Como os anunciábamos el martes en los estrenos de DVD ha salido editada en este maravilloso formato una joya del cine clásico cuya edición en nuestro país se estaba haciendo de rogar demasiado. ‘El caserón de las sombras’ (‘The Old Dark House’, 1932) es una película de ese gran director que fue James Whale, firmante de algunos de los grandes clásicos del fantástico o la sci-fi, tales como ‘Frankenstein’ (id, 1931), ‘La novia de Frankenstein’ (‘The Bride of Frankenstein’, 1935) o ‘El hombre invisible’ (‘The Invisible Man’, 1933) y que a punto estuvo de dirigir el ‘Dracula’ que terminó en manos del no menos prestigioso Tod Browning. Su nombre no siempre estuvo ligado a dichos géneros, también realizó el drama romántico ‘El puente de Waterloo’ (‘Waterloo Bridge’, 1931) —siempre fue más famosa la versión de Mervin LeRoy de 1940—, o el film de aventuras ‘La máscara de hierro’ (‘The Man in the Iron Mask’, 1939). Su mano también estuvo en una película que nunca me canso de reivindicar, ‘Ángeles del infierno’ (‘Hell´s Angels’, 1931), por la que también pasó el inolvidable Edmund Goulding, aunque esa mastodóntica superproducción es obra de Howard Hugues.
Tras el exitazo que supuso ‘Frankenstein’ James Whale se atrevió con una película que además de su condición indiscutible de clásico también puede ser definido como rareza debido a su peculiar y sutil mezcla de terror y comedia en un ambiente que anticipaba la moda de casas encantadas que hubo en el género años más tarde. Para ello contó con la presencia de Boris Karloff quien se había hecho mundialmente famoso por dar vida a la criatura de Frankenstein. De hecho, al inicio de ‘El caserón de las sombras’ sale un rótulo indicando que se trata del mismo actor, con el fin de evitar futuras polémicas que de producirse serían debido a la versatilidad del actor. Curiosa forma de empezar el film, casi una broma con un pequeño punto de locura.
El argumento de ‘El caserón de las sombras’ reúne a varios personajes de la más diversa índole dentro de un caserón antiguo, cuya forma apenas deja entreverse debido a una tormenta que no parece de este mundo. Refugiados allí debido a los desprendimientos de la zona y las aguas torrenciales, se sentirán seguros debido a que la casa está levantada sobre piedra muy resistente. Pero dicha seguridad enseguida se desvanecerá cuando los viajeros descubran que los habitantes del lugar no son nada normales. Así pues, una premisa que a todo aficionado al fantástico o terror le sonará por la cantidad de veces que se ha repetido a lo largo de los años: un grupo de personas aisladas del mundo a causa de una gran tormenta, y el refugio es un lugar aún más peligroso que dicha tormenta.
James Whale no quería encasillarse en el cine de terror pero los productores lograron convencerle a cambio de tener absoluta libertad creativa en cualquier aspecto de la película, algo de lo que muchos directores no pueden presumir. El resultado es la película de terror más arriesgada y original de la Universal de su famoso ciclo de películas de terror, una de esas obras maestras intemporales por atrevidas, llenas de matices muy sombríos como la casa del título que se convierte en un personaje más. Llena de lugares oscuros, ventanas grandes que se abren estrepitosamente para dejar entrar al feroz viento, escaleras que se bifurcan hacia habitaciones que esconden sorpresas inesperadas, semeja más la mente retorcida de sus habitantes, metáfora sobre la demencia y sus ilógicas consecuencias.
En ‘El caserón de las sombras’ el reparto es simple y llanamente espectacular y se divide por así decirlo en dos grupos bien diferenciados. Por un lado están los viajeros que para refugiarse de la tormenta se meten en el caserón. Charles Laughton, en su primer papel en el cine americano, un millonario que no deja de hablar y saca a relucir sus miedos personales; Raymond Massey, Melvyn Douglas, que hace de galán e inicia una muy creíble a pesar de la brevedad del film (70 minutos) historia de amor con el personaje interpretado por Lilian Bond, que da vida a una bailarina. La última de este grupo es un personaje al que da vida Gloria Stuart, actriz muy de moda en aquellos años y que el menos cinéfilo recordará por ser la anciana de ‘Titanic’ (id, 1997, James Cameron). En el otro grupo el más conocido es Boris Karloff, quien muy lejos de su creación de monstruo de Frankestein logra subir un peldaño más a la hora de dar vida a un mudo desfigurado con problemas con el alcohol y que acosa a las mujeres. Su entrada en escena es antológica y sirve como aviso a la locura que se desatará en el caserón.
Pero Karloff no es el único que logra inquietar al público. Al fin y al cabo su personaje es visualmente impactante y ya produce rechazo con su sola presencia. Es la familia a la que sirve tan silenciosamente la que provoca un pavor pocas veces visto en una pantalla. Los Femm están interpretados por Ernest Thesinger y Eva Moore, que mantienen una curiosa y morbosa relación. Pero quien se sale por todos los lados es la actriz Elspeth Dudgeon que bajo el seudónimo de John Dudgeon da vida a un peligroso anciano de más de cien años que hace acto de presencia en el punto más culminante de la historia. Un ejercicio de transformación brillante en una época en la que el maquillaje no era tan perfecto como hoy día; son los gestos corporales y sobre todo su diabólica risa la que logran el milagro. Su rol de Sir Roderick Femm representa no sólo la materialización de los miedos más profundos, sino la esencia misma de la locura completamente desatada. Que la aparición de este personaje siga poniendo la carne de gallina 78 años después de la realización de la película es algo increíble.
‘El caserón de las sombras’ es probablemente el film en el que James Whale se atreve a las decisiones de puesta en escena más atrevidas de toda su filmografía, logrando huir de la teatralidad de aquellos años. Con una impresionante dirección artística de Charles D. Hall —director de arte con una carrera brillante— Whale mueve su cámara de forma prodigiosa, encuadrando a los personajes cuerdos de forma muy simétrica, y a los locos casi desencuadrándolos. Llaman la atención dos momentos, aquel en el que filma a Eva Moore a través de su reflejo distorsionado en un espejo como clara referencia a su insania, y los travellings en paralelo que siguen a Elspeth Dudgeon, que se tornan tan escalofriantes como el personaje en sí.
Desquiciante, bella, aterradora, loca, sutilmente graciosa, inolvidable, son adjetivos que le viene de perlas a ‘El caserón de las sombras’. Gran cine en suma. Y debemos su visionado a Curtis Harrington, de quien hablaremos en el especial de vampiros próximamente, quien descubrió la película almacenada y perdida en el olvido durante los años 60 cuando el remake de William Castle se estrenó.