Cuando parecía que el día iba a resultar un auténtico desastre, surgió un cineasta del frío, el danés Thomas Vinterberg, y nos devolvió el sabor del buen cine. De las tres películas de la sección oficial (una de ellas, la de Scorsese, fuera de competición), la suya, que fue proyectada en último lugar, salvó a la tercera jornada del desastre absoluto, ya que la rumana ‘If I Whistle, I Whistle’ (‘Eu cand vreau sa fluier, fluier’, de Florin Serban) es fácilmente la más floja película, por no decir la peor, de las que de momento concursan y se han presentado a la prensa. Así mismo, a la de Scorsese, ‘Shutter Island’, le cuadra perfectamente la expresión “decepción anunciada”.
Pero llegó, de tapadillo, eclipsada por tratarse de la última del día, y después del vendaval de la película protagonizada por DiCaprio, el verdadero buen cine que debería ser más frecuente en un festival de este calibre. ‘Submarino’ nos devuelve al Vinterberg más humilde y artesano, el gran contador de historias que con 16 años ya hacía cortos y con 19 era estudiante de la escuela de cine de su país, que según sus propias palabras vuelve con esta película “a ser un estudiante de cine, a no saber nada, a empezar de nuevo”.
Breve Interludio
Antes de comentar a fondo las tres películas de la sección oficial, quisiera hacer un breve paréntesis, porque no sólo para hablar de cine estamos aquí. También del festival en sí mismo. Un festival que, a grandes rasgos, podría ser el doble de grande de lo que es el de San Sebastián en septiembre. Y un festival que, pese a sus grandes esfuerzos en infraestructura, y a su organización muy estudiada, peca de algunos defectos que no puedo pasar por alto, porque los sufro todos los días.
Lo que más llama la atención es la sala de conferencias de prensa. Situada en el hotel Grand Hyatt (en frente del Berlinale Palast), en su primera planta, se accede a ella subiendo las escaleras, a mano izquierda, sin apenas espacio, mientras que a mano derecha queda la sala de prensa y algunas cosas más. Esto significa que no queda mucho espacio para moverse en el caso de que se abarrote la sala, y los follones que se pueden formar en la escalera pueden ser importantes. Pero lo más importante es que la sala de conferencias es demasiado pequeña. No caben más de 500 personas sentadas y 100 de pie. Siendo, como somos, 3.200 acreditados de prensa, puede hacerse el lector una idea. Es sencillamente absurdo, es demasiado pequeña y mal distribuida. La sala de conferencias de San Sebastián es el doble, o más, de grande. Parece mentira.
También es absurdo que los tres idiomas que están siempre disponibles para que los periodistas puedan escuchar las conferencias son el alemán (lógico), el inglés (más que lógico), y el francés (menos lógico). Hay una cuarta cabina de traducción simultánea que va cambiando de idioma, en el caso del rumano, el iraní, o el que haga falta. Pero creo, sin exagerar lo más mínimo, que es imprescindible una cabina, siempre, en español. Durante años no quisieron ponerla, luego accedieron, de nuevo la han quitado. Un idioma que hablan quinientas millones de personas en el mundo bien debería estar en la cabina de traducción, siempre. Además, en los pases de prensa están disponibles cascos para escuchar la película doblada al español. Un sinsentido.
‘If I Whistle, I Whistle’, un drama inaguantable
Por alguna razón, las películas más soporíferas suelen programarlas en los festivales cuando uno está luchando más ferozmente con el cansancio, el frío y el sueño. A las 9 de la mañana comenzó una película que, junto con ‘Mi nombre es Khan’ puede ser lo peor que hemos visto de momento en esta Berlinale. Cuenta la historia de un menor de edad en prisión, cuya vida quedó destrozada por una madre incapaz, la cual regresa del agujero en el que estuviera para llevarse a su hermano pequeño, algo que él no puede consentir. Además, se enamora de una becaria que acude al centro a hacer prácticas. Viendo que no tiene salida para impedir que su hermano se vaya, secuestra a la chica y empieza a pedir condiciones…
Sobre el papel, la historia tenía bastantes posibilidades. Ahora bien, el modo en que el director Florin Serban lo lleva a la pantalla no puede ser más anodino, falto de fuerza, de chispa, de una narración convincente. Son irritantes los tiempos muertos que “rellenan” la película. Miradas o gestos no consumados, que en manos de un director más hábil podrían haber dado algo de sí, pero que aquí son la certificación de una incapacidad. Por supuesto, el jurado puede decidir darle el Oso de Oro, los de Cahiers España se pueden poner a hablar de alguna fascinante reinvención del espacio fílmico (o zarandajas parecidas en las que tanto abundan), y a todos los que nos ha parecido un aburrimiento infumable quedársenos cara de tontos ante esta reinvención del cine. Pero no sé por qué...lo veo poco probable.
El actor principal, un tal George Pistereanu, lo cierto es que se esfuerza y se defiende bastante bien, pero la historia no tiene desarrollo ni interés ninguno. Prueba de ello es que en su correspondiente rueda de prensa, en la que algunos aplaudieron tímidamente, nadie tenía absolutamente ninguna pregunta que hacerles. Será casualidad.
‘Shutter Island’, Scorsese en fuga de sí mismo
La rueda de prensa de ‘If I Whistle, I Whistle’ se retrasó (como todas, una media de 15 minutos, lo que dificulta mucho a los acreditados organizarse la jornada, y lo que deja mucho que desear en cuanto a la puntualidad del certamen), pero hubiera importado poco que no lo hiciera porque no fuimos muchos periodistas, y los que fuimos duramos poco, ya que se acercaba el pase de prensa de ‘Shutter Island’, la última película de Martin Scorsese. Puedo asegurar que las colas de periodistas que se formaron, cuarenta y cinco minutos antes de su comienzo, eran de impresión.
Sin embargo, y por mucho que lamente decirlo (scorsesiano de corazón como lo soy, desde hace muchos años) ‘Shutter Island’ no hace si no confirmar el declive absoluto de este gran director, por mucho que algunos comentaristas epidérmicos no quieran (o mejor, no puedan) darse cuenta de ello. Y no me tiembla ni un ápice la picota al afirmarlo porque, precisamente, le sigo desde hace muchos años y me conozco su carrera a la perfección. Es decir. sé de lo que es capaz, sé lo gran artista que es, sé el gran tipo que es, y por eso hablo en términos de decepción.
Adaptación de la novela homónima de Dennis Lehane, ‘Shutter Island’ es un thriller (con todas las letras, y bien usado, no como otras veces, pues proviene del verbo ‘To Thrill’, esto es, emocionar, alterar) que cuenta la investigación de Teddy Daniels, un detective que investiga una misteriosa desaparición en un internado psiquiátrico situado en la isla Shutter, en el cual nada es lo que parece, en el que poco él mismo irá perdiendo la razón, y que supondrá una aventura con toques siniestros.
Scorsese filma con una exactitud geométrica. Se las sabe todas, el viejo zorro. Sin embargo la película carece por completo de alma. No es más que un juguete en manos de este gigante. Un juguete que él narra sin despeinarse, que le queda exageradamente pequeño y facilón. Dice haberse inspirado en ‘Laura’, sobre todo, y en otras películas clásicas del cine negro y el misterio, pero su película es exageradísima, hiperbolizada, con momentos ridículos a veces. No hay una sola secuencia destacable. Eso sí, unos movimientos de cámara, unas grúas, unas luces (excelente, por cierto, la fotografía de Robert Richardson) que dan fé de sus conocimientos y su pasión por el detalle.
Esta es su cuarta colaboración (consecutiva) con Leonardo DiCaprio, y sin duda es en la que peor está el famoso rompecorazones, la menos creíble, la más forzada. Hay momentos en los que está en otra película, en otro reparto. Y debería hacerse mirar lo de imitar, una y otra vez, a Robert DeNiro. Pero ya su personaje carece de interés, de carácter. Importa muy poco lo que le pase en ese psiquiátrico tan bien diseñado, tan forzadamente inquietante y tenebroso.
Desde que, en 2002, firmara ‘Gangs of New York’, la última de sus películas que puede considerarse realmente scorsesiana, este grandísimo cineasta ha ido perdiendo personalidad a pasos agigantados. Energía no, simplemente su universo personal se ha aguado, ahora que precisamente puede hacer la película que le venga en gana, ahora que esperábamos su florecimiento final y apoteósico, después de su extraordinaria década de los 90. ‘Gangs’ no era redonda, pero era fascinante, turbia y scorsesiana. Sin embargo, la trilogía protagonizada (de forma total) por DiCaprio, conformada por ‘El aviador’, ‘The Departed’ y ‘Shutter Island’ está lejos, muy lejos, de su obra maestra (la excepcional trilogía formada por ‘La edad de la inocencia’, ‘Casino’ y ‘Kundun’), y de su obra más arrebatada y personal (‘Uno de los nuestros’).
Incluso un actor a menudo interesante como Mark Ruffalo está sencillamente mal dirigido. Como mal dirigidas, apresuradas y sin tiempo para ver nada, están hechas las escenas de suspense. Si me dicen que es película de otro director, me lo creo sin dudarlo un segundo. No parece el bueno de Marty. La versatilidad está bien…siempre que uno sea fiel a su propio mundo. Y él no lo está siendo.
Pero es que ‘Shutter Island’ podría ser, fácilmente, su peor película. ¿Dónde está la ferocidad, la autodestrucción, de ‘Toro Salvaje’? ¿La audacia de ‘El rey de la comedia’? ¿La frescura de ‘Jo, qué noche’? ¿La contención de ‘El color del dinero’? ¿La mirada apasionada de ‘The Last Waltz’? DiCaprio ha tenido una gran suerte acaparando los papeles de este director (cuyo documental ‘No direction Home’ es quizá su última obra importante), pero Scorsese, a tenor de lo visto, no ha tenido tanta suerte con un actor tan limitado.
Eso sí, el revuelo que se formó a las dos de la tarde en las cercanías del Berlinale Palast fue de órdago. Personalmente, en cuanto acabó la película, sin ni siquiera ver los títulos, salí a toda velocidad hacia la sala de conferencias…y encontré sitio de puto milagro. Ya estaba a rebosar. Eso significa, por fuerza, que el noventa por ciento de los que allí estaban sentados no habían visto la película, y no podían por tanto preguntarle por ella al director (lo que enlaza como mi interludio sobre la Press Conference Room…). Y tras un retraso de veinticinco minutos, aparecieron nueve personas del equipo, incluido un grupo de actores formidable: Mark Ruffalo, Ben Kingsley (uno de los más grandes actores vivos, y que es lo mejor de la película), Michelle Williams, Leonardo DiCaprio, arropando al gran Scorsese. Casi nada.
La ovación fue estruendosa. Aunque es justo decir que cuando presentaron a la prensa a Kingsley, los vítores fueron tan sonoros como los dedicados a Scorsese. Es lo que tiene ser un genio. Puedo asegurar, porque lo he visto, que la gente se sentaba en los pasillos y abarrotaba la puerta de entrada. Que las preguntas se sucedían sin cesar, que el ambiente era de privilegio. Scorsese reía con ganas, mientras hablaba con su erudición cinematográfica. DiCaprio agradecía (por vez número mil millones) trabajar con él. Hubo buen ambiente y charla distendida, risas y chistes. Y sobre todo muchos elogios al director, a pesar de que, digan lo que digan, ha filmado su peor película. Se estrena el viernes que viene en España y conocerá un gran éxito, sin duda.
‘Submarino’, regresa el “dogmático” Vinterberg
En las antípodas del cine exagerado, pagado de sí mismo, del Scorsese menos interesante de su carrera, está Vinterberg, que precisamente vuelve a las raíces, a rodar un cine artesanal, pequeñisimo, ínfimo en presupuesto. Pero eso sí, enorme en corazón, en valentía, en sinceridad. ‘Submarino’ cuenta la historia, terrible, durísima, de dos hermanos marcados por una infancia brutal, en la que una madre patética, alcohólica y abyecta, les marcó para siempre, y cuya vida adulta ha quedado irremisiblemente transtornada, perdida, rota. Está basada en una novela danesa de gran éxito, escrita por Jonas T. Bengtsson, y no puede ser más humilde y más conmovedora.
Comienza, de manera muy significativa, con el habla inconexa y sin palabras de un bebé recién nacido que se aferra al dedo de un hermano mayor. Es una película sobre la importancia de la infancia, sobre los deshechos de la sociedad, sobre los marginados, los desesperados. Es decir, sobre el grueso de la población de este planeta. Los dos hermanos intentarán ayudarse mutuamente, pero será siempre difícil y doloroso, casi trágico. La cámara de Vinterberg les sigue con una veracidad, con una compasión, que asusta. No hay alardes, ni intención, sólo dos personajes.
Decir que Jakob Cedergren y Peter Plaugborg están estupendos, sería faltar a la verdad. Simplemente están perfectos. Y Vinterberg, narrando las miserias de los personajes, no cae jamás, milagro, en el morbo fácil, en el recurso al melodrama lacrimógeno, ni en el juicio moral, al estilo del más abyecto Darren Aronofsky, el de la insoportable ‘Réquiem por un sueño’. En lugar de eso siempre está contenido, elegante, sobrio. Un ejemplo de austeridad, de cine de gran pureza.
‘Submarino’ no es un filme excepcional, ni mucho menos, pero podría llevarse el Oso de Oro perfectamente (como ‘The Ghost Writer’) y nadie podría rechistar. Eso si no aparece, finalmente, esa referida obra excepcional que siempre se espera como agua de mayo en festival (y que pocas veces llega), para que no haya dudas de que se debe llevar el máximo galardón. Y en cuanto el Oso de Plata a mejor actor, sus dos intérpretes podrían aspirar a él perfectamente.
La rueda de prensa resultó, desgraciadamente, muy descafeinada. Es el problema de ir a continuación de Scorsese, y a última hora de una jornada extenuante. Vinterberg y su equipo se lo tomaron con resignación y contestaron a las pocas preguntas que les hicieron. He de decir que me parece muy significativo de la hipocresía generalizada que estas cosas sucedan. En un festival que existe, en teoría, para lanzar al cine pequeño, los grandes títulos norteamericanos son los que a más prensa atraen a las conferencias, mientras que el cine de autor europeo (en teoría, el que más mima el festival) a menudo es ignorado por los periodistas que tanto hablan del cine artesanal. Es lo que hay.
Mañana puede ser un día muy interesante, pues se presentan, por este orden, la nueva de Zhang Yimou, la de Noah Baumbach, y la de Banksy.
Berlín, 13 de Febrero de 2010