Al hablar de bandas sonoras —scores—, ya sean cinematográficas, televisivas o pertenecientes al mundo del videojuego, es fácil que nos atraigan de forma casi inconsciente esas grandes piezas orquestales que, en ocasiones, trascienden a la acción y la imagen; cuanto más épicas, grandilocuentes, y espectaculares, mejor.
El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Por mi parte, no negaré mi devoción por grandes nombres como Hans Zimmer o John Williams, por las magistrales composiciones de Basil Poledouris para 'Robocop' o 'Conan, el bárbaro' o por la arrolladora BSO de 'Mad Max: Furia en la carretera' de Junkie XL.
Pero, más allá de estas atronadoras orgías de viento, cuerda y percusión, durante los últimos años he ido descubriendo progresivamente la figura de un compositor que encierra en su aparente sencillez y minimalismo una capacidad innata para vestir ficciones audiovisuales. Su nombre es Max Richter, y sus delicadas partituras logran atravesar sistemas auditivos, abriéndose paso hasta el mismísimo alma.
Llegando al alma a través del sonido
Mi primera toma de contacto con Max Richter fue gracias a 'Perfect Sense', un maravilloso drama romántico ambientado durante una peculiar epidemia, dirigido por David Mackenzie y protagonizado por Ewan McGregor y Eva Green. En él, la música, dominada por los instrumentos de cuerda —al igual que la inmensa mayoría de su trabajo— no sólo es un acompañamiento, sino que canaliza la emoción hasta hacerla tangible para los espectadores más receptivos.
Desde aquél momento, que se remonta al año 2011, caí rendido ante un autor difícil de encorsetar en un género, pero que podría englobarse dentro del posminimalismo. No obstante, su formación clásica —está graduado en composición musical por la Royal Academy of Music— y su voluntad experimental, invitan a librarle de todo tipo de etiqueta y a calificarle como único.
Perfect Sense
Dentro de sus obras ajenas a la gran y a la pequeña pantalla destacan desde sus tres primeros —y brillantes— álbumes en solitario 'Memoryhouse', 'The Blue Notebooks' y 'Songs from Before' hasta su exquisito trabajo en 'Infra', un ballet coreografiado por Wayne McGregor y representado en la Royal Opera House con un fuerte componente electrónico.
A esto, habría que sumar rarezas como sus geniales recomposiciones de 'Las cuatro estaciones' de Vivaldi en 'Recomposed' o 'Sleep', un álbum de ocho horas y media compuesto por 31 composiciones que combinan piano, cello, viola, violín, órgano, voz y sintetizadores electrónicos, creado con la intención de ser escuchado mientras dormimos, y descrito por Richter como "música protesta contra el modo súper industrializado, intenso y mecanizado en el que vivimos hoy día".
Envolviendo con magia series y largometrajes
Centrándonos en su trayectoria cinematográfica, varias de sus piezas han aparecido en largometrajes de lo más variados. Por poner algunos ejemplos, una mezcla de 'In the Nature of Daylight' pudo escucharse en 'Shutter Island', abriendo y cerrando 'La llegada' de Denis Villeneuve con su corte original; 'Prometheus' contó con un extracto de 'Sarajevo', y 'November' formó parte de la banda sonora de 'To the Wonder' de Terrence Malick.
En lo que respecta a composiciones originales para largometrajes, tras figurar en títulos como 'Nadzieja' o 'Henry May Long', Max Richter disparó su popularidad en 2008 gracias al documental animado 'Vals con Bashir'. Desde entonces, cintas como la fantástica 'Womb', 'Disconnect', 'Lore', 'The Congress', 'Hostiles' o 'Ad Astra' —su crédito en cine más reciente hasta la fecha— se han beneficiado de sus partituras.
This Is Max Richter
En el medio catódico, puede que la serie de Damon Lindelof y Tom Perrotta 'The Leftovers' sea su obra más popular, junto a su participación en el capítulo 'Nosedive' de la tercera temporada de 'Black Mirror', en 'La amiga estupenda' de HBO y en 'Taboo', último proyecto del prolífico compositor británico de origen alemán.
En toda la selección de títulos y álbumes recopilada en estas líneas puede encontrarse una excusa perfecta para descubrir a un músico inimitable o para sumergirnos de nuevo en los torbellinos de sensibilidad y emoción melódica surgidos de la mente de un artista con un estilo propio y reconocible; cualidad que sólo poseen los grandes autores, independientemente de la disciplina que cultiven.
Ahora acurrucaos, cerrad los ojos, y derretíos escuchando esta maravilla. O, en su defecto, ved el vídeo y notad cómo se encoge el corazón con la combinación de 'On the Nature of Daylight' y la interpretación de Elisabeth Moss.
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