La magia del cine reside en el punto de vista. Durante un par de horas podemos observar unos sucesos y una historia a través de la percepción de otros. Experimentar una serie de sensaciones particulares, quizá ajenas a nosotros, a través de personajes con los que podríamos no estar de acuerdo, o incluso considerar inmorales.
Los mejores autores son capaces de ponernos en la mejor de las incomodidades, poniéndonos en los ojos de personajes de lo más incorrecto que, sin embargo, podrían llegar a ser los menos terribles de la película. Pocos tantearon tan bien esta línea durante su filmografía como Alfred Hitchcock, entregando una obra maestra sobre la perspectiva como es ‘La ventana indiscreta’.
Una ventana a otro mundo
Uno de esos maestros ejercicios de thriller que se ha vuelto referencia constante para diferentes obras a lo largo de sus 70 años de existencia, que cumple justo ahora. James Stewart, fiel escudero del director británico, y Grace Kelly protagonizan un experimento voyeur que se puede ver en streaming a través de Filmin y de SkyShowtime.
Atrapado en su apartamento con una pierna rota y escayoladla, el reportero fotográfico Jeff se encuentra profundamente aburrido a pesar de las visitas de su novia. Es por ello que aprovecha el profundo objetivo de su cámara para observar la vida de sus vecinos de enfrente, hasta que su juego le lleva a observar una serie de actos sospechosos que podrían tratarse de un crimen.
La puesta en escena siempre fresca y bien medida de Hitchcock nos introduce sin ningún problema ni, a priori, ningún reparo moral en la mirada de alguien cuestionable que vigila a sus vecinos por puro tedio y búsqueda de entretenimiento. Se podría observar como una retorcida mirada de vuelta al espectador que acude religiosamente a sus thrillers de historias morbosas.
‘La ventana indiscreta’: la fascinación por mirar
Realmente no hay tanta mirada subversiva como la podría haber en un ‘El fotógrafo del pánico’, aunque tampoco es que le haga demasiada falta. Pasado ese impacto inicial por el voyeurismo, entramos rápidamente en los zapatos (¿en el yeso?) del personaje de Stewart ante los giros más oscuros y crueles que se producen a una distancia inalcanzable.
Es, de nuevo, un fascinante juego que nos propone y que ha servido de enorme influencia posterior. Desde películas de encierros involuntarios hasta puros ejercicios voyeurísticos como los que han definido parte de la carrera de Brian De Palma. Muestra de la fuerza imperecedera de un clásico que se mantiene afilado, engrasado y perversamente divertido.
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