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60º Festival de Berlín: la sencilla y emotiva 'Tuan Yuan' abre el certamen

El suelo congelado, bajo una capa de hielo. Y sobre el hielo mucha nieve petrificada. Dicen que es la Berlinale más fría de las últimas décadas, pero es uno de los festivales más importantes del mundo. Y acaba de comenzar. Cuando, tras el encuentro con Wang Quanan, la nieve volvió a hacer acto de presencia cayendo del cielo, nadie pareció concederle importancia. Aquí hemos venido, todos, a ver cine.

Con la conferencia de prensa que tuvo lugar a las once menos veinte de la mañana, en la que se presentaron oficialmente a los medios los siete miembros del jurado, comenzó verdaderamente este festival, que en su sesenta edición (un número de esos redondos que tanto apetece emplear como excusa para festejar) pretende ignorar abiertamente a tanta crisis con una programación extensa y generosa. Durante casi una hora, Werner Herzog (el presidente del jurado) y el resto de artistas que con él van a juzgar las obras a concurso, nos hablaron de sus impresiones y sus deseos en este comienzo.

Por supuesto, han elegido a Herzog por su nacionalidad alemana, y por ser un director, si no genial, sí importante e irreductible, dentro del grupo de directores indispensables europeos. Y se le vio entusiasmado de presidir un jurado que, como todos en estos casos, tiene ante sí la difícil tarea de otorgar algunos de los premios más codiciados que existen. Habló mucho, y bien, de su trayectoria, y también de su percepción del cine, aunque me defraudó un poco con determinados temas visuales que no vienen a cuento. Fue al que más preguntaron, como no podía ser menos, aunque también tuvo lugar una buena andanada de cuestiones para Renée Zellweger.

A la guapísima (y delgadísima) actriz, le preguntaron, quizá con un poco de mala intención, qué esperaba encontrar en un festival en el que suelen escasear las historias de amor con final feliz o los dramas lacrimógenos. Ella salió al paso con una elegancia y un saber estar que ya me gustaría a mí percibir en muchos periodistas. Luego, con un poco más de criterio, otro profesional acreditado comentó una película de Zellweger (concretamente, ‘My One and Only’) que no ha conocido una gran distribución y que es una valiente película minoritaria, y ella asintió agradecida por el hecho de que alguien se acordase de que, además de estrella, es una actriz como la copa de un pino, y dijo estar honrada de participar en esta fiesta del cine al lado de esos artistas.

Pero enseguida estaba programada la primera película a concurso, y no había tiempo que perder.

Wang Quanan vuelve con un relato íntimo, duro y sincero

Había una gran expectación por el regreso de Wang Quanan a Berlín, después de ganar el Oso de Oro por ‘La boda de Tuya’ hace tres años. Y, al menos en lo que a mí concierne, no me ha defraudado. Eso sí, debo decir que al concluir la proyección, se hizo un silencio absoluto en la sala mientras salían los periodistas acreditados, lo que puede ser signo tanto de que la película les ha emocionado, como de que les ha dejado indiferentes, y de ahí la gélida recepción.

La fratricida guerra civil que tuvo lugar en China entre 1946 y 1949, y que tuvo como resultado que Taiwan quedara fuera del dominio del partido comunista, también separó a muchísimas familias, que quedaron fracturadas, quebradas irremisiblemente, cuando impidieron que muchos veteranos volvieran de aquella isla al seno familiar. Es una tragedia que pocas veces se ha contado en cine, y que demuestra hasta qué punto el drama de los hombres comunes le importa muy poco, o nada, a la maquinaria gubernamental del mal llamado mundo moderno.

‘Tuan Yuan’, que vendría a significar algo así como su título internacional, ‘Apart Together’, es el reverso de ‘La boda de Tuya’, lo otra cara de la moneda, pues donde allí dos hombres se peleaban por una mujer, aquí se hacen amigos a pesar de amar a la misma mujer. Es un relato construido con sabiduría, con mucho oficio, con un desprecio más que evidente por las normas de la narrativa de consumo, con placer por el detalle. Los actores están fenomales, sobre todo los tres protagonistas, aunque es cierto que la historia acaba pecando de autocomplaciente, debajo de tanto pundonor en la puesta en escena.

En la subsiguiente rueda de prensa, que fue extensa y prolija, Wang, un hombre de modales suaves y mirada enérgica, habló mucho de los problemas que afectan a un país en desarrollo y en constante cambio como es China, así como de la necesidad de que el arte hable, siempre, del hombre común, lo que le certifica como un cineasta enfrentado para esta gran verdad. A su lado, los magníficos actores con los que ha contado tenían un algo de orgullo en la mirada por participar en una película de un hombre que puede presumir, por derecho propio, de ser parte de la así llamada sexta generación de cineastas chinos, después de la legendaria quinta generación.

Con este largometraje empieza bien una sección oficial plagada de incógnitas que, esperemos, esté a la altura de la celebración del 60 aniversario de tan prestigioso certamen. Mañana, entre otros alicientes, llega la película que Polanski ha terminado de montar desde la cárcel y desde la íntimidad de su casa de Suiza. Lamentablemente, él no podrá estar aquí para hablarnos de ella.

Berlín, 11 de Febrero de 2010

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