Atrapados con el horror en un docudrama directo pero sobrio
En el cine sobre el nazismo, que es todo un subgénero en sí mismo (también el del nazismo, pero no vamos a tocarlo en un futuro cercano), parecía que ya estaban abordados todos los enfoques posibles. Luego llegó ‘La zona de interés’ y nos desmontó esa concepción, pero a menudo la mejor expectativa era un ejercicio de estilo notable como el de ‘El hijo de Saul’.
Claro, uno se puede cuestionar que para qué volver a este mundo de atrocidades si está todo contado ya. Pero recordarlo es siempre un ejercicio de resistencia ante posibles regresos, y siempre puede haber momentos donde se logre una profundidad notable en el tema que alcance la categoría de documento imprescindible. Puede ser el caso de ‘El hundimiento’.
Un emperador cae
Ahora es especialmente recordado por una potente escena convertida en meme recurrente, pero este espectacular docudrama bélico puede ser uno de los mejores retratos del nazismo que ha ofrecido el cine. Bruno Ganz hace una de las interpretaciones definitivas de Adolf Hitler, poniéndose a las ordenes del director Oliver Hirschbiegel. La película cumple 20 años de su estreno y hoy se puede ver en streaming a través de Filmin.
Centrada en Berlín durante abril del año 1945, en los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial, vemos a Hitler y un selecto grupo de fieles refugiados en un búnker. Generales, secretarias, familia y amantes comparten los últimos momentos de resistencia del líder nazi mientras la capital cae por la acción de los aliados.
‘El hundimiento’ es una película que claramente quiere destacar por su rigor, ofreciendo una aproximación de una figura histórica en un momento muy concreto de su vida. Pero no busca explorar puntos de inflexión, motivaciones o puntos gloriosos, sino llegar a tocar el miedo que produce un monstruo tan notable como el que llegó a ser el Führer.
‘El hundimiento’: rigor y contundencia
Las flaquezas que va mostrando el personaje todo el rato no buscan tanto humanizarle como generar un constante sentimiento de inestabilidad en la película, que influye pánico e inseguridad en los secundarios que vemos a su alrededor. La icónica secuencia de rabia anteriormente mencionada y convertida en meme se vuelve un ejercicio estremecedor puesto en contexto, y observando debidamente las caras de todos los involucrados.
Todo se logra sostener de manera imponente gracias a Ganz, que consigue volver a Hitler de carne y hueso pero sin dejar que sus matices o debilidades se confundan con posible simpatía o humanización. Estamos ante una película de intenciones claras, aunque con espacio para cierta sobriedad y sofisticación en medio de un puro retrato de horror. Por eso resulta destacable más allá de habernos dejado una plantilla divertida.
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