Los que se dedican al cine puede terminar estableciendo una relación ambivalente con sus obras. Nosotros como público podemos tener nuestras preferencias, compartidas en forma de comentarios o que el más tangible valor de las ventas de entradas, estableciendo qué lugar ocupan en el espectro de la cultura pop.
Algunas pueden llegar a estar muy aclamadas, o volverse objeto de culto bastante intenso, pero los involucrados pueden considerarlas igual un fracaso por no haber tenido el éxito económico esperado. Puede ser puro ego, pero en el caso de gente como Buster Keaton mostraba una necesidad de que su comedia cumpliese la regla fundamental de entretener al público. Es por ello que el tiempo haya establecido varias de sus obras como mayores, pero las que más recordaba él con cariño eran éxitos como ‘El navegante’.
Barco a la deriva
Una divertida comedia de aventuras marca de la casa y de tan solo 59 minutos que ahora cumple 100 años de su estreno en cines, donde arrasó. Siguiendo registros históricos, fue el mayor éxito de taquilla de Keaton como cineasta. Hoy se puede disfrutar en streaming a través de plataformas como Filmin o acontra+, pero también gratis con anuncios en Runtime.
Buster interpreta a un enamorado aristócrata que quiere contraer matrimonio con su vecina de enfrente, y llevarla de viaje a Honolulu. Rechazada su proposición de compromiso, se van de viaje igualmente, aunque acaban por error en un barco que ha sido vendido a un país en guerra, que además ha sido saboteado para quedarse a la deriva, dejando a la pareja en situación de supervivencia.
Comparada con las que consideramos sus obras mayores, las que más han crecido con el revisionismo y se consideran más influyentes, ‘El navegante’ parece un entretenimiento más ligero y menos remarcable. Al menos, menos que la ambiciosa acción sobre railes de ‘El maquinista de la general’, la carta de amor al cine en ‘El moderno Sherlock Holmes’ o incluso otra gran diversión acuática como ‘El héroe del río’, menos exitosas comercialmente eso sí.
‘El navegante’: Keaton a tope de gags
Incluso se puede hacer reproche a ese tramo donde la pareja llega a una localización isleña y muestra a los locales negros (aunque algunos eran blancos realizando blackface) como salvajes caníbales, por mucho que no hubiera intención dañina en su momento (tampoco fue la única de sus películas que hacía desbarres raciales). Pero en aquel momento se apreciaba a Keaton con un músculo cinematográfico lo bastante desarrollado para ofrecer más detalles que disfrutar, algunos de ellos posteriormente rescatados por cineastas como Wes Anderson.
Su colección de gags es fluida, imaginativa e hilarante, incluso con algo tan sencillo como dos personajes recorriendo de arriba a abajo, una y otra vez, el decorado de un barco. Su uso de la comedia física vuelve a ser arrebatadora y atrevida, como en las secuencias donde se viste de buzo, y crea una aventura de lo más entretenida para ejercer de esqueleto sólido. Es, sin duda, una película rescatable de su imprescindible filmografía.
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