‘Ruta suicida’ es el espectacular título que recibió en nuestro país ‘The Gauntlet’, cuya traducción sería algo así como “arrojar el guante” o “desafío”, o también un término militar denominado “guerra de bastones”, que tiene su origen en las prácticas de los indios americanos que hacía pasar a sus prisioneros por un pasillo de guerreros armados con hachas. Si el prisionero terminaba el pasillo con la cabeza alta se le consideraba alguien con valentía. Esto enlaza con la famosa secuencia final de la película, y cómo no, es un elemento de western, género al que Eastwood estará ligado eternamente.
‘Ruta suicida’ llegó a la Malpaso casi de rebote. En un principio la Warner había adquirido los derechos para que la protagonizasen Barbra Streisand y Clint Eastwood, a quien le apetecía rodarla (sería su sexta película como director), pero no veía con buenos ojos a su compañera de reparto. Al respecto, Eastwood bromeó alguna vez alegando que temía que en cualquier momento la actriz se pusiese a cantar en un film tan violento. Fue precisamente esa violencia la que hizo que Streisand se apartase del proyecto, siendo sustituida por Sondra Locke, quien consiguió una de sus mejores interpretaciones, además de poseer una extraordinaria química con Eastwood, por aquel entonces compañero sentimental de la actriz.
Clint Eastwood da vida a Ben Shockley, un policía de poca monta que recibe la misión de llevar a una prostituta (Gus Molly), testigo de un juicio, desde Las Vegas a Phoenix. Lo que en principio parece una misión más sin importancia alguna, se va convirtiendo en una auténtica pesadilla para Schockley y su acompañante, más importante de lo que le dijeron. Una historia simple en su línea central, quizá demasiado simple, pero rica en matices, pequeños detalles muy reveladores e interesantes, que en su momento supusieron en cierto modo una innovación en el thriller. El guión corresponde a Dennis Shryack y Michael Butler, que en 1985 ofrecerían dos nuevos libretos a Eastwood, aceptando éste uno de ellos (‘El jinete pálido’), y rechazando el otro que sería protagonizado por Chuck Norris (‘Código de silencio’).
‘Ruta suicida’ podría ser considerada, sólo en parte, como heredera directa de los films de Harry Callahan (hasta ese momento Eastwood le había dado vida tres veces). Sin embargo, Ben Shockley es un personaje totalmente opuesto a Callahan. Para empezar es un borracho empedernido, desaliñado, que ha perdido toda esperanza de formar una familia o resolver en su carrera policial un caso verdaderamente importante que le reporte fama y prestigio. Ahora sólo sueña con cumplir su tiempo de servicio y jubilarse como buenamente puede para perderse en el olvido. Shockley además es tonto, torpe e ingenuo, no se da cuenta de la evidente trampa que le han tendido (el espectador se lo huele desde el primer momento, y la prostituta no hace más que advertirle de ello, hasta hay apuestas sobre si lo conseguirán o no). Cuando se da cuenta de que todo el mundo a su alrededor está asquerosamente podrido (salvo honrosas excepciones) es cuando estalla, y decide hacer algo por poner en evidencia las mentiras de la burocracia, y la corrupción del estamento policial, algo que sí le empareja con Callahan.
Eastwood realiza una especie de road movie (ese tortuoso viaje de los dos personajes centrales atravesando peligros mil y conociéndose el uno al otro), no exenta de elementos de puro western. No en vano, parte de la acción transcurre en grandes espacios, algo desérticos, cambiando el caballo por una moto. También hablamos de un film muy violento, tanto en los diálogos como en la acción de la historia, siendo lo más recordable los tres espectaculares tiroteos por los que Eastwood fue fuertemente criticado, acusado de exponer violencia de forma gratuita. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. El primer tiroteo, el de una pequeña casa en la que los protagonistas se refugian, y que termina literalmente derrumbada, está inspirada en un hecho real en el que sucedió exactamente lo mismo (el secuestro de Patty Hearst), y Walter Hill la reproduciría para su inspirada ‘Forajidos de leyenda’ (‘The Long Riders’, 1980). El segundo, el de un coche de policía sirve como punto de inflexión en el relato, policías con rostro desconocido (la noche ayuda en el anonimato), dado que a partir de ahí Shockley sale de su estrechez mental. El último ocurrido en Phoenix, prodigiosamente filmado es una exagerada alegoría sobre el estamento policial (“A los policías se les paga por disparar, no por pensar”, sentencia en dicho momento un personaje), culminando en la secuencia final con cuatro de los personajes rodeados por un montón de policías que no entienden qué narices está pasando, reflejo de lo perdido y tambaleante que está el cuerpo policial.
El personaje femenino tiene una fuerte presencia en la trama, más allá de ser una mera puta que puede poner en jaque a altos estamentos que antaño pidieron sus servicios. Con ella, Eastwood derrumba buena parte de los convencionalismos machistas que había en este tipo de cine. Sirva como ejemplo, la excelente secuencia en la que secuestran el coche de un policía con éste dentro, y Molly responde con ingenio a los comentarios machistas del oficial, comparando las profesiones de prostituta con la de policía. Molly es como Shockley (otro antihéore más en la carrera de Eastwood), una perdedora que no sabe cómo abandonar la vida que lleva. Su relación con su “protector” va enriqueciéndose con matices inteligentemente expuestos a lo largo de la trama. Tras la confesión íntima de Shockley (sensacional Eastwood como actor en ese momento), se da cuenta de que ambos son iguales, y a ella le enternece la torpeza e ingenuidad de él. La secuencia en la que ella llama por teléfono para apostar dinero a que Molly lo logrará es la forma de decirle a Shockley que se está enamorando de él.
‘Ruta suicida’ fue la película más cara hasta el momento de la Malpaso. Escenas como las de los tiroteos (sobre todo el final), o la explosión de un helicóptero que choca contra unos cables de alta tensión, encarecieron el rodaje, aunque dichas secuencias quedaron perfectas en pantalla. La persecución de Shockley y Molly a bordo de una moto por parte del mencionado helicóptero es una lección de planificación y de cómo enmarcar el paisaje, logrando la sensación de peligro en todo momento. Gracias a la puesta en escena de Eastwood (aún así con un fallo: la fotografía obra de Rexford Metz, sólo brillante en un par de momentos), y los matices que enriquecen una historia muy convencional, ‘Ruta suicida’ es un entretenimiento de primera, que cuenta además con excelentes interpretaciones de todo su reparto, desde Eastwood y Locke hasta un William Prince que compone un personaje extraño, que no puede ocultar su perversión, pasando por Pat Hingle, Michael Cavanaugh, Doug McGrath o Bill McKinney, habituales en el cine de Eastwood. Al año siguiente, probaría las mieles de un supertaquillazo inesperado con una comedia en la que un orangután prácticamente le robaría el protagonismo.
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