o cortado sólo se hayan las escenas escritas, y fotografías del rodaje, más toda una secuencia entera muy larga a la que le falta el sonido. Todo esto puede verse en los extras del DVD americano, no así en el español —por este tipo de cosas es por lo que prefiero comprar las películas en USA y no aquí—, en el que la mencionada secuencia es apoyada por unos subtítulos incrustados para que se sepa qué dicen los personajes. Uno puede hacerse una idea más o menos aproximada de lo enorme que hubiera quedado el film, una obra que Wilder pretendía que fuera un film épico sobre la mítica figura de Holmes, entendiendo la épica como algo muy distinto a directores coetáneos como David Lean.
‘La vida privada de Sherlock Holmes’ está dividida en dos partes bien diferenciadas, dos capítulos en lo que pretendía ser un gran mural con varias vivencias de lo más personal y desconocido —en el prólogo se advierte que lo expuesto en el film, recogido todo por Watson en su diario, jamás vio la luz por motivos de diversa índole—, mostrándonos a Holmes como un ser humano de carne y hueso, cuya superinteligencia puede verse engañada por un duro rival que utilizará una de las más antiguas tretas del mundo, el amor. Y es precisamente este sentimiento tan caprichoso el que marca buena parte del film, ya sea para ironizar sobre ello o para realizar una cruda mirada sobre el mismo. Billy Wilder haciendo que Sherlock Holmes muestre su lado humano, y que como cualquier otro puede sufrir de amor, ¿alguien puede dar más?
En una primera parte, nos encontramos con una divertida mirada que insinúa una relación homosexual entre Holmes y su inseparable Watson, cuando el famoso detective es requerido por una famosa bailarina rusa que quiere la deje embarazada para que el resultado sea un niño superdotado. La explicación que da Holmes para rechazar tan atrevida invitación es proclamar que es homosexual y que mantiene una relación con Watson, lo que más tarde da lugar a una de las escenas cómicas del film, aquella en la que Watson pasa de bailar con mujeres a hombres sin darse cuenta de la situación. El enfado posterior de Watson da lugar a uno de los diálogos más brillantes e irónicos del film:
- Espero que no me encuentre presuntuoso, pero ¿ha habido mujeres en su vida, verdad?
- La respuesta es sí... ha sido usted un presuntuoso. Buenas noches.
De esta forma Wilder hacía reconocer al propio personaje algo que siempre se había pensado, todo con un tono ciertamente desenfadado y con buen humor, preparándonos para el siguiente bloque, en el que Holmes, Watson y una extraña mujer viajarán hasta Escocia —país de donde es originario Conan Doyle— para investigar un caso en el que se verá involucrado el mismísimo monstruo del lago Ness. En este segmento, veremos como Holmes cae rendido ante el amor, y de forma muy sutil y emotiva asistimos a su derrota intelectual. Lo grande es que esto no empaña la figura de Holmes, sino que le hace más grande de lo que ya es, su fuerte personalidad y el tomarse su derrota personal con la elegancia del más distinguido caballero, nos describen a alguien de una fuerte sensibilidad, al nivel de su inteligencia, aunque para ello tenga que recluirse con droga en su habitación mientras Watson escribe la leyenda.
En un principio se pensó en actores famosos, como los británicos Peter O´Toole y Peter Sellers para los personajes principales. Pero Wilder quería que los actores no fueran conocidos por el gran público, y los elegidos fueron Robert Stephens y Colin Blakely, que realizan sentidas interpretaciones logrando las más humanas de las exhibiciones que haya dado el cine sobre ambos personajes. En un guiño sin parangón, Christopher Lee interpreta un papel secundario, el actor que ya había dado vida Holmes con anterioridad e incluso fue antagonista de su amigo Peter Cushing en cierta delicia de Terence Fisher, da vida al hermano del famoso detective. Y al lado del equipo de actores, sería injusto no resaltar la labor del director de fotografía Christopher Challis, el director artístico Alexander Trauner, o el compositor Miklos Rozsa, que juntos ceden a Wilder la oportunidad de revelarnos, con la ayuda de su inseparable I.A.L. Diamond, un mundo lleno de misterio, tenebroso, y también de arrebatador romanticismo, mientras desviste uno de los personajes más fascinantes de la literatura.
‘La vida privada de Sherlock Holmes’ es una obra maestra mutilada, dañada por la ignorancia de unos productores que, pensando sólo en el dinero, no supieron ver las enormes posibilidades del proyecto. Con todo, la maestría de Wilder está en cada uno de sus planos, y es el punto culmen de una filmografía como pocas. El paso del tiempo no hace más que evidenciar dicha sentencia.
Antes de que os dé mi opinión de la visión de Guy Ritchie, pasaremos por las que dieron en su momento Bob Clark y Barry Levinson.
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