Una aventura por el desierto que fue una sensación para la comunidad LGTBIQ
Las películas transgresoras del presente pueden llegar a verse como las imperfectas obras de culto del pasado. Limitaciones que se hacen evidentes con el paso de los años, que nos resultan casi impensables con los medios y sensibilidad contemporáneas. Al mismo tiempo, algunas de esas cosas que pueden resultar problemáticas son las que permiten la vigencia de una determinada obra.
Pueden ser, justo, las que la mantenga como una obra viva, compleja, y que despierte inquietudes humanas. Y su mera existencia hace años ya era todo un logro, allanando un camino para ir generando mayor transgresión o incluso una corriente. Cierto, igual pueden ser una victoria pírrica, pero no hay nada de pírrico en lo que consiguió hace décadas ‘Las aventuras de Priscilla, reina del desierto’.
Un autobús de fantasía
Película australiana de culto absoluto con un reparto sensacional con actores que ahora consideramos leyendas como Hugo Weaving, Terence Stamp y Guy Pearce. Esta road movie LGTBIQ de Stephan Elliott causó revuelo y diversión hace 30 años con su estreno en cines, y hoy se puede disfrutar en streaming a través de MGM+.
Dos drag queens la compleja vida de artista de cabaret en un local de Australia, hasta que reciben un encargo para actuar en un hotel en el centro del desierto rojo. A la aventura suman a una mujer transgénero para ayudarle a superar la pérdida de su pareja. Juntos recorren las llanuras y las arenas del país es un reformado autobús escolar que recibe el nombre de Priscilla.
Casi como una ‘Easy Rider’ orientada a ‘RuPaul’s Drag Race’, la película de Elliott es una dinámica y muy musical aventura donde tres inconformistas protagonistas tienen que lidiar con algunas de las poblaciones intolerantes de la zona profunda del país. Una estructura clásica que se vuelve peculiar por sus protagonistas, que se enfrentan a odios distintos y hasta episodios de violencia muy marcados.
‘Las aventuras de Priscilla, reina del desierto’: ligera revelación
Unos momentos muy amargos que se sienten casi el trámite a pasar para todo drama LGTIBQ de la época, y que probablemente una película contemporánea abordaría de otra manera o incluso omitiría, de igual modo que no daría estos tres papeles a tres hombres cisgénero. Pero la película no cae nunca en un fatalismo que la vuelva una experiencia deprimente, optando siempre por una fabulosa ligereza y abrazo del absurdo, además de apreciarse un cariño genuino por sus personajes.
Incluso pasándose de frenada en ocasiones, como una pequeña subtrama de humor racial que queda rancio, ‘Las aventuras de Priscilla, reina del desierto’ aboga por un torbellino de diversión fastuosa. También aprovecha de maravilla los paisajes australianos, que engalana con los estrambóticos trajes drag que llevan los personajes. Además, es capaz de trazar bien la humanidad de sus personajes, desde frustraciones que enmascaran con sarcasmo hasta ambiciones, sin perder nunca el tono ligero y sensacional que la ha convertido en clásico de culto, especialmente para la comunidad LGTBIQ.
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