Influida por 'Blade Runner', la 'Dark City' de Alex Proyas es una película apasionante con dos montajes diferentes
'Dark City' (1998) fue un fracaso debido a que su distribuidora, New Line, no supo cómo venderla. ¿Es ciencia ficción? ¿Es cine negro? ¿Se trata de un pastiche de multitud de cosas? Sea como fuere, lo cierto es que el film de Alex Proyas no lo vio casi nadie —aún recuerdo en el momento de su estreno los cuatro matados que estábamos en la sala, mientras yo me sorprendía por no ver a casi nadie en la nueva película del director de la admirada 'El cuervo' ('The Crow', 1994)—.
Sin embargo, al año siguiente todo el mundo alucinó en colores con 'The Matrix', la odisea de Lilly y Lana Wachowski que plagiaba en más de un punto el film de Proyas. Está claro que ‘Matrix’ tuvo un presupuesto mucho mayor, revolucionó por completo el mundo de los efectos visuales, en su reparto había una estrella taquillera y se supo vender como el no va más en el cine de acción.
No obstante, no quiero ser malinterpretado, soy de los que se lo pasa de miedo con 'Matrix', excelente película que debió permanecer sola sin secuelas que no eran más que una mera y desvergonzada explotación de la gallina de los huevos de oro. Pero al César lo que es del César, las ahora hermanas Wachowski se inspiraron descaradamente en el universo creado por Proyas, un plagio muy disfrutable que iba más allá de lo meramente argumental, también lo era a nivel estético.
La sorpresa para algunos será mayúscula. Pero ojo, 'Dark City' tampoco es original al cien por cien, en realidad Proyas bebe de infinidad de influencias, entre ellas la de 'Blade Runner' (1982) film de Ridley Scott con el que en cierto modo está hermanada.
Existe una edición de 'Dark City' en DVD y Blu-ray con un montaje del director —ese invento de Ridley Scott que vuelve locos a los consumidores de formato casero con cien mil remontajes de una misma película— y que como es lógico en nuestro país no se encuentra disponible, por lo que hay que recurrir a maravillosos reinos como el de Amazon para poder conseguirla.
La otra 'Dark City', el montaje del director
Al igual que la famosa obra maestra de Scott, 'Dark City' es una película cuya fama ha ido creciendo con el paso de los años que la han ido revalorizando hasta convertirla en lo que es, una pequeña joya del cine de ciencia ficción, no exenta de algunos errores que no empañan un film fascinante de principio a fin.
Las diferencias entre la versión estrenada en cines y el montaje del director son la eliminación de algunas escenas, como la del prólogo, unos diez minutos de metraje inédito repartidos a lo largo del film, y la supresión de la voz en off de Kiefer Sutherland, obligada a grabar por New Line ya que consideraban la historia algo incomprensible. El montaje del director es la demostración palpable de que tal afirmación es absurda.
La historia de John Murdoch (Rufus Sewell) es perfectamente entendible desde el inicio cuando despierta en la bañera de una habitación de hotel hasta el falso final feliz en el que tomando conciencia de sí mismo y sus poderes convierte su viejo mundo en la materialización de sus recuerdos, implantados o no.
Las lecturas que se dejan entrever en su argumento son de lo más variopintas, desde la típica historia detectivesca en la que en la mejor tradición del Film Noir nada es lo que parece, hasta las teorías sobre sueños y recuerdos, la búsqueda de la identidad, el individualismo frente al colectivismo, pasando por la eterna lucha entre el Bien y el Mal, un elemento muy común en las grandes historias. Proyas ha declarado haber estado influido por la lectura de varios libros sobre psicología y por las teorías sobre el sueño de Freud y Jung —de considerable influencia en muchos cineastas—, construyendo una historia que cautiva por su tratamiento y su puesta en escena.
El director viste su película de sombras, ambientada en una ciudad en la que la vida sólo sucede de noche y los recuerdos son fantasmas diurnos de difícil explicación. No sabemos la época ni el lugar, los anacronismos nos indican que eso no es importante, al final cuando los protagonistas descubren la verdad sobre la ciudad donde viven —la verdadera sorpresa del relato— la terrorífica realidad se revela como el lugar del que no podrán salir jamás, pero todos tendrán sus recuerdos, sean cuales sean, y sus sueños más la posibilidad de poder cumplirlos o mantenerlos sin el miedo invisible de que sean cambiados cada medianoche.
Los Ocultos —en el montaje del director se elimina por completo la explicación de su existencia— representan en cierto modo la propia búsqueda del ser humano en intentar explicar la existencia del alma, algo tan antiguo como la propia memoria. Extraterrestres que necesitan los cuerpos muertos de la gente para poder sobrevivir, de aspecto lúgubre —el 'Nosferatu' de Murnau tiene mucho que ver con ello— son todo lo contrario a la humanidad. Fríos, sin sentimientos, con una memoria única, pero con una enorme curiosidad por saber qué hay detrás del gran misterio del hombre.
Esa búsqueda del alma por parte de los Ocultos es quizá el elemento más ingenuo de todo el relato, y sin embargo da lugar a multitud de reflexiones que se derivan de las distintas situaciones que atraviesan algunos de los personajes. El portero del hotel que sigue comportándose igual al mando de un quiosco, la negativa de Murdoch a ser un asesino, o también cómo el poseer nuevos recuerdos cambia por completo la actitud y la vida de otras personas. Múltiples posibilidades para el logro más alto de la historia.
Rufus Sewell no es un actor conocido por la gran audiencia, pero su John Murdoch logra ser muy creíble. Jennifer Connelly, antes de ser una superestrella, compone un personaje de mujer típica del cine negro, con interpretación de canciones clásicas incluidas. Kiefer Sutherland, aún lejos de convertirse en Jack Bauer forever, tiene en su haber el personaje clave del relato, una especie de mad doctor que tiene en su poder todos los recuerdos posibles.
William Hurt da vida a un curioso detective de policía, al que casi nadie hace caso, pero es de los pocos que sabe que las cosas no están bien. Richard O'Brien es el Sr. Mano —Proyas escribió el papel específicamente para el actor—, un Oscuro que decide inocularse los recuerdos de Murdoch para encontrarle pues representa una amenaza para su especie, produciéndose otra interesante reflexión con ello: el hecho de que el Sr. Mano posea los recuerdos de Murdoch responde más a una necesidad de sentirse humano, pues los recuerdos en parte es lo que nos hace únicos.
'Dark City' posee una extraordinaria dirección artística, obra de Richard Hobbs, en la que una ciudad entera se transforma por completo, ocultando calles y edificios y naciendo nuevas construcciones, algo así como los recuerdos que viene, van y desaparecen. Trevor Jones hace gala de una muy acertada grandiosidad en su banda sonora, y Dariusz Wolski viste de oscuridad una película que en su parte final se llena de luz, el despertar de la nueva memoria que está por construirse.
¿Similitudes entre 'Matrix' y 'Dark City'? Todas. Los protagonistas viven en un mundo que no es real, controlados por unos seres que los vigilan en todo momento, el héroe de la historia termina revelándose como una especie de Mesías con superpoderes. Alex Proyas se arriesgó no dándole todo mascado al espectador, arrastrándolo a un mundo incómodo de final lógico pero jamás deseado; Lilly y Lana Wachowski sucumbieron con inteligencia a las necesidades de las nuevas eras de espectadores jóvenes.
En realidad la producción supermillonaria se lo debe todo al pequeño film, hoy de culto, de Proyas. Preferir una u otra es cosa de las inquietudes de cada uno. Un servidor se queda con las dos.
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