El éxito reciente de ‘Dune’ con su parte dos tiene más mérito del que podemos creer. No sólo por la complejidad de la novela original, sino por cómo intentar transferir carácter único a una adaptación de un texto seminal de la ciencia ficción. Hay una gran cantidad de obras que están marcadas por obras imprescindibles de este estilo incluso aunque no trasladen literalmente la historia.
Y, al final, muchas de estas obras “derivadas” terminan teniendo más calado en otros medios como el cine de lo que terminan teniendo las adaptaciones directas. Así que estas tienen que hacer un doble trabajo, no sólo manteniendo fidelidad a las potentes ideas y la historia originales sino hacer que trasciendan con respecto a otras cintas de ciencia ficción que hacen lo mismo. El caso de ‘1984’ podría ser buen ejemplo.
El control total de la mente
Han sido varias las adaptaciones de la importante obra de George Orwell, pero no todas han conseguido el mismo estatus de clásico que el original o que otras películas influenciadas por su potente distopía. Sí que estuvo cerca la versión estrenada en 1984, con John Hurt de protagonista y Michael Radford al guion y la dirección, que ahora cumple 40 años de su estreno y se puede ver en streaming a través de MGM.
La película, al igual que la novela, nos plantea un mundo autoritario e hipervigilante donde Oceanía ejerce su poderío sobre su población. A través de propaganda meticulosamente preparada, se trata de transmitir una sensación de nación fuerte, especialmente ante el enemigo de Eurasia. Un mundo donde está prohibido salirse de la línea y hasta sentir pasión, algo en lo que termina cayendo el pobre Winston Smith.
Raford toma interesantes decisiones a la hora de llevar el texto de Orwell a la gran pantalla justo el año donde “tiene lugar la acción”. La primera es centrarla precisamente en los aspectos deshumanizadores de esta nación totalitaria, en la negativa a poder sentir o pensar algo que no esté prediseñado por el partido, que lo va a imprimir en la mente de cualquier manera.
‘1984’: una distopía notable
Lo segundo es puramente estético. Contar con Roger Deakins en la fotografía permite dar una sensación de grandiosidad a este mundo distópico, si bien la obra mayoritaria de Deakins ha destacado por espacios más limitados y en resaltar emociones de escala más pequeña y humana. Aquí, con un fabuloso diseño de producción, se consigue una visualización imponente y apropiada del mundo que planteaba Orwell.
Si bien no puede evitar sentirse que ‘1984’ tiene algo de obra derivada de otras películas de ciencia ficción, como puede ser la tecnología decadente que se ve en el cine de género de Andrei Tarkovski. Tampoco exprime tanto las ideas como si lo han terminado haciendo otras historias de distopía o de cyberpunk, teniendo que destacar a partir de una artesanía visual incuestionable y un Hurt totalmente acertado en su rol como Winston Smith. Sigue siendo una de las mejores adaptaciones que ver de ‘1984’, incluso aunque no sea la definitiva.
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