Los Makhmalbaf son una familia de cineastas. Hana dirigió hace un par de años ‘Buda explotó por vergüenza’, una película que me pareció magistral dentro de su sencillez. Su hermana mayor, Samira, que ya incluyó un episodio dentro del film ’11’9’‘01’, nos presenta ahora ‘El caballo de dos piernas’ (‘Asbe du-pa’), auspiciada por el padre, Mohsen, productor y director de gran prestigio en Irán.
‘El caballo de dos piernas’, que se estrenará este viernes, día 22 de mayo, cuenta la historia de dos niños que se ven condenados a hacerse compañía. El uno, aquejado de un retraso mental, presta las piernas al otro, víctima de una mina antipersona, quien a su vez sirve de guía al primero.
Durante la preproducción, lo que más tiempo y esfuerzo llevó a la directora fue hallar a los actores. Los dos protagonistas son auténticos mendigos de las calles de Afganistán –donde Makhmalbaf se vio obligada a rodar porque en Irán se lo habían prohibido—. Con la elección del mayor, quien ejerce de caballo, consiguió mostrar a un personaje sumiso y resignado, cuyos exabruptos de sinceridad le sirven de poco para salir de su situación. El pequeño, el jinete, convertido en un tirano por sus propias desgracias, es alguien que no siente piedad alguna por el otro, si bien lo considera su amigo. Samira Makhmalbaf buscaba para este papel era a un actor que pareciese desamparado, pero que fuese poderoso al mismo tiempo y creo que su elección fue perfecta con ese niño que sorprende en cada uno de sus movimientos y con cada una de sus frases.
Muy distintos el uno del otro, los actores son quienes eliminan del guión la mayor parte de la amargura y del desasosiego que, de haber permanecido íntegros, habrían convertido a la película en un mal trago más desagradable de lo necesario. Ambos chavales tienen tanto desparpajo que nos hacen olvidar lo que ocurre en el fondo y nos hacen ver los sucesos como juegos de niños, aunque haya muy poco de inocente en su comportamiento. Esa crueldad de la que se valen los autores para representar el abuso de poder que ejercen los adultos y hacer un ataque a la situación política de su país, es en realidad una actitud muy común entre los niños.
La directora logra un realismo asombroso gracias a estas interpretaciones y también a una realización naturalista donde se hace poco patente la presencia del intruso, es decir, de la cámara. Aunque en muchos momentos pueda parecer que estamos contemplando retazos de la vida real de estos niños, todo está preparado y atrezzado con esa intención.
El guión y el montaje de ‘El caballo de dos piernas’ están firmados por Mohsen Makhmalbaf y son los aspectos más experimentales del film. Con cortes abruptos y repetición de situaciones, el padre de la directora juega a crear rupturas en el fluir de la narración, a volver a puntos muy anteriores a lo que se está viendo, a eliminar la progresión de la trama y, con ello, la evolución de los personajes, a introducir sueños a modo de flashbacks… Le gusta también dejar algunos planos más largos de lo que la lectura de la imagen requiere, para forzar la contemplación y la reflexión porque la situación que se nos presenta es menos importante que las conclusiones, ya sean metafóricas o directas, que se puedan sacar de ella.
Con esa búsqueda de la ruptura que se hace en el montaje, Makhmalbaf consigue un film menos cercano que ‘Buda explotó por vergüenza’. Por ese motivo y porque falta la presencia de esa niña tan encantadora que protagonizaba la película anterior, a mí personalmente me gusta menos. Además, esos momentos en los que la acción se detiene o se repite nos pueden causar fascinación, pero también desesperación. Con todo, también se puede hacer un análisis más frío y considerar ‘El caballo de dos piernas’ superior al film de la hermana –quien, durante esta filmación, rodó un making of titulado ‘Samira y los actores no profesionales‘—, ya que plantea una cuestión más dolorosa y la vincula de manera más directa a la crítica política.
‘El caballo de dos piernas’ puede entenderse como una metáfora del poder, pero también como un estudio de la psicología de la sumisión y de las relaciones de dependencia, como una muestra de la situación de pobreza en la que viven muchos seres humanos. A pesar de la crudeza de lo que cuenta y de lo escasa que resulta su progresión narrativa, no es tan desagradable como puede sonar con la lectura de cualquier sinopsis o con la visión de alguna de sus imágenes.
Mi puntuación: