'Cuento de navidad', un vacío espectáculo en 3D al servicio de Jim Carrey

'Cuento de navidad', un vacío espectáculo en 3D al servicio de Jim Carrey
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“¡Y que Dios nos bendiga a todos!”

Tiny Tim

Mañana viernes se estrena en España la nueva película de Robert Zemeckis, ‘Cuento de navidad’ (‘Disney´s A Christmas Carol’), el siguiente paso del realizador en la animación 3D y la técnica de la captura del movimiento, tras ‘Polar Express’ y ‘Beowulf’. A través de su empresa, ImageMovers, Zemeckis, que está convencido que la tecnología que está contribuyendo a desarrollar va a transformar el cine y hacerlo evolucionar, firmó un acuerdo con Disney cuyo primer fruto ha sido esta nueva versión del clásico cuento de Charles Dickens, la primera película de la empresa de Mickey Mouse que se estrena en salas IMAX 3D. Ya os conté que pude verla la semana pasada, en el estreno mundial que Disney preparó en Londres.

La historia de Dickens, como sabéis de sobra, gira en torno al viejo, gruñón y mezquino Ebenezer Scrooge (Jim Carrey), a quien en una nochebuena le visitan tres fantasmas, que harán que se replantee su vida y su actitud con los demás. Es el 24 de diciembre en el Londres de la era victoriana, y cuando todos se alegran por la llegada de la navidad, Scrooge es el único que vive amargado. Es una isla de egoísmo, cinismo y tristeza. Pero esa misma noche, en su casa, se le aparece el atormentado espíritu de su viejo socio, quien le anuncia que durante las próximas horas será visitado por los fantasmas del pasado, el presente y el futuro.

El ‘Cuento de navidad’ de Robert Zemeckis empieza con el libro de Dickens. Es su forma de decirnos que ha intentado ser lo más fiel posible con el original. El libro se abre (leemos “Marley estaba muerto”) y la primera página cobra vida. La ilustración del cadáver de Marley pasa del 2D al 3D. Ya estamos en el terreno de Zemeckis. Oímos la trabajada voz de Jim Carrey como Scrooge y seguidamente le vemos en una escena muy oscura, rodeado por otros dos personajes, a los que asombra con su avaricia; paga dos monedas para el entierro pero luego se lleva las dos que tapaban, de forma ceremoniosa, los ojos del muerto.

También asombra, al menos a un servidor, el realismo logrado en la animación por la compañía de Zemeckis. Los personajes parecen reales y el sus movimientos en el entorno digital impresionan. Pero algo falla ya desde el principio. Como pasaba en las dos anteriores películas del director, uno no ve personas ahí, por más que sean actores los que hayan prestado sus interpretaciones y sus voces a los personajes. Uno ve muñecos. Realistas y fantásticamente animados, pero muñecos, al fin y al cabo, que imitan personas. Lo que tiene de especial la historia de Dickens, la humanidad y la emoción, se pierde estando protagonizada por criaturas artificiales. Queda muy forzado y vacío, carente de sentido.

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¿Qué le interesa a Zemeckis del cuento de Dickens? Nada más y nada menos que las posibilidades para el espectáculo, para el lucimiento de los efectos especiales y el trabajo de los animadores de su empresa. Y eso es la película. Un constante lucimiento de lo que ImageMovers es capaz de hacer, a día de hoy, creando “personas” en 3D a partir del trabajo de actores reales. No sé si Zemeckis cree de verdad que esto es lo que le interesa al público, pero dudo mucho que su intención sea otra que la de hacerse aún más millonario y popular, imaginándose a sí mismo como uno de los grandes creadores de la tecnología del cine del futuro (me temo que veremos muchas cosas así de aquí en adelante).

Quizá en unos años le visite el fantasma de Walt Disney o Frank Capra y le demuestre que estaba muy equivocado, que lo importante es la historia, que el público conecte con los personajes y lo que se cuenta en la pantalla, no meterlos en una montaña rusa de hora y media de persecuciones en tres dimensiones. De hecho, el atropellado viaje comienza justo tras la primera secuencia de presentación de Scrooge, en la funeraria. Zemeckis nos ofrece a continuación una exagerada (y seguro que muy costosa) panorámica por el Londres del siglo XIX, mostrándonos lo mucho que han trabajado sus empleados en crear una ciudad llena de vida, con gente por todas partes, paseando, corriendo, jugando o comprando en el mercado. Todos alegres y saltando como ranas.

Eso es algo que me chirrió bastante viendo ‘Cuento de navidad’. Porque nos venden la animación ultra-realista, que creamos que esos muñecos son personas, que estamos presenciando efectivamente su humana historia en una ciudad y un momento verdaderos… Pero los personajes no dejan de comportarse como dibujos animados. Corren, saltan y se golpean como si estuvieran hechos de goma, no de carne y hueso. Hay un momento, al principio, en el que Scrooge va a abrir la puerta de su casa y se asusta al ver la cara del fantasma de Marley; el suelo está helado, se resbala y da con la espalda contra los escalones de la entrada. ¿Le pasa algo? No. Enseguida se incorpora y aquí no ha pasado nada. No está mal para un anciano que usa bastón y apenas podía levantar el brazo para meter la llave unos segundos antes. Antes, su empleado, Bob (Gary Oldman), se había lanzado alegremente por una calle deslizándose como si fuera un patinador profesional, cayendo contra el duro asfalto sin ningún daño. Bueno, es que es navidad, ¿no?

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Uno de los grandes atractivos de la película es, sin duda, contar con un reparto encabezado por Jim Carrey, Colin Firth, Robin Wright Penn, Cary Elwes y Bob Hoskins, entre otros. Bueno, en realidad, luego no es así, todo es un show protagonizado por Carrey, quien llega a dar vida hasta a ocho personajes diferentes (los tres fantasmas y Scrooge en cinco momentos diferentes de su vida), resultando que no pasa ni un minuto sin que veamos a alguno de ellos en pantalla; a veces hay hasta tres Carreys en la escena. Oldman y Firth tienen algo de presencia, pero lo del resto es muy secundario, sólo hay espacio para un actor. Pero lo peor es, repito, que la película fracasa cuando se supone que debemos emocionarnos, porque es imposible sentir empatía por estos muñecos.¡ Es todo tan falso! Zemeckis debería ver lo que se hace en los estudios Pixar o Ghibli, porque el hombre no se entera.

Por otro lado, hay algo de timo en esta nueva 3D estereoscópica. Al menos, en la usada en ‘Cuento de navidad’, que se supone que es lo más ahora mismo. Si os fijáis, en la mayoría de las escenas, lo que está en primer plano es un elemento verdaderamente irrelevante, puesto ahí para dar la sensación de profundidad, pero lo importante, lo que de verdad pasa, está al fondo, como en las películas corrientes. Esto es, que la película la hacen en 2D y en realidad da igual, sólo quitas los sustos para niños. Pero claro, no se vende igual. Ahora todo tiene que ser en 3D para luchar contra la piratería y convencer a la gente de que vaya al cine, a gastarse diez o más euros en el nuevo espectáculo de Hollywood. Pero esto va a durar poco, si lo que nos ofrecen es cosas como la de Zemeckis. La gente no es tan tonta, se va a cansar muy pronto de ver siempre lo mismo. James Cameron dice que el 3D de ahora se hace mal, que lo suyo es diferente, que ‘Avatar’ es otra cosa. Ojalá.

La taquilla norteamericana parece dar la razón al director que un día nos dejó maravillados (de verdad) con películas como ‘Regreso al futuro’ o ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’, pues ‘Cuento de navidad’ ha sido número uno el fin de semana de su estreno, pero las cifras son mucho más bajas de lo esperado. No tenía gran competencia para arrasar, y el presupuesto con el que contaron asciende a la friolera de 200 millones de dólares, sin contar con el dineral que habrá costado la intensa promoción; 34 millones en la primera semana no es para tirar cohetes, mirándolo con la perspectiva adecuada. Pero el acuerdo de Zemeckis con Disney todavía tiene años por delante, y el realizador parece tan contento en su burbuja que cuesta pensar que su próxima película será mejor. ‘Cuento de navidad’ es un paso más respecto a ‘Beowulf’ en cuanto a la tecnología, pero sigue careciendo de alma y emoción. Sigue faltando, en definitiva, verdadero cine.

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