Las influencias de Christopher Nolan siempre han sido un objeto curioso de discusión, ya que se han citado a menudo varios de los grandes directores de la historia con objetivo de favorecer la comparación. Incluso aunque en su paleta de colores haya sitio para cineastas más, por así decirlo, barriobajeros como Michael Mann o Tony Scott, la tendencia es mencionar a Alfred Hitchcock o Stanley Kubrick aunque su estilo termine difiriendo más de lo que se parece.
Kubrick, sin embargo, es un nombre clave más por ciertos temas, además de por ambición por intentar desafiar lo que es posible en una pantalla. Pero es interesante ver a Nolan hablar a raíz de 'Oppenheimer' de cómo se crio en el pánico nuclear, en la constante preparación ante una amenaza de misiles intercambiados entre naciones imperiales como Estados Unidos y la Unión Soviética, y pensar luego en cómo resonarían en él películas como '¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú' ('Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb').
Caos en el Estado Mayor
Esta posible conexión es una de las muestras de cómo sigue teniendo cosas que contar una de las comedias más desternillantes de todos los tiempos. Kubrick disecciona en clave satírica ese miedo internacional, ese constante estado de amenaza, de la mano de un multifacético Peter Sellers y unos implacables George C. Scott y Sterling Hayden. Hoy se cumplen 60 años desde su estreno en cines, y se puede recuperar en streaming a través de Filmin.
Harto ya de la posible amenaza comunista, convencido de que su colaboración internacional es una fachada para envenenar a Estados Unidos a través del agua, el general Jack D. Ripper ordena una ofensiva discreta con armas nucleares, para estupefacción del capitán Mandrake. Mientras intenta detenerlo, el Estado Mayor se reúne para calmar los ánimos de los soviéticos, teniendo entre sus peculiares apoyos a un antiguo científico nazi en silla de ruedas.
En sólo hora y media, y a través de un bombardeo de comedia negra, parodia y también algo de payasada a menudo presentada con seriedad, Kubrick muestra la destrucción mutua asegurada hacia la que va destinada la humanidad si se continúa el sentimiento de desconfianza de la Guerra Fría. Un pánico a cualquier elemento posiblemente rojo que motiva la conservación y desarrollo de armas de destrucción masiva, cosas que sin duda influirían al joven cinéfilo que después contaría la historia de ‘Oppenheimer’.
‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’: pánico desternillante
La acidez con la que Kubrick desarrolla la comedia resulta hasta una rara avis en una filmografía donde a menudo el humor se ha presentado de manera gélida (como en ‘Barry Lyndon’). Pero los laberintos a recorrer para hacer ‘Lolita’ y la buena sintonía con Sellers le prepararon para desarrollar puntualmente ese toque más desatado, dando una impecable dirección de actores mientras va creciendo su sentido de la escala cinematográfica.
Es encomiable capacidad para alternar entre la oscura inmensidad de la sala del Estado Mayor, diseñada con increíble gusto por el gran Ken Adam, y la claustrofobia de la estancia que comparten el loco general y el preocupado capitán, o incluso el avión que porta las armas. La atención a los detalles es marca de la casa, pero aquí encuentran un enfoque diferente que funciona a la perfección, logrando así una de las mejores películas de Kubrick.
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