‘El enigma de otro mundo’ (‘The Thing From Another World, 1951, Christian Nyby) es la primera adaptación del relato corto ‘Who Goes There?’ de John W. Campbell, que conocería una mayor fidelidad en 1982 cuando John Carpenter decidió filmar una nueva versión de una de sus películas favoritas. A principios de los años 50 el gran Howard Hawks a través de su propia productora, la Winchester Pictures Corporation, produjo únicamente dos películas siendo la que nos ocupa uno de los clásicos indiscutibles de la ciencia ficción. Hawks controlaba absolutamente todo en el proceso de filmación, y aunque la silla de director estaba ocupada por el más tarde televisivo Christian Nyby —cuyo hijo siguió con la tradición paterna, dirigiendo episodios de series tan conocidas como ‘El coche fantástico’, ‘El equipo A’ o ‘El gran héroe americano‘— en la que es una de las mejores ópera primas jamás realizadas.
No obstante existe una leyenda sobre la autoría de la película. Muchos son los que afirman, sin ir más lejos el actor que daba vida a la cosa, James Arness, que aunque Hawks pasaba bastante tiempo en el ser de rodaje, era Nyby quien tomaba las decisiones. Por otro lado, Kenneth Tobey, el actor principal, aseguraba precisamente lo contrario. Tobey que repetiría con Nyby varias veces, declaró en entrevistas que Hawks era quien llevaba las riendas del rodaje, así que tanta contradicción en las declaraciones sólo nos puede llevar a pensar que tal vez se turnaron, aunque lo cierto es que Nyby no volvió a demostrar la destreza que tuvo aquí y sí hay mucho del cine de Hawks.
Tal vez nos encontremos ante una de esas películas en las que el sello del productor imperaba sobre la mano del director. Años antes David O. Selznick hacía reconocibles las películas que dirigía, y a día de hoy sucede con ese tipo de nombre Jerry Bruckheimer, aunque el primero echaba mano de directores con estilo y personalidad, mientras que el segundo tira de realizadores sin la más mínima pasión. En el caso de ‘El enigma de otro mundo’ tenemos como referencia el pasado de Hawks, el futuro de Nyby y el resultado de la película. Pensar que realmente fue Hawks quien la dirigió no es descabellado, incluso que tal vez se turnaron, lo que está claro es que Nyby no fue completamente su director, o tal vez hacía lo que Hawks le decía. Un caso parecido al de ‘Poltergeist’, que está firmada por Tobe Hooper, pero en algunas escenas puede verse la inconfundible mano de Steven Spielberg.
El terror que vino del espacio
En los años 50 prodigaron las producciones de Sci-fi en las que la Tierra era invadida por visitantes del espacio exterior que se acercaban a nuestro planeta no precisamente con buenas intenciones. Salvo en casos como el de la estupenda ‘Ultimátum a la tierra’ (‘The Day the Earth Stood Still’, 1951, Robert Wise), en la que el mensaje del film era esperanzador, la mayoría estaban influenciadas por el miedo que en aquellos años existía hacia el comunismo. Tal es el caso de obras maestras como ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’ (‘The Invasion of the Body Snatchers’, 1956, Don Siegel) o el film que nos ocupa sobre el que apenas pesan los más de 50 años transcurridos desde su estreno. La típica producción distribuida por la deliciosa RKO, productora de tan sólo 25 años de existencia, y por la que pasaron nombre tan ilustres como Jacques Tourneur, John Ford u Orson Welles, entre otros.
El argumento de ‘El enigma de otro mundo’ nos lleva al polo norte en el que cerca de una estación se ha descubierto enterrado un objeto gigante que semeja ser una nave espacial. Tras destruirla por completo a causa de la estupidez humana —una de las cosas que deja bien clara el film es que el ser humano le gusta arrasar con todo cuando tiene miedo de lo desconocido o simplemente no lo comprende— encuentran a su tripulante congelado en el hielo; es transportado a la base donde se libera y causa el terror. El apunte más interesante acerca de la condición de la criatura es el momento en el que se descubre que podría ser un vegetal cuyo método de subsistencia es la sangre, en otras palabras, un vampiro —lo que le haría tener un lugar de honor entre los vampiros de verdad—. Dicha premisa es simple y llanamente imposible, que un vegetal tome forma humana es delirante y sin embargo es muy creíble debido a la efectividad de los diálogos, mediante los que se nos explican muchas cosas. Atención a cómo el film juega con el conocimiento popular que de los ovnis se tenía en aquellos años.
A pesar de que el guión del film viene firmado por Charles Leider en el mismo colaboraron otros amigos y colaboradores de Hawks como Ben Hecth y William Faulkner. De ahí se explica la chispa en los diálogos, produciéndose más de una conversación al mismo tiempo, marcando un ritmo endiablado a la historia que parece avanzar a través de lo que los personajes dicen; sin duda un sello muy reconocible en el mundo de Hawks, cuya presencia, o mejor dicho su forma de hacer cine, se respira en todo el film. El carácter grupal de sus personajes en los que no destaca nadie, y el hecho de ver a varias personas encerradas en un lugar aislado y el entorno se vuelve hostil, son elementos del cine de Hawks que aquí cobran una gran importancia. Todo está en su sitio, ningún personaje está de más, ni siquiera el femenino —ausentes en el remake en una muy acertada decisión por parte de Carpenter de apartarse del original— cuya presencia sirve para dibujar el personaje al que da vida Kenneth Tobey, quien es alentado por su hombres —la camaradería típica de Hawks— a que siente la cabeza con una mujer.
A pesar de que ‘El enigma de otro mundo’ es una película de serie B, esto es, bajo presupuesto, Hawks se rodeó de nombres de primera fila. Dimitri Tiomkin —ganador cuatro veces del Oscar, entre ellas por ‘Sólo ante el peligro’ (‘High Noon’, 1952, Fred Zinnemann)— compone una excepcional banda sonora, y Russel Harlan —maravilloso operador con trabajos tan impresionantes como los de ‘Matar a un ruiseñor’ (‘To Kill a Mockinbird’, 1962, Robert Mulligan) o ‘El demonio de las armas’ (‘Gun Crazy’, 1950, Joseph H. Lewis)— consigue una gran atmósfera de misterio con su trabajo de fotografía. El resto es cosa de Hawks con su impresionante uso del ritmo —¿ha existido otro director tan rítmico como Hawks?— en el que combina algún que otro instante de humor, tal vez incluso algo suave, con otros de puro suspense en el que no falta algún susto realmente conseguido, e incluso logra secuencias de gran impacto, como aquella en la que intentan quemar a la criatura o el electrizante final.
Si algo le achaco al film es tal vez un final algo abrupto que además se ve bañado por un mensaje claramente político, producto de aquellos años en los que la sociedad americana miraba con recelo a la rusa. En cualquier caso, estupenda película a la que John Carpenter le dio literalmente la vuelta en uno de los pocos remakes que merecen la pena. Pero ya hablaremos de ello en su momento, estad atentos, vigilad el cielo… la pantalla, quiero decir. Antes, mis queridos lectores, hablaremos de una película que plagia a ésta hasta límites increíbles. En el especial de vampiros.