Antes de hablar de ‘Infierno de cobardes’, la siguiente película en el especial que le estamos dedicando a Clint Eastwood, he creído conveniente hablar de ‘Incidente en Ox-Bow’, una de las películas favoritas del director de ‘Sin perdón’, cuya influencia es probablemente la que más se nota en su cine. Este film, dirigido por William A. Wellman en 1943, tiene en la obra de Eastwood director una presencia mucho más notable que las maneras heredadas de Sergio Leone o sus homenajes a John Ford. Eso puede verse sobre todo en los cuatro westerns que dirigió, en ‘Mystic River’ y en ‘Cartas desde Iwo Jima’.
Si el protagonista de ‘Harry el sucio’ mereció alguna vez la etiqueta de director clásico fue por tener presente esta película más que por otra cosa. En ella están reunidos algunos de los temas que más han interesado a Eastwood a lo largo de su trayectoria cinematográfica. El equivocado sentido de la justicia, el crimen sin castigo, o la apatía del ciudadano al no impedir un hecho abominable sobre el que no habrá marcha atrás posible, es de lo que habla ‘Incidente en Ox-Bow’.
‘Incidente en Ox-Bow’ narra la historia de un linchamiento. En un pueblo en el que la oleada de robo de ganado se ha incrementado hasta límites insospechados, se corre la voz de que un importante ganadero ha sido asesinado. Pronto se organiza una partida de hombres para ir en busca de los asesinos y aplicar la justicia que la ley tarda tanto en aplicar.
Esta premisa argumental recuerda con creces a varios de los films de Eastwood. Sus continuas críticas hacia el sistema judicial (las tardanzas y las argucias legales con las que peligrosos delincuentes pueden salir en libertad), hacia la aplicación de la ley (casi siempre con retraso), y sobre todo a la vagancia popular y administrativa, no haciendo nada por impedirlo, tienen su origen en esta poderosa película, cuyo visionado es de los que no se olvidan. ‘Incidente en Ox-Bow’ no sólo narra una historia, además invita a la reflexión, remueve conciencias, y deja ese mal sabor que dejan las grandes obras, al estamparnos delante de nuestras narices lo mísero, débil y cobarde que puede llegar a ser el ser humano. William A. Wellman nos abofetea con la verdad, y eso es algo que siempre le ha gustado hacer al director de ‘Million Dollar Baby’, contarnos historias tan humanas que duelen.
Wellman, con su cámara casi invisible, pero sutilmente utilizada (otra de las características de Eastwood director), nos acerca a una galería de personajes de la más diversa índole, realizando un excelente estudio del ser humano en prácticamente todas sus facetas, y como éste responde a situaciones límite. La película rompe esquemas desde el momento en el que no ofrece una sola concesión al sufrido espectador, el cual tiene un nudo en la garganta casi desde el inicio. Henry Fonda, que había presenciado de niño las consecuencias de un linchamiento, se aseguró de que cierta frase que le dijo su padre se introdujese en el guión. “El linchamiento es el negocio de cualquier hombre que hay alrededor”, sentencia en cierto momento el personaje al que da vida Fonda. Con ello expresa lo cotidiano del hecho en sí, lo que lo hace aún más terrible.
Las razones que llevan a los hombres a cometer un acto tan brutal son de una enorme variedad. Desde la pura diversión (atención al personaje que está todo el tiempo bromeando con una soga), hasta los deseos de venganza (la mayor parte de los personajes desean vengar la muerte de un hombre muy querido en el pueblo, y esto es utilizado de excusa para paliar la impotencia que sienten por ser víctimas de continuos robo de ganado, el principal medio de subsistencia de la zona), pasando por los meramente racistas (uno de los tres hombres apresados es un mexicano de turbio pasado, por lo que todas las miradas están concentradas en él), los de demostrar la fuerza sólo porque se posee (el oficial que no quiere que su único hijo tenga sensibilidad, y decide hacerle un hombre obligándole a tomar parte en el linchamiento), hasta los del temor a ser inculpado (el amigo del personaje central teme por esa mala suerte durante todo momento). Los bajos instintos hace presencia en ciudadanos respetables convirtiéndolos en algo tan abominable que ni siquiera hay palabras para describirlo.
Henry Fonda (actor interpretativamente hablando muy parecido a Eastwood), Harry Morgan, Dana Andrews (que al año siguiente interpretaría la inolvidable ‘Laura’ de Otto Preminger), Anthony Quinn, Frank Conroy, Jane Darwell, William Eythe y Harry Davenport, entre otros, realizan apasionadas interpretaciones que terminan de redondear el producto. Andrews, que da vida a uno de los tres inculpados por el furioso populacho, ofrece uno de los momentos más inolvidables de la película; aquél en el que le dejan escribir una carta para su mujer, la cual quedará viuda por culpa de un estúpido malentendido. Dicha carta estará presente en el último tercio del film como un elemento secundario, hasta que Fonda la lee en presencia de todos los que han cometido la barbarie (Eastwood hace algo parecido en ‘Cartas desde Iwo Jima’, cambiando de contexto la situación, pero con idéntica intención). En ese instante, la planificación de Wellman alcanza momentos sublimes, enfocando los rostros, y con ellos los pensamientos, de todos los presentes. Incluso cuando tiene que enfocar a Fonda, le oculta los ojos (esos que se negaron a ver lo evidente) con el ala del sombrero de su compañero. Nunca un plano fue tan sutil y expresivo.
‘Incidente en Ox-Bow’ no deja lugar para la esperanza, por mucho que veamos a Fonda partir hacia el horizonte en busca de la mujer de uno de los ahorcados para entregarle la carta de su difunto esposo. Nos ha sacudido tan brutalmente que esa mera anécdota nos sabe a poco, ni siquiera nos importa y mucho menos nos consuela. El arrebatador lirismo con el que Wellman nos lo relata todo queda impreso en nuestras retinas durante sus 75 minutos de duración (otro ejemplo de cómo contar una historia llena de matices en tan sólo una hora y cuarto, sin dejarse nada en el tintero).
Clint Eastwood no se cansa de citar esta película en numerosas entrevistas. Ha sabido asimilar su influencia, y adaptarla a su estilo, y rendirle tributo como sólo las obras maestras se merecen. Tomando el testigo, en cierto modo, para seguir haciendo que el cine sirva como catalizador de las grandes historias nacidas del hombre corriente.
DVD:
‘Incidente en Ox-Bow’ está editado en DVD por la Fnac. No trae extras de importancia. No así la copia que puede adquirirse en Amazon, la cual trae un extensísimo documental sobre Henry Fonda, y un audiocomentario del hijo de Wellman.