El thriller es uno de los géneros que más han servidor para ahondar en el lado oscuro del ser humano. Si nos vamos al cine clásico la lista de títulos podría ser interminable —y aún así a bote pronto se podrían citar dos ejemplos como ‘Laura’ (id, Otto preminger, 1944) o ‘La noche del cazador’ (‘Night of the Hunter, Charles Laughton, 1955)—, y si nos centramos en un cine más reciente ‘El silencio de los corderos’ (‘The Silence of the Lambs’, Jonathan Demme, 1990) y ‘Seven’ (id, David Fincher, 1995) se alzan como indiscutibles líderes del género. Un género que desde hace ya años y salvando excepciones, ha bebido demasiado de los dos últimos títulos mencionados. Al menos dentro del cine estadounidense.
Si nos vamos a una cinematografía como la oriental la cosa cambia. No es que obvien las inevitables influencias de los trabajos de Demme y Fincher, pero su arrojo está muy por encima de los norteamericanos, más preocupados en resultar políticamente correctos. Hace dos años se pasó por el Festival de Sitges ‘The Chaser’ (‘Chugyeogja’, Na Hong-jin, 2008), una película que más tarde fue ignorada por nuestras benditas distribuidoras, aunque han tenido el acierto de editarla en DVD hace unos meses. Tras disfrutar de ella la primera vez, recientemente la he vuelto a ver y he comprobado que las sensaciones del primer visionado se mantienen ahora más firmes.
‘The Chaser’ cuenta la historia de Eom Joong-ho, un ex detective metido a proxeneta que empieza a ver como las chicas que trabajan para él desaparecen poco a poco sin dejar rastro. Un día, para atender a un cliente, envía a la única chica que le queda, que está enferma, y descubre que el cliente es el último que visitaron las chicas desaparecidas. Convencido de que es alguien de la competencia que le está robando a sus mujeres, intenta tenderle una trampa, adentrándose sin querer en un juego de caza de un asesino en serie, autor de varios asesinatos en la ciudad de Seúl. Una trama sencilla que da lugar a uno de los más vibrantes y emocionantes thrillers de los últimos tiempos.
Na Hong-jin debuta en el cine con esta película y lo cierto es que es sorprendente tratándose de una ópera prima. Pocos directores se atreven a arriesgarse tanto en su primer film y pocos pasan la prueba con nota alta. ‘The Chaser’ es un film que posee muchos aciertos, entre ellos está el enfrentar casi sin querer a los dos antagonistas del relato como si se tratase de las dos caras de una misma moneda. Por un lado un asesino implacable, inteligente —sabe perfectamente que puede salir libre por los asesinatos que ha cometido aún reconociendo su autoría— y con un problema de impotencia que nos es desvelado en una secuencia de interrogatorio. Por otro lado, un proxeneta que ha dejado la policía para vivir de forma más fácil y cómoda, y que no duda en chantajear a los clientes de sus propias chicas para sacar más dinero. Ambos carecen de moral, uno nunca la ha tenido y el otro simplemente la ha perdido.
Es precisamente el encuentro con la peor cara del hombre —reflejada en el personaje del asesino— lo que hace cuestionarse a Eom la moralidad de algunos de sus actos y lo que empieza siendo una caza por temor a perder dinero en su negocio se convierte en un grito desesperado por la vida. Son dos los puntos de inflexión en el relato de Eom, el primero cuando vista a la hermana del asesino y un terrible secreto sale a la luz —a partir de ahí Eom sospecha que se enfrenta a algo horrible y que rechaza en algún rincón de su mente—; el segundo cuando en un intento final de encontrar a una de sus chicas, la cual ha dejado una niña pequeña de la que Eom se hace cargo, se pierde en un laberinto de calles mientras el asesino termina lo que empezó ante la impotencia del espectador.
Hong-jin filma con elegancia si grandes estridencias, pulso firme y sacando un gran provecho de la escenografía. También corre el riesgo, que solventa con creces, de basar la historia en las casualidades, destacando sobre todo aquella en la que el proxeneta y el asesino se encuentran por vez primera a causa de un pequeño accidente de coche. Dicho momento, cargado de una tensión increíble —siguiendo una de las máximas de Hitchcock, el espectador sabe algo que uno de los personajes desconoce— da lugar a una excelente persecución a pie, y que indica los papeles que ambos personajes representarán en el resto de la historia: el de cazador y presa.
‘The Chaser’ no hace concesiones al espectador, lo mismo que los trabajos de Demme y Fincher aunque no lo parezca, cuestiona en todo momento los métodos policiales —el departamento de policía de Seúl no debió quedar muy contento con el retrato de la fuerzas policiales que se hace en el film—, y la palabra justicia recobra el significado que se le daba en películas como ‘Harry el sucio’ (‘Dirty Harry’, Don Siegel, 1971) —absurdamente tachada de fascista por unos cuantos cegatos— en la que Callahan no dudaba en torturar al asesino para saber dónde se encontraba encerrada una de sus víctimas. Aquí uno no se escandaliza por ver al proxeneta dar una enorme paliza al asesino para obtener la misma clase de información. Para combatir al monstruo hay que convertirse en uno.