Tras haber escuchado la banda sonora de ‘El árbol de la vida’ en repetidas desde hace algún tiempo y con gran expectación tras el éxito del film en Cannes, solo me cabe una conclusión: la música fluye de forma magistral. Al margen de la polémica por el sentido del film, por ese debate sobre si la nueva obra del peculiar Malick es absolutamente pretenciosa o impecablemente majestuosa (reconozco que me muevo en el término medio, cosa difícil y más aún de explicar), la banda sonora de Alexandre Desplat es rotundamente una de las mejores del año.
Malick, una especie de Salinger del cine, no ha repetido nunca compositor en sus pocas pero trabajadas películas. Quizás su afán en búsqueda de perfección, el apoyo de piezas musicales clásicas o que no todos los compositores terminan de soportar la dura tarea de ponerle música a sus trabajadas imágenes, el caso es que ha contado con George Tipton, Ennio Morricone, Hans Zimmer, James Horner y ahora era el turno de Desplat.
Alexandre Desplat es reconocido como uno de los más inspirados y mejores compositores de bandas sonoras de la actualidad. Este genio francés tendente al minimalismo, a transmitir el máximo sentimiento con apenas un piano (o al menos con escasa orquestación habitualmente), con pocos acordes pero repetitivos y mágicos, posee trabajos de altura que lo avalan. El hecho de que Malick contara con él es sin duda una gran noticia, podría verse en un reto harto complicado. Acompañar el ambicioso y personal film de Malick abordando un tema tan complicado y cargado de tintes metafísicos no es, desde luego, tarea fácil. Pero el resultado es simplemente fantástico.
La música de Desplat fluye con suavidad a lo largo del metraje y subraya con precisión y emoción las sensaciones que Malick narra. Desde la simplicidad más armoniosa a tonos más sombríos, la música acompaña con precisión, delicadeza y acentuando el ejercicio introspectivo al que Malick somete al espectador con su historia. Buen ejemplo de esa fluidez son sus temas ‘Motherhood’ en tono más optimista y que acompaña a la madre y su entrega y dedicación con los hijos o ‘Fatherhood’ con la que encuentra un aire más sombrío, como clara contraposición, pero sin perder la excelente armonía del conjunto.
Desde luego que el trabajo de Desplat cumple con los requisitos que, como él mismo manifestó en una entrevista, le requirió Malick: que la música fuera como un río que fluye a través de la película. Y así es. Desde luego Desplat es un maestro y con este exigente trabajo consigue demostrar su enorme inspiración y capaz de estar a la altura hasta del más ambicioso de los directores.
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